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"La comunicación con los niños es imprescindible"

'Déjale crecer', el libro publicado por la psiquiatra Ana Sala Juaniz, profundiza en el desarrollo emocional de los niños a lo largo de las distintas etapas de maduración. Aborda los métodos a emplear por progenitores y educadores en el camino desde la total dependencia a la autonomía

"La comunicación con los niños es imprescindible"Foto: iban aguinaga

pamplona. La psiquiatra Ana Sala Juániz se acercó ayer al Baluarte para presentar, coincidiendo con la inauguración del Primer Salón del Bebé en Navarra, su libro Déjale crecer, en un acto en el que estuvo acompañada por padres, madres y abuelos.

¿Qué se encuentra el lector en esta obra didáctica?

Habla de los métodos que ayudan a los padres y educadores en el desarollo emocional de los niños, con el objetivo de que se valgan por sí mismos cuando se hagan mayores. Hasta hace poco tiempo parece que los patrones estaban más definidos, pero en el último medio siglo con la ampliación del número de familiares, la incorporación de la mujer al mundo del trabajo o la implicación del varón en las tareas domésticas, han generado un poco de desconcierto en cuanto al papel que deben desempeñar los adultos en la educación de los niños.

¿Qué deben fomentar los progenitores o educadores en los niños?

Que aprendan a cuidar de ellos mismos, que acepten responsabilidades y acepten las relaciones jerárquicas, que aprendan a controlar las emociones o a desarrollar estrategias de planificación y de previsión... Estas son adquisiciones que tienen que interiorizar desde que nacen hasta los 18 años y, especialmente, en los primeros 8 o 9 años de vida.

¿Qué etapas se diferencian en este desarrollo emocional?

La primera es la etapa preverbal, hasta los 3 años. En ella lo fundamental es adquirir la confianza básica, el sentimiento de valía personal y la seguridad básica. La siguiente fase va de los 3 a los 6 años, donde se empiezan a diferenciar las emociones, y es cuando se aprende a tomar decisiones. La segunda infancia abarca desde los 6 hasta los 11 años. En este momento todas esas emociones anteriores más desordenadas se hacen sociales. La agresividad se convierte en sociabilidad, los celos pasan a ser ternura, la culpa pasa a ser un poco de pena, y se comienzan a esforzar por reparar el daño. El egocentrismo propio de la etapa anterior pasa a convertirse en actitudes de generosidad. Como las piezas que se hacen en una fábrica, que pasan por un proceso de troquelado, de limar las aristas. Y pasamos a la última etapa, la de la adolescencia, que va de los 12 a los 18 años.

¿En qué se caracteriza la última etapa?

Es la fase de la identidad. Los modelos no son solo los padres sino deportistas, cantantes, compañeros de estudio... Y con eso se alcanza la identidad propia, que le permite a uno salir al mundo bien capacitado.

¿Cómo se puede evitar ejercer el papel sobreprotector que poco o nada favorece a los niños?

A veces los padres o educadores estamos más pendientes de los riesgos y peligros que hay cuando los niños se van alejando que en potenciarles y acompañarles en las dificultades que les van a surgir en ese proceso. Por eso es muy importante, más que proteger a los niños para que eviten los riesgos, ayudarles y acompañarles en la afrontación de esas situaciones más complicadas.

Un consejo básico relacionado con el desarrollo emocional.

Hay que saber por qué situación está pasando el niño en cada etapa de su vida, para ver qué capacidades y limitaciones tiene, y así poder conocer aquello que le podemos pedir y qué no. Para ello la comunicación es imprescindible.

¿Se le debería dar más importancia a la inteligencia emocional en la educación?

Efectivamente. Desde el conocimiento de las emociones, cómo llamarlas, cómo identificarlas, su manejo es mucho más fácil, y evita conflictos importantes internos, por ejemplo en la adolescencia.