El dios Dionisio baja a la Tierra en forma de mujer para enfrentarse a El Suasenaguer, un policía que está empeñado en cerrar un bingo ilegal de barrio, donde se reúne cada tarde un grupo de mujeres no solo para jugar, sino también para compartir sus intimidades, sus penas, sus alegrías, y alguna que otra copita de anís. Este es el punto de partida de Las bingueras de Eurípides, una versión muy libre de Las Bacantes del autor clásico. Tan libre como Las niñas de Cádiz, compañía de la que Ana López Segovia es fundadora junto con Alejandra López, Rocío Segovia y Teresa Quintero. Todas –y José Carlos Fernández y Fernando Cueto– pisarán el escenario de La Cava en la última noche del festival de este año.
‘Las bingueras de Eurípides’ ha sido elegida para clausurar el festival de este año, ¿una buena primera vez en Olite, no?
–Bueno, es la mejor primera vez en en Olite que se puede imaginar. Nosotras llevábamos muchos años detrás de este festival, que tiene muchísimo prestigio, y teníamos muchísimas ganas de ir. Además, coincide que conocemos Olite, su castillo y más cosas porque tenemos familia allí, y siempre pensábamos que actuar ahí tiene que ser una pasada, así que vamos súper ilusionadas. Las directoras son dos mujeres maravillosas y estamos muy agradecidas de que hayan contado con nosotras.
Precisamente, durante estos cuatro años, María Goiricelaya y Ane Pikaza han hecho una apuesta especial por las nuevas dramaturgias en general, y por las que firman mujeres en particular.
–Y es algo que es necesario. Reconozco que, al principio, todo este tema de la paridad me resultaba un poco confuso, pero ahora creo que cada vez es más necesaria para crear referentes. Las mujeres no hemos tenido muchos y, como no veíamos en las programación ni directoras ni dramaturgas, pensábamos que era lo normal, que no estábamos destinadas a hacer esos trabajos, pero en el momento en que las programaciones han empezado a llenarse de nombres de mujer, las generaciones que vienen ya tienen ejemplos. Pasa un poco como con la selección femenina de fútbol. Gracias a ella, hay muchas niñas pequeñas que ya saben que pueden ser futbolistas. Y lo mismo pasa en las artes y en todo en general, así que creo que incentivar esta paridad es súper importante para nosotras y para todo el mundo en general.
"Los clásicos siguen siéndolo miles de años después y están vigentes porque hablan de los dramas y del alma humana, así que en ellos tenemos un bagaje de siglos"
Es que, hasta hace muy poco, la falta de mujeres en esos roles era sangrante. Parecía que solo podían acceder a determinados puestos feminizados.
–Sí, pero eso ha pasado en todos los ámbitos. Fíjate que el otro día entré en una librería en la que tenían un cartel muy interesante que ponía algo así que no es que antes no hubiera escritoras, es que estaban escondidas. Por ejemplo, ahora me estoy leyendo una novela de Elena Garrón, que era la mujer de Octavio Paz. Es triste tener que usar un macromachismo para presentarla, pero es que apenas es conocida... Pues resulta que escribió uno de los libros más importantes del realismo mágico del siglo XX, una auténtica maravilla. Yo he estudiado Filología Hispánica y no tenía ni idea de quién era. Claro, es que hay tantas escritoras invisibilizadas, y lo mismo ha pasado con la dramaturgia y con la dirección. Hasta hace poco, el papel de la mujeres se reducía a ser actriz, y muchas veces acompañando al héroe o en papeles no muy interesantes. Afortunadamente, todo esto está cambiando y en Las bingueras de Eurípides, por ejemplo, las protagonistas son mujeres de 50 años, a las que habitualmente se invisibiliza, que nos vienen a contar su historia.
Hace unos días, hablábamos con Beatriz Jaén, autora y directora de ‘Miguel Mihura comediógrafo’, y nos decía que esto no es una moda, sino que estáis aquí para quedaros.
–Qué bueno. Muchas niñas de 20 y 30 años vienen pisando fuerte y con mucho menos tabúes que nosotras. Porque el prejuicio más potente con el que me he encontrado yo ha sido el mío. Yo era mi mayor enemiga. Lo más difícil ha sido convencerme de que sí podía hacerlo, y es que ya traía de serie esos pensamientos. Es más, recuerdo que, antes, cuando iba a un teatro, entraba en la sala de las obras escritas y dirigidas por hombres. Pensaba que nosotras hacíamos esos trabajos peor que ellos. En mi generación, las limitaciones venían de serie, pero yo siempre tuve una lucecita ahí, dentro, que me decía que podía hacerlo igual o incluso mejor que ellos.
