pamplona. El cómic ha renacido en Navarra, a través de este Salón al que ha sido invitado, en plena época de crisis. ¿Qué le parece?

Para eso estamos los humoristas, no hay mejor época para el humor que la crisis, aunque suene raro. Me parece una cosa muy buena, si sirve como motivo para que la gente se reúna y se lo pase bien; para que trabaje, se esfuerce y encima sonría. Es estupendo. Y en estas tres cosas que acabo de decir, los navarros, teóricamente al menos, sois un ejemplo para el resto de España.

Yo creo que sonreímos poco...

No, no, no, qué va, ¿qué dices? ¿Los navarros? ¡Si son una de las gentes más divertidas que hay en la Península! Y en trabajar ya no te digo... Otra cosa es que el panorama no esté muy allá, en cuanto a la crisis, el trabajo y el esfuerzo, pero son cosas que pasan. La vida es una continua crisis, más alta o más baja, pero es eso.

Pero sí estará de acuerdo en que, en general, deberíamos reírnos más...

Sí, sobre todo sonreírnos, más que reírnos. La sonrisa es muy eficiente a la hora de soltar adrenalina.

Si la vida fuese justa, ¿existiría el humor Forges?

No creo. Si la vida fuese justa, probablemente el humor no sería necesario como tal, sino que toda la vida sería humor. Y ya que no podemos repartir otra cosa, ya que la vida no es justa, por lo menos repartamos algo que es consustancial al ser humano, como es la sonrisa.

¿El ingenio suele ir unido al inconformismo?

Sí, por supuesto. Yo creo que no hay otra solución. El ingenio es una forma de trabajar siempre alguna clase de inconformismo. Una cosa es ser un genio, que no es mi caso ni el de mucha gente (ríe), y otra es ser ingenioso. El ingenioso es el que tiene un sistema de trabajo que no se conforma con lo que hay, lo mismo en una fábrica de amortiguadores de coche que en un quirófano, que haciendo una zanja en medio de una ciudad.

¿Ante qué no hay que conformarse en este momento? ¿O ante qué no puede ni debe callarse?

No nos podemos callar, y me refiero a todos los seres humanos de todo el mundo, ante el mangoneo y la manipulación de algo tan estúpido como son las agencias de calificación de riesgos, que en estos momentos no se sabe quién les ha dado el poder de mandar al paro a millones de personas, porque califican un estado, una empresa o una colectividad de empresas con una serie de baremos que sólo ellos entienden, y pueden crear problemas gravísimos a los habitantes, moradores, trabajadores o personas que pertenecen a esas empresas, a esos países o a esas zonas de producción. Y estas agencias de calificación de riesgos nadie las ha elegido. Lo primero, nosotros no las votamos; y lo segundo, que es más importante, han demostrado que no valen para nada, porque fueron ellas las que, por ejemplo, calificaron con las máximas notas al banco Lehman Brothers dos meses antes de su quiebra. Después de esas meteduras de pata sucesivas, ¿cómo pretenden convencernos de que lo que están haciendo ahora está bien? Por Dios bendito. Aquí habría que organizar por Sanfermines unos encierros de agencias de calificación de riesgos, a ver si por lo menos se pegaban una carrerita (ríe).

¿Cree que la apatía, la pasividad, es más peligrosa que el extremismo?

Las dos son muy peligrosas, porque además si no hay extremismo no hay apatía, y si no hay apatía no hay extremismo. Son primas hermanas al final del círculo.

Usted que está acostumbrado a la síntesis y que vivió la censura del franquismo, ¿cómo resumiría en dos palabras los 40 años de dictadura?

¿Franquismo? ¡Estupidez! Esa es la síntesis.

¿Ve hoy otro tipo de censura?

Claro que sí, hay otro tipo de censura y también la hay al estilo de la censura franquista. He visto comportamientos absolutamente increíbles, y cosas que se están haciendo que no tienen nada que ver con la libertad.

¿Por ejemplo?

Hay algo que la gente que estamos en los medios de comunicación tenemos que tener siempre en cuenta, y es que existe una pandilla de personas que no tienen ni idea de lo que hablan ni de lo que escriben ni de nada, y que se autotitulan periodistas, cuando es mentira que lo sean, pero que hablan de la libertad de expresión, y recurren a ella para afirmar, decir, vulnerar o conculcar cualquier persona, personalidad, acción o lo que sea. Es tan absurdo como decir que porque te den el carné de conducir puedes atropellar a la gente. ¿Qué está pasando? Y a esa gente le interesa mucho que los que estamos del otro lado en esta profesión nos callemos, que seamos pasivos, apáticos, porque esa forma de estar en la comunicación es la que les permite a ellos protestar.

¿Usted siente total libertad al expresarse como humorista?

