"He conocido cientos de políticos y sólo he tratado con un par de ellos que son decentes e inteligentes"
Alcanzó el éxito con 'Ébano' en 1975, y ahora, a sus 73 años, Alberto Vázquez Figueroa saca al mercado 'Siete vidas y media', un libro de recuerdos en el que narra diferentes situaciones de su vida, en la que ha tenido tiempo de ser novelista, buzo, reportero e inventor
Pamplona. Nació el 11 de octubre de 1936 en Santa Cruz de Tenerife y, antes de cumplir su primer año de vida, su familia fue deportada por motivos políticos a África, donde permaneció hasta los 16 años. Estudió Periodismo y a lo largo de su carrera ha publicado más de sesenta títulos.
"Siete vidas y media", ¿considera que tiene más que un gato?
Por lo menos me libré de la muerte más veces que un gato. He escapado en muchas ocasiones y debería estar muerto pero, como me he escabullido, me pareció un título divertido a una vida tan absurda como la mía.
¿Se considera entonces un superviviente?
Sí. El mayor mérito que tengo es haber sobrevivido a muchas cosas, como terremotos y ataques de bichos. Eso es lo que importa. Hay gente que ha hecho más cosas que yo pero, por cualquier motivo, se quedaron en el camino y no llegaron a mi edad ni a poderlo contar.
¿Haber vivido tantas cosas ayuda a relatar historias?
Sí, eso es lo que yo quería desde el primer momento. Pasé mi infancia en el desierto por circunstancias familiares. Me había quedado huérfano y mi padre cogió una tuberculosis. Me mandaron con mis tíos al desierto del Sahara. Allí, al no poder estudiar, lo único que hacía era leer. Tenía una gran biblioteca, y ahí me acostumbré. Yo quería ser como aquellos escritores, y entonces supe que lo que deseaba era conocer mundo, relatar historias maravillosas. Eso me empujó a ser periodista y, al cabo de unos años, a convertirme en escritor.
El libro está estructurado a modo de entrevista.
Son recuerdos tomados de una entrevista que me hicieron en la televisión canaria y que no llegaron a emitir. En ella tres periodistas me hacen preguntas durante doce horas. De ahí hemos sacado los textos. En realidad, escribir una biografía me parece pedante, y lo de las memorias absurdo. Nadie puede escribirlas. Memoria sólo tienes una, nadie tiene siete u ocho, lo que se tiene son recuerdos. Lo que yo cuento son algunos de esos recuerdos de mi vida, pero todo no lo voy a confesar. Y eso era lo que quería la editorial, que contase asuntos de mujeres.
¿Ni por un cheque en blanco contaría ciertas situaciones?
No, por nada del mundo. Un hombre puede contar los fracasos que tuvo en su vida, sobre todo si está hablando de mujeres conocidas. Entonces puede contar lo que me pasó a mí, que con Jacqueline Bisset metí la pata. Podía haber ligado y no lo hice por tonto, pero no lo hubiese podido contar si realmente hubiese tenido una relación con ella, porque entonces hubiese sido una falta de hombría y educación. Los españoles, y los hombres en general, son como cuando juegan al parchís, que se comen una y cuentan veinte y eso tiene que ser al revés: comer veinte y contar las que no te comiste. Eso es lo divertido. Lo que has conseguido lo tienes que guardar en secreto, porque eso es algo entre ella y tú.
¿Es difícil impresionar a una mujer?
Si eres corresponsal, eres joven, tienes un buen coche, un buen apartamento y dices que mañana te vas a tal guerra y a lo mejor te matan, no debería. Si ahí no impresionas a una chica, más vale que te dediques a otra cosa. Si no, métete a misionero o algo así.
¿Cambiaría algo de su vida?
No. Uno tiene que ser consecuente con la vida que lleva. He vivido cosas maravillosas, momentos muy buenos, he conocido mujeres fabulosas, tengo unos hijos estupendos, pero también he pasado muy malos ratos, como cuando tuve que meterme a Ribadelago en pleno mes de enero, con agua a 3º, a sacar cadáveres. Ese fue uno de los peores momentos de mi vida. Hay que jugar a todo, aunque haya cosas que me gustaría que no me hubieran ocurrido pero, gracias a que me sucedieron esas, me pasaron otras mejores. Gracias a que he escrito muchas novelas malas, he escrito algunas que están muy bien. Hay días que escribes un artículo que te sale estupendo, y otro día que te lo podías haber ahorrado. Hacer el amor, igual: hay días que crees que ha sido genial, y otros que piensas que no deberías ni haberte quitado los calcetines. Así es la vida, llena de cosas buenas y malas. Lo bueno de la memoria es que a veces olvidas las malas.
¿Su peor recuerdo?
La muerte de mi madre. Yo tenía nueve años y fue una situación trágica. Mi padre enfermó, tuvo tuberculosis, y me tuvieron que mandar con unos tíos míos, a los que no conocía y vivían en el desierto. De repente me encontré sin padre, sin madre y con mi hermano en Venezuela. El momento de llegar al desierto, bajarme del avión y ver aquellas dos personas desconocidas, fue horroroso, pero te tienes que acostumbrar. Cuando has pasado por eso, luego todo lo demás te parece caramelo.
¿Y si tuviera que elegir un caramelo?
Ese caramelo siempre viene envuelto en piel de mujer. En ese aspecto hay un recuerdo especial de una noche de amor en las cataratas de Iguazú en Brasil. Ese es el único lugar el mundo en el que, cuando hay luna llena, se forma de lado a lado de las cataratas un arco iris de luna. Hacer el amor allí es realmente inolvidable. Lo tengo grabado en la mente para toda la vida.
Periodista, escritor, director de cine... ¿Le queda algo por hacer?
Siempre queda algo por hacer. A lo mejor estos días me voy a África central a ver dónde están los tres cooperantes secuestrados, que están en una de las zonas peores del mundo que yo recuerde: entre Mali, Mauritania y Argel. Un periódico me ha ofrecido irme para allá y, si lo confirmo, me voy. Volver a la profesión a mis 73 años me hace ilusión. A lo mejor me quedo en el camino, pero tienes que pensar que estás capacitado para hacer todo, si no, es como reconocer que te has vuelto viejo y cobarde, y eso nadie lo debe admitir, porque puedes aceptar que te has vuelto cobarde, pero no viejo.
En su libro habla sobre política y crisis sin pelos en la lengua, ¿le ha sido complicado desnudarse en ese sentido?
En absoluto. Yo siempre he dicho lo que pensaba de la derecha y la izquierda, por una sencilla razón: yo nunca he votado. Provengo de una familia de izquierdas, la cual estuvo condenada a muerte por Franco. Tengo sentido común para ver cuando los de izquierdas están haciendo todas las estupideces que están haciendo ahora. Soy un espectador perfectamente capacitado para decir cuándo los de la derecha lo están haciendo mal y cuándo los de la izquierda cometen errores. He conocido a lo largo de toda mi vida profesional cientos y cientos de políticos, y sólo he tratado con un par que son decentes e inteligentes. Admito que un político sea corrupto, pero lo que no acepto es que, además de esto, sea un inepto, que es lo que está pasando últimamente en este país y en casi todos los del mundo. Que sean ineficaces, y además roben, me parece un descaro, pero tienen esa soberbia y estupidez de que cuando están en el gobierno, como saben que van a durar poco, se llevan todo el dinero posible.
De sus "Siete vidas y media", ¿con cuál se queda?
Con la media que me queda.