pamplona. Cuando el visitante se adentre en la retrospectiva que el Museo de Bellas Artes de Bilbao dedica a Nestor Basterretxea, va a encontrarse con algunas de las creaciones más fundamentales del arte vasco de la segunda mitad del siglo XX. Comisariada por Peio Aguirre y patrocinada por la Fundación BBK, la exposición consta de 240 obras de este artista multidisciplinar, que según confesó ayer, a sus 89 años atraviesa una etapa de su vida de una gran creatividad. "Cuando llegas a una cierta meta sería lógico dejar de crear, pero no agradable. Estoy haciendo unos dibujos monocromos, de ritmos abstractos, pero después me traiciono, los recorto y es un monte, o son paisajes. Si yo no pusiera el término paisajes nadie diría que son paisajes, pero ahí sigo, en la abstracción. Es una etapa artística difícil", asegura Basterretxea a quien no le importa seguir afrontando retos.
La exposición, que lleva por título Nestor Basterretxea. Forma y universo, propone una revisión de casi 60 años de una intensa trayectoria creativa en los que ha ensayado ampliamente con multitud de técnicas y expresiones artísticas: desde sus comienzos en la pintura hasta su irrupción en la escultura, pero sin olvidar la incursiones en el cine, el diseño industrial, gráfico y de mobiliario, los proyectos no realizados de arquitectura y urbanismo, la fotografía, el cartelismo o la escritura.
Basterretxea (Bermeo, 1924) se inició en el arte con la pintura, una época de la que recuerda que le influyeron acontecimientos como el exilio durante la guerra civil, cuando era un niño, la muerte de su padre, que era nacionalista... Porque su pintura siempre ha partido del impulso de ideas y sensaciones. Tras viajar a México y a Argentina, sintió que tenía una energía superior, y se acercó a los muralistas mexicanos como Orozco, un autor de grandes y coloridos murales. "Me gustaban porque luchaban por la recuperación del hombre libre frente a las dictaduras tremendas", confiesa.
En Argentina conoció a Oteiza, "en un momento desastroso de su vida, sin dinero y sin nada. Al poco tiempo regresó y cuando yo dejé Argentina, fui a verle; él ya había ganado el concurso de escultura de Arantzazu y me animó a que me presentara. Tenía 27 años, me presenté al concurso, lo gané, pero me fui a África a hacer la mili. Estaba recién casado. Estuve nueve meses en la mili. Cuando vuelvo, voy a Arantzazu a seguir con mi obra y es cuando surgen unos insultos contra Jorge y contra mí. Están capitaneados por el obispo catalán que había en Gipuzkoa y la cosa terminó en El Vaticano. Nos pidieron una memoria sobre los conceptos que íbamos a utilizar y unas copias de los dibujos. Los presentamos, sorpresivamente nos felicitaron por nuestro conocimiento religioso pero no les gustaron los dibujos, así que nos despacharon. Borraron las pinturas de la cripta y me quedé totalmente indefenso. Solo hace once años he podido completarlas". Precisamente en la exposición se pueden ver algunos de los escasos bocetos conservados para la basílica de Arantzazu.
El artista, referente del arte vasco, también explicó cómo descubrió la escultura, cuando un día al dibujar, "me di cuenta de que la línea rompe el plano y decidí hacer físicamente eso, cogí una hojalata y corté. Y ahí nació para mí la escultura". En la retrospectiva se pueden ver obras del momento del paso del plano al espacio, de la pintura a la escultura. Durante los años sesenta realizó sus primeras esculturas, como Toro (1961) o Signo (1962), piezas en hierro pero de apariencia liviana que a menudo sugieren el gesto de la mano del artista al dibujar sobre el papel.
En la galería que une ambos edificios también se puede contemplar una de las series más importantes de la escultura de todos los tiempos, Cosmogónicas, 18 esculturas en madera basadas en personajes mitológicos, fuerzas de la naturaleza y objetivos tradicionales de la cultura vasca, que el escultor ha decidido donar a la pinacoteca bilbaína. Además, también se pueden ver su serie Eguzki lore, y Friso de utensilios de artesanía vasca (1980), concebida para ser llevada a piedra y a escala monumental, e instalada en el aeropuerto de Foronda.
Tampoco podía faltar su obra Gernika 50, una de las obras que el artista bermeotarra realizó con motivo del 50 aniversario del bombardeo. O sus Volumetrías, termino que Basterretxea utiliza para referirse a los proyectos de arquitectura, de carácter utópico y ejecutados sobre papel, de los que el museo presenta una selección. Ni sus esculturas policromadas, resultado de varios años de investigación sobre las culturas precolombinas que el artista plasmó también en la serie de documentales para la televisión Arte y culturas en la América prehispánicas películas se podrán contemplar en una sala del museo de forma paralela a la exposición.
Un capítulo importante de la exposición está dedicado a Basterretxea como cineasta, desde su primer corto experimental Operación H (1963), hasta los documentales Pelotari (1964), Alquézar (1965) y su obra maestra, su largometraje Ama Lur (1968), un referente obligado del cine vasco, realizados con Fernando Larruquert. La retrospectiva de Nestor Basterretxea se puede ver en el Bellas Artes hasta el 19 de mayo.