Katharine hepburn
Diez años sin la temperamental diosa del cine, la única en conseguir cuatro Óscar
fue la gran dama del cine y una mujer independiente como pocas. Interpretó a María Estuardo o a Leonor de Aquitania, pero ayer, diez años después de su muerte, a Katharine Hepburn se le recordó por una de las carreras más brillantes de la historia del cine y comedias como La fiera de mi niña o Historias de Filadelfia.
Cuatro Oscar -la única en conseguirlos- de 12 nominaciones, todas ellas como protagonista, dos Bafta del cine británico, premios de interpretación en Cannes y Venecia son solo algunos de los reconocimientos al trabajo de la estrella femenina más importante de los primeros cien años del cine norteamericano, a juicio del American Film Institute.
De una familia de clase alta de Connecticut, Katharine Houghton Hepburn (1907-2003) se crió en un ambiente mucho más libre de lo habitual en la América de las primeras décadas del siglo XX. Su madre, sufragista muy activa en política, le ayudó a valorar su independencia y a expresar sin tapujos sus opiniones.
Tuvo una infancia feliz rota por el suicidio de su hermano Tom cuando tenía 14 años. Fue un hecho que aumentó su ya enorme timidez, aunque al mismo tiempo le hizo refugiarse en la ironía y sarcasmo que se convertirían en dos de los principales rasgos de una personalidad muy marcada, tanto que le tacharon de arrogante y altiva. Esto parecía no importarle lo más mínimo, pues en más de una ocasión afirmó que "los enemigos son muy estimulantes".
La actriz mantuvo varias relaciones con hombres tan conocidos como John Ford o Howard Hughes antes de protagonizar uno de los escándalos más sonados de la época al unirse a Spencer Tracy, casado y firmemente católico. Vestida siempre con pantalones, su imagen era tan masculina que destilaba feminidad. Era sofisticada hasta límites insospechados, lo que hizo de ella, sin pretenderlo, un icono de la modernidad y de la moda.
Inteligente y de lengua afilada, Hepburn se mantuvo siempre al margen del ambiente de Hollywood y tuvo una vida que ella misma calificaba de "afortunada y feliz". A ello contribuyó una profesión en la que siempre se sintió cómoda y rodeada de una libertad difícil de encontrar en un espacio más tradicional.
Medio centenar de películas componen una carrera que se prolongó de 1932 a 1994 y en la que también hubo espacio para grandes obras de teatro que la consagraron como una de las más grandes actrices de todos los tiempos. Una carrera llena de momentos gloriosos y una vida plena resumida en una de sus frases: "No lamento nada de lo que he hecho, lo disfruté en cada momento".
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