pamplona. Pepe Viyuela es uno de esos actores ejemplares, escuela viva de lo que supone hacer teatro, disfrutarlo, sentirlo, amarlo. A lo largo de su carrera ha sabido superar clichés y personajes que a otros actores los hubieran matado (la famosa escalera, Filemón, Chema...) para, reinventándose una y otra vez, alcanzar de nuevo el éxito interpretativo y popular.

Vuelve a Pamplona con "El pisito", un texto de finales de los años 50 que no puede ser más actual, ya que la problemática de buscar piso entre los jóvenes no es que se haya mantenido, sino que se ha acentuado.

Lamentablemente no puede ser más actual. Y esa, precisamente, es la anécdota, que en los años 50 era difícil encontrar piso, y la gente los compartía, alquilaba habitaciones o vivía en pensiones, y ahora sigue siendo la misma historia. Y, por otra parte, lo que está en el transfondo de esta historia también continúa igual. Es decir, la gran pregunta de Azcona en este Pisito, aunque igual si me escuchara me enmendaba la plana, es la de que cualquier cosa no vale para conseguir lo que quieres, debes seguir un determinado camino y, si te sales de él, probablemente cuando consigas lo que querías te darás cuenta de que no merecía la pena seguir ese otro camino para llegar hasta ahí. Esta es la moraleja más amplia que sale de la anécdota y que da mucho que pensar.

Sólo que ahora cabría preguntarse qué tipo de moral tienen los que otorgan hipotecas para poder comprar un piso, más que lo que el comprador está dispuesto a hacer para llegar a adquirir uno.

Ellos son con los que te casas para toda la vida, porque firmas a los veintitantos y, si sobrevives, a los 70 ya eres propietario. Es algo horroroso pero, sin embargo, en cierta manera provoca risa, por no llorar. La tragedia y la comedia, sucede en El Pisito pero también en la vida, están muy cerca, casi se dan la mano... Y creo que el humor es lo que nos permite saltar por encima de todas esas adversidades y sentirnos capaces de reírnos de lo que nos pasa.

La película "El Pisito" tuvo que autocensurarse de una manera brutal para poder llegar a los cines en una época como el franquismo, algo que a la novela no le sucedió. Esta obra, ¿se basa más en el filme o en el libro?

La película la hemos visto pero de donde ha salido la adaptación de Juanjo Seoane y Bernardo Sánchez es de la novela. Por lo tanto, hay cosas en la obra que no están en la película. Pero, en definitiva, las dos vienen de un manantial muy rico que es la imaginación potentísima de Azcona, y de su gran capacidad para contar y crear historias y personajes. Para un director y para un actor es muy fácil trabajar con este material porque te lo da casi todo hecho.

Azcona como principal creador y, aunque la película sea una inspiración secundaria, José Luis López Vázquez, que interpretaba el papel de Rodolfo en el cine, será el otro referente ineludible.

Es una gran referencia. De hecho, durante el proceso de ensayos, Pedro Olea llegó a pedirle que grabara las frases del personaje del padre para lanzarlas durante la obra. Nos parecía que era un gran homenaje para él y un gran privilegio para nosotros. Pero ya estaba muy mayor, con poca fuerza, y no pudo hacerlo; de hecho, falleció al poco tiempo.

De Rodolfo han llegado a decir que no podía haber sido representado por otro que no fuera Pepe Viyuela, menudo piropazo.

No sé quién lo habrá dicho, aunque se lo agradezco porque supongo que pretende ser un halago, pero yo creo que no es cierto. Lo que sucede es que cuando uno se acostumbra a ver a alguien haciendo algo, le resulta difícil ver a otros actores. Pero Azcona trató tan bien a este personaje que sería un caramelo para cualquier actor, y cada uno le daría su punto de vista. Por ejemplo, a mí nadie me había sacado parecido con Filemón y ahora, que ya me han visto, parece que no sólo podías haber sido tú. Es una pequeña tontería porque los actores, precisamente, intentamos ser camaleones y poder hacer cosas que nadie piense que eres capaz.

En este sentido, nadie podrá decir que Pepe Viyuela no ha sido un camaleón, porque si algo ha sabido hacer es sobreponerse a papeles de esos que dejan a un actor marcado para toda la vida.

Quizá porque he tenido mucha suerte y me han ofrecido cosas muy bonitas... O porque he disfrutado mucho con todo, y eso se nota. Desde luego, siempre he intentado, y además sin demasiado esfuerzo, enamorarme de los personajes que he interpretado. Creo que siempre hay mucho más de bueno en un personaje que de malo, en el sentido de que tiene muchas cosas interesantes para trabajar y divertirte. Yo siempre he entendido esta profesión como un juego en el que apuestas fuerte pero en el que habitualmente sales ganando.

¿Le ha llegado alguna vez a cansar el humor?

Al contrario, lo echo de menos, tanto en mi vida personal como profesional. Cuando llevo mucho tiempo sin hacer una función estoy deseando subir al escenario para tener esa sensación que provoca que la ola de la risa de la gente te lleve... Yo nunca lo he hecho, pero debe ser como el windsurf, que una vez que subes a la ola dices: "Uy, qué bien se está aquí"... Y en mi vida, yo, y creo que todo el mundo, echo de menos la risa cuando no la tengo. La risa es una necesidad y un regalo estupendo que uno se hace a sí mismo. La verdad es que cuando no me río, lo echo de menos.