Fecha: viernes, 14 de mayo. Lugar: Big Star Music Club, Atarrabia. Intérpretes: Las Culebras, banda integrada por Kriss Teen y Olaia Heep, a las guitarras y a las voces; Marga Malaria, al bajo y a la voz, y Karmen Kobra, a la batería y a la voz. Como teloneras, abrieron la velada Turboneskak y B-Violet. Incidencias: concierto de presentación de "Marvellous", nuevo CD de Las Culebras. Hora y 15 minutos de duración. Buena entrada finalmente. Los conciertos comenzaron a las 22.00 horas, actuando las bandas teloneras durante 45 minutos cada una.
COMO si de celebrar el Día de la Mujer Rockera se tratara, de un 8 de marzo -musicalmente hablando-, el 14 de mayo se citaron sobre el pequeño escenario de la otrora Tótem Classic tres bandas integradas por mujeres: las gasteiztarras Turboneskak (las más bisoñas de la tríada, con chico a la batería -dicho sea de paso-), las catalanas B-Violet, las más laureadas y en activo desde 1995, y Las Culebras, anfitrionas por su condición de grupo local, cabezas de cartel y en la palestra estos días por estar presentando su segundo CD. Unas bandas estas tres que, veintinueve años después de que Coz proclamara a los cuatro vientos su convicción de que las chicas eran guerreras, vinieron a corroborar lo dicho con sus instrumentos y canciones, mostrándose así sus integrantes en escena. Bueno, guerreras o, como hemos titulado estas líneas, rockeras. Guerreras y rockeras, voces sinónimas fuera de toda duda, da lo mismo o lo mismo da.
Ante una asistencia que, paupérrima en un principio, nos hizo temer lo peor, la noche comenzó con el agreste y voluntarioso hacer de Turboneskak, banda que trató de compensar su comprensible falta de tablas con enormes dosis de audacia: con la ilusión del debutante -poco menos-, imprescindible la misma para todo aquel, aquella -en este marco-, que decide lanzarse a la piscina; y más si decide hacerlo a una piscina como ésta, la del rock & roll, algo que saltó a la vista de manos de unas canciones que, más o menos trabajadas, apuntando maneras, luciendo distintos niveles de transparencia musical, demostraron cierta falta de empaque. Necesitan más horas de bajera? o de ensamblaje y rodaje fuera de ella. Con la mayoría de los presentes ya en la sala, a continuación ocuparon el escenario B-Violet, vencedoras del prestigioso Villa de Bilbao en 1997 que ahí siguen, con cierta aureola de grupo de culto, pateándose clubes y garitos con su personal propuesta musical: erigida la misma sobre una concepción del hardcore que, ecléctica por definición (en la línea del crossover defendido por las bandas catalanas de los 90, una de las señas de identidad de casi todas ellas) escorada hacia lo que desde finales de los 80 se dio en llamar post-hardcore, se nos antojó una vez más tan pasional, atormentada y tempestuosa como sugerente. Eléctrica, electrizante y riquísima en atmósferas de rock progresivo y psicodélico, algo que quedó de manifiesto por medio de unas canciones cuyos impulsivos ritmos y carga emocional en todo momento fueron increscendo: algo, además, acrecentado por la actitud de las instrumentistas, quienes sintiendo las vibraciones musicales como nadie, moviéndose cual resortes a su compás, a pesar de su papel de sherpas, se hicieron, a nuestro juicio, con la cima artística de la velada. De una noche que, a partir de las 0.00 horas, pasó a pertenecer a Las Culebras, quienes totalmente echadas hacia delante, con su viperina tripleta atacante de hachas y voces, perfectamente ensambladas las mismas, batiéndose con arrojo y descaro desde la primera línea, acertaron a hacer diana con sus picaduras con formas de canción; a inocular el veneno del rock a los presentes con unos temas pegadizos, perfectamente accesibles y muy bien plasmados: cosa de los juegos de voces y de los timbres de las cuatro culebras implicadas, más que idóneos para un hecho musical así. Para unas canciones que, al igual que las de las bandas restantes, hicieron buena la condición por excelencia de todas las chicas esta noche; fuera de toda duda, por su música y sus ganas y actitud.