Al detalle
el centro cultural okendo alberga la 'poética' de chema madoz en 32 imágenes plagadas de metáforas
La impotencia intelectual que siente el común de los mortales ante un jeroglífico es muy similar a la que pueden sufrir los espectadores de determinado arte conceptual. El artista Chema Madoz (Madrid, 1968) sobrevuela ambos límites: sus pictogramas no renuncian a la hondura pero se dejan descifrar sin obstáculos mentales.
"Madoz realiza un trabajo de gran profundidad conceptual, pero de una manera tan sencilla y tan evidente que le concede al espectador, que tiene una participación activa, la posibilidad de interpretarlo con toda naturalidad, y eso hace que sea un artista muy popular", subrayó Borja Cassani, comisario de la exposición que el centro cultural Okendo acogerá hasta el 21 de mayo y permitirá a los guipuzcoanos comprobar por sí mismos el efecto del lenguaje madoziano, que facilita al espectador una percepción poética de los objetos cotidianos.
El artista deslinda los objetos de su identidad y de su uso, se libera de la esclavitud de las conexiones convencionales y firma asociaciones inesperadas -recurriendo a metáforas y metonimias- en Poética, el acertado título que encabeza la selección de 32 fotografías. Realizadas por Madoz entre los años 2000 y 2005, lo que se muestra en San Sebastián es un tercio del total de una exposición -otra parte se exhibió en el Photomuseum de Zarautz en 2009- que en sus distintas variables lleva seis años dando vueltas al mundo y viajando a lugares "insólitos" como Irán, Rusia, Palestina o Chipre. "Fuera cual fuera el idioma, una de las cosas especiales de Madoz es su universalidad, la gente siempre reconoce su lenguaje, lo entiende y lo hace suyo", explicó Cassani. En estos momentos se celebran en el mundo otras cuatro exposiciones simultáneas: Barcelona, Colonia, Milán y Amsterdam.
"Las fotos se explican por sí mismas, descontextualizadas, sin título y sin nombre, proporcionan dobles y triples significados", detalló el concejal de Cultura de San Sebastián, Denis Itxaso, anfitrión de la inauguración de una muestra producida por el Ministerio de Cultura con motivo de la concesión a Madoz del Premio Nacional de Fotografía (2000).
Captadas casi todas con luz natural, salvo en aquellas en las que se quiere forzar una sombra, la mayoría de las imágenes retratan ideas a partir de la poesía de los objetos cotidianos -que antes de Madoz no ha visto nadie, aunque él suele insistir en que el espectador las ha intuido pero sin acabar de darles forma-, aunque las hay sencillamente bellas, que brillan por su sutileza.
del cuerpo al objeto
Las arrugas del mundo
Con herramientas como copas o tableros de ajederez, construye piezas "que podría presentar como esculturas, pero siempre ha optado por fotografiarlas para neutralizarlas", subraya Cassani, desvelando una paradoja: la distancia frente a su propia obra de Madoz y, por contra, la proximidad del espectador con ella. El concepto escultórico se puede apreciar especialmente en la imagen que muestra un sujetalibros en forma de una gran oreja de escayola, que sostiene tres tomos de Las mil y una noches.
El periodo en el que se inserta la muestra pertenece a "la etapa intermedia" de su producción. "En los 80 era un tipo extraño, lateral a la movida madrileña", recordó Cassani. "Empezó con el cuerpo humano, usándolo como objeto: los pliegues de una chaqueta o las venas de un brazo como árbol", describió. En el momento en que se inserta esta exposición, a partir del año 2000 desaparece el cuerpo humano, y en la actualidad "ha aumentado el tamaño de los objetos, pero siempre trabajando en el mismo concepto, generar un impacto, una idea".
Entre los jeroglíficos descifrados por Madoz, figuran en San Sebastián una pluma que fractura un espejo, un violín que esconde el mecanismo exacto de un reloj, unas pesas fabricadas con monedas -"el Nostradamus de la crisis", bromeó Itxaso-, un podium de hielo que se deshace, como si quisiera trazar la fugacidad de la gloria, un globo terráqueo hecho con papel arrugado de puro cansancio o un faraón camuflado en un futbolín.
Hay restos de su etapa anterior: la imagen de un tobillo tatuado con una brújula, como si su dueño estuviera bien encaminado. De su poderosa visualización y su incontenible imaginación surgen también un azulejo fabricado con gomas Milán, un intimidante dedal que hace las veces de anillo, una escuadra y un cartabón que ejercen de velas, una corbata que funciona como marcapáginas o las agujas de reloj que sugieren una colección de clavos; el (amenazante) paso del tiempo que a Madoz le ha servido para crecer sin conocer hasta el momento cuál es su límite.
l Dónde. El centro cultural Okendo (Avenida de Navarra, 7) en el barrio donostiarra de Gros. El fotógrafo madrileño Chema Madoz expone estos días también en Barcelona, Milán, Colonia y Amsterdam
l Cuándo. Hasta el 21 de mayo, la muestra podrá visitarse de lunes a viernes de 10.00 a 14.00 y de 16.00 a 20.30 horas y los sábados de 10.00 a 14.00 horas y de 16.30 a 20.00 horas.
l Qué. La exposición 'Poética', compuesta por 32 fotografías en blanco y negro, preñadas de asociaciones inesperadas y juegos conceptuales, muestra que produjo el Ministerio de Cultura tras la concesión del Premio Nacional de Fotografía al autor. Recoge parte de su trabajo del periodo 2000-2005.
l Quién. Chema Madoz (Madrid, 1958) empezó a estudiar Historia del Arte y Fotografía y, al mismo tiempo, trabajaba en un banco. Las tres vidas no eran compatibles, y dejó sus estudios de Historia. Después tuvo que volver a escoger: afortunadamente para los amantes del arte eligió la fotografía. Realizó su primera exposición en 1985, a la que siguieron incontables muestras en distintos países. Su trayectoria ha sido reconocida con galardones como el Premio Kodak (1991), el Premio Nacional de Fotografía (2000), Premio Higasikawa y Overseas Photographer.