Hablemos de Las niñas de Cádiz. ¡La compañía nace de La Chirigota de las Niñas?
–Sí, bueno es una historia un poco larga. Nosotras llevamos muchísimos años investigando en este lenguaje. Teníamos una compañía universitaria allá por el pleistoceno, a finales de los 90, y, claro, aquí, en Cádiz, todo el mundo que es medianamente artista o tiene un vínculo no con la creación, pasa por el carnaval. Y sacamos nuestra chirigota. Los chicos no quisieron venir, y así empezaron a llamarnos La chirigota de las niñas, que es como en el sur se llama a las mujeres. En paralelo, cada una seguíamos con nuestra carrera, nos dedicamos profesionalmente a al teatro y luego nos encontramos con Antonio Alamo, dramaturgo, y creamos la compañía Chirigóticas, que seguía investigando en este lenguaje mixto de carnaval y teatro. Finalmente, ya sin Antonio, creamos Las niñas de Cádiz, en la que la escritura recaía ya solo en mí, y que ha servido para consolidar nuestro lenguaje. Ahora ya está maduro, no tiene costuras y es sólido, y la respuesta del público lo corrobora. Estamos trabajando mucho por todas partes; en Navarra hemos actuado en muchos sitios y las personas asisten entusiasmadas a las funciones. También hemos estado en Colombia y ha pasado lo mismo, lo que nos dice que usamos un lenguaje muy universal, pero, a la vez, con un mensaje muy genuino y muy nuestro.
¿En ese mensaje, el humor ocupa un lugar central?
–Absolutamente, No sé qué haríamos si nos tocase hacer algo más dramático. Seguramente lo mezclaríamos con el humor, como hacemos en Las bingueras de Eurípides. Todas las historias que hay detrás de las protagonistas son reales, historias de nuestras familias de mujeres en muchos casos con un historial de malos tratos. Pero las abordamos desde el humor. Es nuestra manera también de entender la vida y creo que también es una herencia de Cádiz, donde casi es imposible contar algo terrible sin poner una gotita de humor. Supongo que es una forma de supervivencia frente a las aristas de la vida. Cádiz es una ciudad con más de 3.000 años de antigüedad y sabemos que estamos de paso, que aquí no nos vamos a quedar nadie, así que una forma de aliviar ese dolor es el humor.
De hecho, hay asuntos serios que se trasladan mejor a través del humor.
–Totalmente. En Las bingueras de Eurípides hay un mensaje muy claro y el público lo recibe con carcajadas, pero luego, cuando llega a su casa, dice ‘madre mía, de lo que me he estado riendo’. Ahí es donde el humor juega su papel más importante. Es como la canción de Mary Poppins, con un poco de azúcar, la píldora sabe mejor.
¿Qué calificativos le pondría al humor de Las niñas de Cádiz?
–Diría que es un humor transgresor. No el humor por el humor, o un humor blanco; es un humor que sirve para decir cosas. No es tanto mala leche, sino que hay furia detrás de nuestro humor. Esto también viene del carnaval, donde los límites te los pones tú. Tocamos todo tipo de temas y lo hacemos sin pudor, y es que hay carcajadas que salen como una liberación.
¿Y qué encuentran en los clásicos, en este caso a Eurípides, para llevarlos a su terreno?
–Mucha inspiración. Por algo siguen siendo clásicos miles de años después y están vigentes porque hablan de los dramas y del alma humana, así que en ellos tenemos un bagaje de siglos. Además, en gran medida forman parte ya de la cultura popular. Puede haber quien no haya leído el Edipo de Sófocles, pero sabe quién es el personaje y lo que le pasa.
"A la la hora de escribir y dirigir, el prejuicio más potente con el que me he encontrado ha sido el mío. Yo era mi mayor enemiga. Lo más difícil ha sido convencerme de que sí podía hacerlo"
‘Las bingueras de Cádiz’ parte de ‘Las bacantes’, de Eurípides. ¿Es el policía conocido como El Suasenaguer, trasunto de Penteo?
–Sí. Hay dos policías. Uno es el chungo que quiere cerrarles el bingo a estas chicas. Aquí el bingo funciona como los ritos báquicos o dionisíacos que hacían las bacantes en el monte, solo que en vez de ser el gobernador de Tebas, Penteo es El Susasenaguer, un policía obsesionado con lo correcto. Justo lo contrario que Dionisia, que se opone a las normas establecidas. Junto a ellos está Servando, que sería una mezcla de Tiresias y Cadmo y funciona como un nexo entre los dos mundos. A su compañero le dice que en la vida hay muchas veces en que hay que irse al lado oscuro y saltarse las normas, que no se puede ser tan rígido. Esa es la lectura de la obra.