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"El Tour es un novelón por entregas"

ander izagirre reedita 'plomo en los bolsillos', un compendio de los tesoros narrativos que inspira el ciclismo

"El Tour es un novelón por entregas"Foto: gorka estrada

Un intervalo al que cualquier aficionado al ciclismo encontrará rápidamente sentido: el tiempo que, por un despiste en la salida del prólogo, provocó que Perico Delgado perdiera el Tour del 89. El ciclista segoviano era uno de los grandes ídolos infantiles de Izagirre; el otro, Peio Ruiz Cabestany, no solo lo acompañó ayer en la cripta de la Biblioteca Central de Donostia, sino que pedaleará a su lado hasta Pamplona, cubriendo la primera etapa del Tour del Plomo, una ocurrencia simpática para promocionar la reedición de Plomo en los bolsillos (Libros del K.O.).

Izagirre, autor de obras como Cuidadores de mundos, se dedica a confeccionar hermosos reportajes de viajes. Antes de su periodismo con botas, soñó con ser cronista deportivo y cubrir un Tour. Pero, mucho antes de todo eso, quiso ser ciclista, pese a los espaguetis a las seis de la mañana, los dientes partidos y la perenne huella de betadine. Cuando tuvo el libro en sus manos, incorporado el epílogo en el que explica cómo dejó de ser ciclista, el autor se dio cuenta de que, de alguna forma, había compensado "un sueño infantil que casi nadie cumple": pertenecer a la historia del Tour, "aunque sea con un poco de morro", ríe.

No figura en el palmarés del Giro o la París-Roubaix, pero a Izagirre el ciclismo le ha dado mucho. "Es un papel de tornasol infalible para reconocer el carácter de las personas: compitiendo en bici, las mezquindades apestan y la personalidad brilla", subraya. "Al ciclismo le debo mis amigos de toda la vida".

El libro atraviesa la historia del Tour desde su origen, ligado a los diarios franceses de la época. Izagirre descubre enseguida el vínculo natural entre el periodismo y el ciclismo, porque la prueba ciclista por excelencia tiene una "estructura narrativa clásica perfecta, con su inicio, su nudo y su desenlace", posee "ritmo", "protagonistas y antagonistas" y una "trama" que se desvela en la disputa de las etapas ( y su trastienda). El Tour, concluye, "es un novelón por entregas", "un invento narrativo cojonudo".

Y ahora que ambos están en crisis, también concuerda: el ciclismo, asume Izagirre, sufre "un problema narrativo", de "credibilidad", porque hoy un campeón en los Campos Elíseos puede ser destronado cuatro meses después y reemplazado por uno entronizado en un despacho.

El colaborador de Ortzadar no disimula su admiración por los ciclistas alocados, que nunca calculan, pero, aunque "nos gustan las hazañas espectaculares, Coppi escapado sin necesidad durante 200 kilómetros y cuatro puertos", recuerda que "eso ha llevado a ser injusto con ciclistas como Anquetil o Indurain, que tenían otro modo de correr, pero un mérito enorme". "Cada uno explota sus cualidades -señala-, pero la gente prefiere el ataque eléctrico del escalador, y han llegado a silbar al ganador". Izagirre se preocupa por conservar, con franca sutileza, un "equilibrio" en su relato.

En este sentido, resulta conmovedora la historia de Roger Walkowiak, una de las que más impresiona al propio autor. El ganador del Tour de 1956 fue repudiado por los periodistas y los aficionados, que preferían un ganador de "más prestigio", o un triunfo ejecutado de un modo más ejemplar que "una fuga de segundones que aprovechan el despiste de los favoritos para ganar minutos", lo que hoy se conoce como una escapada a lo Walkowiak. El ciclista francés de origen polaco consiguió "el mayor éxito posible en su profesión, pero fue menospreciado y alcanzar la cumbre en su carrera le arruinó la vida", lamenta.

"Parece una maldición de los dioses" pero es que el ciclismo se aproxima mucho a la mitología "con sus héroes, su aventura y su épica" que el periodista buscaba de niño en las lecturas de "Julio Verne, en tomos de la II Guerra Mundial... y revistas de ciclismo traídas de Francia".

Pese al episodio triste de Walwoviak, el ciclismo ha sido uno de los deportes -sino el que más- que ha dignificado a los perdedores como ocurre con el farolillo rojo del Tour o sucedió con la maglia nera en el Giro. En pocas prácticas se galardona al último. Izagirre interpreta que es un reconocimiento a una disciplina que requiere un "esfuerzo físico brutal". De hecho, los aficionados al ciclismo "aplauden a todos los corredores, no solo a los de su pueblo", a diferencia de otros deportes más "territoriales", en los que alegran las desgracias del vecino. Los amantes del ciclismo -que no es lo mismo que ser devotos de las victorias- suelen tener el corazón dividido.

Hubo una ocasión en la que un país se fragmentó por dos bicicletas, en la Italia de Mussolini. Izagirre cita al periodista Alain Fralon: "Los italianos habían elegido hacerse la guerra a través de estos ciclistas". La mitad del país era partidaria de Coppi, comunista, elegante y precursor del ciclismo moderno, y la otra mitad, de Bartali, católico hasta la médula, un campesino pobre y corajudo adoptado por el Duce como icono. Sin embargo, "las lógicas de los bandos las rompen las personas", precisa Izagirre, que rescata la hermosa peripecia de Bartali. El ciclista de Florencia participó en una organización clandestina que se dedicaba a salvar a judíos italianos del hostigamiento fascista. Él era el enlace que transportaba fotos y papeles, escondidos en el tubo de la bicicleta, para fabricar pasaportes falsos. "Ninguna patrulla se atrevía a detener el entrenamiento del héroe nacional para registrarlo", cuenta el escritor. Sus entrenamientos también señalaban a los fugitivos cómo escapar o alcanzar un refugio seguro. Casi más heroica que su implicación resultó su silencio: hasta tres años después de la muerte del ciclista no se conoció su participación. Había contribuido a salvar la vida de 800 judíos, pero nunca habló de ello.

El tiempo contribuye, a veces, a colocar las cosas en su sitio. Entre los capítulos añadidos, en los que se repasan las últimas ediciones del Tour, no podía faltar Lance Armstrong, al que Izagirre salva de ciertas antipatías. "En los moldes de las historias que nos gustan encaja mal el héroe americano y su teoría de superación personal", deduce Izagirre. "Con los años apreciaremos lo que hizo, superar un cáncer terrible con 25 años y ganar, después, siete Tour...". Afectos al margen, ¿quién no podría compartir su filosofía vital?: "Una vida gastada a la defensiva, sumido en la preocupación, es una vida mal invertida".

Más información en http://gentedigital.es/comunidad/anderiza/2012/05/30/tour-de-plomo-4-9-de-junio/.