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"La literatura puede ser revolucionaria, pero ante todo debe comprometerse consigo misma"

Hizo lo que aconsejan no hacer: mandar el manuscrito de su primera novela directamente a una gran editorial, sin intermediarios. Y funcionó. Pablo Martín Sánchez presentó en el último Foro Auzolan 'El anarquista que se llamaba como yo', una historia vinculada a Bera de Bidasoa y Pamplona

"La literatura puede ser revolucionaria, pero ante todo debe comprometerse consigo misma"Foto: iban aguinaga

pamplona. En 1924 fue condenado a garrote vil el anarquista Pablo Martín Sánchez, acusado de atentar contra la dictadura de Primo de Rivera. Su homónimo, el escritor Pablo Martín Sánchez, atraído por la coincidencia onomástica, ha decidido reconstruir la historia de ese anarquista y, con él, recuperar momentos capitales del devenir de la Europa contemporánea, como el nacimiento del cine, el movimiento anarquista en París y en Argentina, la vida de relevantes intelectuales exiliados en Francia o la Semana Trágica de Barcelona. Es su primera novela, publicada por Acantilado.

¿Cuándo se dio cuenta de que detrás de su nombre había una historia digna de ser contada?

En cuanto leí la entradilla que salía en Google al poner Pablo Martín Sánchez, que hablaba de un movimiento anarquista, me dije: aquí seguro que hay una historia. Pero podía ser una historia más. En esa época trabajaba de librero, no tenía mucho tiempo pero aprovechaba los ratos libres para ir investigando sobre el anarquista. Y cuando recibí un préstamo para poder hacer mis estudios, dije: es el momento de escribir la novela. Me puse a investigar a fondo, y enseguida vi la historia.

¿Qué fue lo que más le motivó del personaje real?

Siempre digo que también habría escrito la historia si Pablo Martín Sánchez hubiese sido uno de los guardias civiles muertos. A mí lo que me sorprendió es que hubiese esa coincidencia onomástica, y la oportunidad de aprovecharla como un filón para escribir una novela. Del anarquista, lo que más me interesó es que era un personaje anónimo. No tenía ganas de explicar la historia de un héroe, en todo caso me apetecía explicar la historia de un antihéroe. Pablo Martín Sánchez fue uno más de los que participaron en ese intento revolucionario, y tuvo la mala suerte de que una bala se cruzó en su camino y le hirió, y ese fue el argumento principal del juicio para acusarlo y condenarlo a muerte.

Hay una historia de injusticia...

Sí, detrás hay una historia de injusticia clara, en un momento en que la dictadura de Primo de Rivera necesitaba dar un golpe sobre la mesa y demostrar a la sociedad española quién tenía el poder. De hecho, a los anarquistas que condenaron les hicieron dos juicios. En el primero, el sumarísimo, les declararon no culpables por falta de pruebas. Alguien desde arriba tuvo que decir: esto no puede ser, y se tuvo que repetir el juicio, llevarlo al Consejo Supremo de Guerra y Marina, y ahí es donde los condenaron a muerte. Y lo más grave es que en ese segundo juicio, el fiscal acusó por convencimiento moral. Ese fue su mayor argumento para llevar a esta gente a la muerte...

Aunque no sea una novela histórica, tiene mucho de investigación, ¿ha querido de alguna manera hacer un ejercicio de rescatar la memoria?

Sí, con esta novela me gustaría también recuperar esta historia que muy poca gente conoce, a pesar de la novela de Pío Baroja del año 31, La familia de Errotacho, que pudo escribir y publicar en ese momento porque era ya la República. De la dictadura de Primo de Rivera se han hecho pocas novelas, y desde luego si alguien quiere conocer la historia de verdad lo que tiene que hacer es irse a los libros de historia y a los archivos, pero sí espero poder contribuir a que la gente se interese por esos sucesos, y denunciar la injusticia que se cometió con estos anarquistas.

Pamplona está presente en la novela, por ser el lugar donde murió Pablo Martín Sánchez, ¿hay suficiente documentación de aquel suceso?

Bueno, hay varias versiones. Pero las crónicas oficiales dicen que murió en la cárcel de Pamplona suicidándose cuando iba camino del patíbulo. Y sin embargo Pío Baroja dice en su novela que el que fue a la tumba no era Pablo Martín Sánchez... eso forma parte del misterio de esta historia y de lo que a mí me llamó poderosamente la atención. Pero sí, los periódicos de la época, que no hay que olvidar que estaban todos censurados, lo que dicen es que cuando iban camino del patíbulo los tres condenados a muerte, Pablo Martín Sánchez se zafó de los guardias que le acompañaban y se tiró por la ventana. No deja de ser curioso cómo puedes zafarte de gente que te está custodiando, que te lleva al patíbulo... Y la autopsia no se hizo hasta el día siguiente, cuando la podían haber hecho ese mismo día... Hay una serie de detalles que hacen sospechosa la historia oficial. En todo caso, una sexta parte de la novela sucede toda en la cárcel de Pamplona, y en el lugar donde se hizo el ajusticiamiento, donde se instaló el patíbulo de garrote vil, que fue en el Camino de Ronda de la Prisón Provincial de Pamplona. Pero hay que decir que el pueblo de Navarra, casi te diría que al completo, pidió el indulto para ellos. Lo pidieron el Club Atlético Osasuna, la Cruz Roja, el Partido Socialista, el entonces obispo de Pamplona, Múgica... Pero no hubo manera, Alfonso XIII no quiso; no permitió que se indultase a los anarquistas que habían causado la muerte de los dos guardias civiles, por deferencia al Benemérito Instituto, que se decía entonces.

Los anarquistas de su novela encarnan ideales que hoy están dormidos o aniquilados, y eso que motivos para hacer una revolución no nos faltan...

Dormidos quizá sí, aniqulados no creo, porque son sentimientos que están en la propia esencia del ser humano. Pero no hay que confundir lo que era en ese momento el primer año de una dictadura, con mucha gente exiliada... Hoy es una dictadura de los mercados, la gente se exilia económicamente, pero en aquella época eran exilios ideológicos, que todavía es más visceral. Las situaciones no son idénticas desde luego, aunque se pueden comparar. En todo caso, hoy no se entendería un alzamiento en armas, estamos hablando de los años 20, una época de entreguerras... Y en nuestra época, ahora mismo, acaban de darle el Nobel de la Paz a la Unión Europea... Es representativo de que estamos en un momento en que parece difícil que se haga una tercera guerra mundial.

¿La literatura puede ser revolucionaria?

Yo siempre he sido partidario de lo que decía Oscar Wilde, que el arte es inútil. Claro que la literatura puede ser revolucionaria, pero a veces cuando pretende ser revolucionaria es cuando menos lo es, pensemos por ejemplo en el realismo socialista. Y a veces, cuando no lo pretende, es cuando es auténticamente revolucionaria, como el Ulises de Joyce. Ante todo, la literatura tiene que estar comprometida con la propia literatura. Los libros tienen que defenderse a sí mismos, antes que defender otras ideas.

Su anterior libro era de relatos, ahora en su primera novela se atreve con una obra muy extensa...

Sí, y últimamente he estado escribiendo mucho microrrelato, me apetecía un ritmo totalmente distinto. Me gusta aquello que decía Cortázar de que escribir novelas es un buen entrenamiento para escribir buenos cuentos. Me gusta pensar que uno escribe novelas para luego escribir ese microrrelato de seis palabras que no habría sido posible si uno no hubiese escrito antes una novela de seiscientas páginas.