Bueno, la libertad que tenemos todos los seres que nos dedicamos a esto. Tenemos conscientemente nuestra parte de autocensura por nuestra ética, pero por lo demás, a mí nadie, jamás, ni en tiempos de Franco ni ahora, me ha dicho nada... excepto el primer director que tuve oficialmente, que fue Jesús de la Serna, que el primer día me dijo: Antonio, quiero que hagas el dibujo editorial. Y luego añadió: y te digo como única instrucción, no como norma sino como instrucción, que me gustaría que no hicieras nunca demagogia. Y 47 años después sigue siendo mi única conversación de contenido con los sucesivos directores que he tenido a lo largo de mi vida. Yo soy de la teoría de que podemos decir lo que nos dé la real gana si somos capaces de ser lo suficientemente profesionales, profundos y currantes como para dedicarnos un día entero a un artículo que normalmente puede hacerse en veinte minutos.

¿Adónde acudimos para saber de verdad lo que pasa hoy en el mundo? Estamos rodeados de información, pero eso mismo confunde.

Hay que recurrir al sentido común propio. Hay que tener la osadía, la libertad, la cabeza, el sentido común de ser capaz de crear tu propia información de lo que está pasando. Fíjate que, según dicen, toda la información que recibió una persona en la Edad Media a lo largo de su vida, y pongamos que vivieran en aquella época 50 años de media, la recibe hoy un niño de tres años en una mañana de su vida. Es una burrada. Pues de eso tenemos que darnos cuenta. Por mucha información que nos llegue, no toda es fundamental, necesaria, cierta ni verdadera. Yo, desde luego, a un inculto, un malmetiente o un insultador profesional no le voy a hacer ni pastelero caso.

En su web tiene llamadas de atención para que no nos olvidemos de Haití. ¿Va por todo lo que de un día para otro ya no es noticia?

Exactamente, yo creo que si fuéramos capaces todos los medios de comunicación de hacer una cosa similar en todo el mundo, de mantener reiteradamente el interés sobre algunos problemas puntuales, esos problemas puntuales dejarían de serlo inmediatamente. Nosotros, los humoristas gráficos, a través de la ONU presentamos en Nueva York una propuesta en la cual nos hacíamos cargo en nuestro trabajo de los Objetivos del Milenio de la ONU. Cerca de 240.000 humoristas gráficos de todo el mundo nos comprometimos a hacer ver a través de nuestro trabajo que la sanidad para las embarazadas en los partos, el agua para todos los seres humanos, o la alfabetización, son cosas que se pueden lograr. Si nosotros que somos tan poquita gente lo hemos hecho, ¿no lo podemos hacer todos los demás?

¿No le resulta difícil a veces convertir la mala leche en humor?

Lo que ocurre es que nosotros los humoristas no tenemos mala leche. Nosotros lo que tenemos es mala fondongui, que dicen los andaluces, que es una cosa que no llega a mala leche. Mala fondongui es mirar la realidad con una ligera inclinación de cabeza, un poco como diciendo a ver qué hay aquí... Es lo que los romanos llamaban vis cómica, o sea, el lado amable de la noticia.

¿Tiene alguna rutina a la hora de trabajar?

Bueno, lo primero que hago antes de ponerme a trabajar es lanzar varios ¡vivas!, en general casi siempre al Ayuntamiento de Madrid, porque eso desengrasa mucho (ríe).

¿Tiene facebook?

No, tengo twitter. La tecnología punta es apasionante y divertida.

Tampoco han cambiado tanto su oficio las nuevas tecnologías, ¿no? El papel, el lápiz y el ingenio siguen siendo las herramientas básicas.

Eso siempre está ahí, pero sí lo han cambiado, muchísimo, no te puedes hacer idea. Por ejemplo, el alcance de un dibujo es muchísimo mayor ahora mismo. Y la ventaja de la inmediatez... A la hora de mandar un dibujo al periódico, lo meto en una carpeta a través de Internet y sé que tengo hasta las nueve de la noche para poderlo cambiar si ocurre alguna cosa. Yo no hablo con nadie, ni con mi director. Entro en mi carpeta, quito el dibujo que había, meto el nuevo y se acabó el problema. Antes había que mandarlo por fax, y antes todavía sí que era un follón porque lo tenías que llevar a mano o lo tenían que venir a recoger en bicicleta...

Lo que ha empeorado con los avances tecnológicos son los derechos de autor.

Pero ahí el problema no es el uso... Yo me paso el día haciendo dibujos para gente que me lo pide a través de Internet, para carteles y tal y cual, y por supuesto gratuitamente. Ese no es el problema. El problema son las estructuras que hay montadas en Internet, que son auténticas mafias, que se dedican a utilizar los dibujos, los escritos y las cosas de la gente, intentando suplantar a los propios autores y para sacar beneficio de ello. Y encima, y esto es auténtico, ¿eh?, las empresas dicen (ríe): es que si usted no me deja reproducir su chiste y venderlo, usted está atentando contra mi libertad de expresión. Tóquese usted los pies. Pero tampoco te creas que tengo mucho problema, ¿eh? Si hay que regalar los dibujos, yo encantado. Pero a mí que me regalen los percebes los pescaderos.