"Silencio, silencio: a partir de hoy las amarguras volverán a ser amargas... se ha ido la gran dama Chavela Vargas", se informaba ayer en su cuenta de Twitter. "Aquí termina mi historia que comenzó de la nada, dame la mano #LLORONA, que vengo muy lastimada", añadía poco después otro Tuit.
La artista, de 93 años, falleció a las 12.55 hora mexicana (19.55 en España) debido a una insuficiencia respiratoria aguda, a una bronconeumonía crónica y un fallo renal crónico agudizado, precisó el especialista responsable de su atención.
El galeno indicó que la artista falleció muy serena y tranquila, recordando a "su México" en sus últimos momentos y a toda su gente, y en particular agradeció a los medios de comunicación y a todas las personas su apoyo.
La artista, cuyo nombre real es Isabel Vargas Lizano, estuvo hospitalizada desde el domingo pasado y atendida por el equipo médico encabezado por José Manuel Núñez en el hospital Inovamed de Cuernavaca, capital del central estado de Morelos. El médico había explicado que no le habían podido aplicar un respirador artificial debido a que la artista se opuso desde el primer momento a métodos invasivos.
La cantante llegó a México el 26 de julio después de casi un mes en España, a donde viajó para ofrecer un recital con temas del disco que dedicó al poeta Federico García Lorca, titulado La luna grande, y para presentar sus memorias.
Este esfuerzo le pasó factura y el 12 de julio fue internada en un hospital de la capital española, en el que estuvo hasta el 21 de julio.
nacida en costa rica Isabel Vargas Lizano nació en Costa Rica el 17 de abril de 1919 y llegó ya como adolescente a México, donde obtuvo la nacionalidad. Con su particular voz supo seducir al público mexicano, país en el que se convirtió en toda una institución, pero también trascendió las fronteras de todo tipo para calar entre intelectuales, políticos e incluso entre la realeza europea.
De personalidad dominante, franca y optimista, siempre reconoció su alcoholismo. Acostumbraba a llevar pistola al cinto y nunca escondió sus amores con otras mujeres. La pintora Frida Kahlo, fue uno de ellos. Su primer disco fue publicado cuando ya sobrepasaba los 40 años, pero desde entonces publicó hasta 80 títulos a pesar de un parón desde finales de la década de 1970 hasta 1991, cuando reactivó su vida profesional.
Chavela Vargas fue amiga de personalidades como Picasso, Carlos Fuentes, Diego Rivera y Carlos Monsiváis. En su voz, dio a conocer canciones como Macorina, No sufras más, María tepozteca, Paloma negra, Fallaste corazón, Qué bonito amor, Piensa en mí, La llorona o Un mundo raro. El pasado mes de abril de 2012, la cantautora presentó el disco La Luna grande, su última producción, en la que recuerda al poeta Federico García Lorca interpretando sus textos con el acompañamiento de algunas de sus músicas más conocidas.
Hasta que ayer se apagó la voz rota con la que hizo llorar a millones de personas en todo el mundo, la verdadera patria de Chavela Vargas fue la rebeldía con la que destrozó un tabú detrás de otro y de la que extrajo las fuerzas para seguir en los escenarios hasta el final.
Con Lorca hablaba en las noches de luna y en las mañanas con el Chalchi, el hermoso cerro frente a la casa en la que vivió los últimos años de su vida en la localidad de Tepoztlán, en el estado mexicano de Morelos; era chamana, "orgullosamente chamana", decía.
Las perpetuas gafas oscuras, el rostro arado por mil surcos, unas piernas maltrechas que acabaron descansando en una silla de ruedas y una garganta que se perdía no consiguieron borrar la rebeldía satisfecha que desplegaba Chavela en cada sonrisa, ni el impacto de mil puñetazos que tenía su lengua.
Esa silla que le impidió caminar en sus últimos años era el tributo que había pagado a los dioses por haber andado tanto.
La Chavela brotó en Costa Rica, el 17 de abril de 1919, pero emigró de adolescente a México después de la Revolución, donde se hizo amante de la pintora Frida Kahlo (1907-1954) -se declaró abiertamente homosexual en 2000- y comenzó a cantar en los años cincuenta.
La mujer que bebía y retaba como un hombre y que se paseaba con pistola, se volvió favorita de los grandes compositores mexicanos.
Ella, que lucía temeraria en cada actuación como un equilibrista sobre un alambre en las alturas, comenzó a mirar abajo y a sentir auténtico pavor ante el público que la hizo diosa, y se dejó atrapar por el demonio de la botella.
Compró billete de ida para una singladura por el océano del alcohol -llegó a calcular que había bebido unos 40.000 litros de tequila- con escala en cada cantina y destino final en el boulevard de los sueños rotos, abandonada por (casi) todos.
El viaje duró quince años, pero la rebeldía de Chavela la llevó a luchar contra sí misma; y salió del pozo, escalando trabajosamente y ganándose cada bocanada de aire, dejó de beber. Desde entonces, desde 1990, no ha vuelto al trago.
En sus últimos años de vida se dejó escuchar de vez en cuando, cuando sus achaques le dieron tregua. Chavela estaba convencida de que su muerte iba a ser dulce. Hizo una petición, que la despidan con esa canción popular mexicana que tantas veces cantó e inmortalizó: "Tápame con tu rebozo, Llorona, porque me muero de frío".