La buena dirección Concierto de la ORQUESTA SINFÓNICA DE NAVARRA
Intérpretes: Orquesta Sinfónica de Navarra; Guillermo Pastrana, violonchelo. Dirección: Antoni Wit. Programa: Serenata para orquesta opus 2 de Karlowicz; Concierto para violonchelo y orquesta de Lalo; Primera sinfonía de Sibelius. Programación: Ciclo de la orquesta. Fecha: 14 de febrero de 2013. Lugar: Sala principal del Baluarte. Público: Casi lleno.
de nuevo, nuestro querido director principal invitado de la orquesta, Antoni Wit, hizo el milagro de suplir la limitación numérica de los efectivos de cuerda de la orquesta y conseguir una lectura de la Primera sinfonía de Sibelius vibrante, de extraordinaria pujanza, profunda y llena de contrastes; sacando fuerzas de flaqueza, consiguiendo de los profesores sonido, volumen, garra y voluntad. Wit vuelve a seducirnos no sólo con su proverbial ímpetu, sino también con sus dosis de refinamiento cuando la obra evoluciona hacia el detalle, el sosiego, o los matices en piano. Su dirección es milimétrica en cuanto al dominio de la obra -la dirige de memoria-, atento siempre a todas las familias orquestales; pero, a la vez, es profundamente evocadora, en un compositor arraigado en temas y paisajes muy propios. Abre la sinfonía la clarinetista Elisa López, con el sólo teñido de melancolía, muy bien interpretado, tranquila y lentamente cantado. A partir de ahí la orquesta se implica sobremanera con el excelente planteamiento del director que, como hemos dicho, no renuncia a obtener del conjunto la mayor y mejor sonoridad posible. Es verdad que hay pasajes en los que la cuerda no cubre a las incisivas trompetas -hace dos semanas escuchamos otra sinfonía de Sibelius con 23 músicos más en las secciones de la cuerda-, pero, en sus intervenciones estelares, se mantiene la tensión sinfónica, y ya desde la entrada, en fuerte, de los violines se aprecia su total entrega. Una versión arrebatadora, de la que el espectador no puede despegarse. Sin duda, de las mejores posibles, que puso fin a un concierto que el respetable consideró de esos muy agradables, aunque la primera parte ofrecía obras poco interpretadas.
Comenzó el programa con un compositor polaco desconocido para la mayoría: Mieczyslaw Karlowicz, cuya música está en la órbita de un grupo de compositores entre los que destaca Szymanowaki. Pero la obra que nos ha traído Wit a este concierto está más en la órbita de Tchaikovski; incluso en la de la Serenata para cuerda de Dvorak. O sea que, en ese sentido, aún siendo una música muy agradable al oído, es menos interesante. Eso sí, se disfruta de temas muy cantables, de un excelente solo de violonchelos y del siempre agradecido ritmo del vals.
Triunfó, también, en esta velada de músicas agradables al oído, el violonchelista Guillermo Pastrana. Tocó -también sin partitura- el Concierto para violonchelo de Lalo, conocido para nosotros por coincidir en temas con la Habanera de Sarasate. Pastrana ofrece un sonido muy hermoso, de amplio volumen, envolvente, sin mácula en la técnica, y de cercana calidez. Aborda el primer movimiento como un plano secuencia en el cine, o sea con un ligado fraseo donde van desarrollándose los temas sin que nunca falte el sonido, con una continuidad de arco que realza el indiscutible protagonismo del instrumento solista, donde la orquesta sólo subraya algún acento de fondo. Sus saltos en el mástil son precisos y preciosos en sonoridad, que no cambia en homogeneidad ni en los segmentos de puro virtuosismo. La orquesta se luce en la introducción al segundo movimiento. Y el chelista, granadino para más señas, aborda los temas hispanos de la obra con pellizco, con gracia, con naturalidad. A los aplausos respondió con una cálida y acunadora versión de la nana, de las siete canciones españolas, de Falla.