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"No hay personajes difíciles o cerrados; los rostros generalmente lo cuentan casi todo"

Alargando las orejas, la frente, el cuello, la nariz... Con los ojos hundidos, sombreados de tristeza, cansancio o maldad... De perfil, de frente... Las ilustraciones del dibujante argentino son inconfundibles. En color o en blanco y negro, su trazo radiografía el interior de los personajes

"No hay personajes difíciles o cerrados; los rostros generalmente lo cuentan casi todo"Patxi Cascante

pamplona. Para Agustín Sciammarella, que ayer protagonizó una entrevista con público en el marco del 4º Salón de Cómic de Navarra, no hay caricatura fácil o difícil, solo un trabajo por hacer en más o menos tiempo. Es un profesional, tal y como lo demuestran ya sus dos décadas en el diario El País, donde su trabajo contiene, muchas veces, tanta información como un texto. Sabe que algunas de las personalidades que ha retratado no están conformes con el resultado, pero "no me importa en absoluto", porque, en esto, su percepción es la que manda.

Caricaturista, ilustrador, pintor y también ceramista y escultor.

Sí, la cerámica me ha proporcionado una forma de expresarme usando las dimensiones y el volumen. Este trabajo me resulta muy atractivo. Es un paso más allá.

Existe un tópico en torno a la caricatura, y es que se fundamenta en la deformación de los rasgos más destacados del original; sin embargo, en su caso, a veces parece que crea otro original.

No creo que la caricatura deforme a la gente; lo que pasa es que todos tenemos una percepción de las personas. Y cuando retienes la imagen de alguien no lo haces como si le hicieras una fotografía, sino que más bien te quedas con flashes, con detalles. Se te quedan mínimas historias de una cara, de un rostro, de un movimiento, de un cuerpo. Por eso creo que la caricatura no pasa por deformar, sino por recordar. Incluso cuando uno trabaja con fotografías para dibujar busca estos detalles, esos momentos.

Al final, las personas somos gesto, movimiento.

Sí, somos formas, y esas formas siempre están alteradas en la memoria. Cuando yo dibujo a alguien, plasmo mi percepción de ese personaje y si el lector se identifica con ella, se establece una comunicación de ida y vuelta.

Sus ilustraciones se identifican enseguida, ¿cómo fue el camino para encontrar ese trazo, esa seña de identidad?

Es un proceso largo, como el de cualquier trabajador. Hay que ir buscando formas, cosas, líneas... Todos los dibujantes hacemos un viaje individual. Hay quienes mantienen una línea toda la vida y otros vamos cambiando, como se aprecia en la muestra. Lo personal siempre está ahí.

¿Por quién se ha dejado acompañar en ese viaje individual? ¿De qué fuentes ha bebido?

De muchas. Por supuesto, de la caricatura he aprendido mucho. Igual que el que escribe lee para aprender y para conocer más, los dibujantes debemos mirar, observar y aprender continuamente. No solo me fijo en caricaturistas contemporáneos, sino también de antes. Y, por supuesto, en pintores como Egon Schiele, Gustav Klimt, Leonardo... A lo largo de la historia hay tanto material y tanto por saber.

¿Esos cambios que señala en su obra se deben a las distintas etapas de su vida como artista y como persona?

Sí, todo afecta. Pero no solo las circunstancias de la vida, sino también te movilizan las que atraviesa el país en el que vives. Cuando uno lleva muchos años en un país ya lo considera suyo y siente todo lo que le ocurre. Eso me pasa a mí.

¿Se atreve a definir su trabajo?

No sé... Trabajo de una forma muy intuitiva y no sabría decir si tengo un estilo propio, solo tengo mi manera de ver a la gente.

La psicología del personaje está muy presente en su trabajo, ¿se ha encontrado con alguno muy obtuso o impenetrable que le haya resultado difícil de captar?

No, en el fondo, la mayor parte de los personajes ya se han mostrado en varias ocasiones y por más cerrados que sean siempre te ofrecen la posibilidad de investigar un poco. Además, generalmente los rostros lo dicen casi todo.

Aunque no queramos.

Así es (sonríe). Si una cara está maquillada es por algo, y si está lavada, también. No es lo mismo dibujar a Marilyn maquillada que en otra situación.

¿Y tiene preferencias?

Hombre, siempre es más agradecido dibujar gente que te produce buenas emociones, pero, igual que al periodista, me toca hacer de todo. Si hay que dibujar a Rajoy o al ministro de turno, pues lo haré lo mejor posible.

En este momento, de este país saldría un lienzo tremendo.

Denso, sí (ríe). Pero, aunque nos guste más o menos, este es solo otro momento político. Denso realmente era cuando no se podía dibujar al jefe del Estado porque era un dictador o que te persigan o te desaparezcan por eso. Ahora es cierto que vivimos momentos complicados, pero yo vengo de un país en el que siempre ha sido así (ríe) y ahí está. ¿Qué país que no los tiene? No hay que olvidar que aquí estamos mucho mejor que en otros países del mundo.

Es dibujante, pero también informador.

Es que en prensa hay que entender que está la parte escrita, la fotografía, la infografía y la ilustración. Y todos informamos.

¿A qué cree que se debe el nuevo auge del cómic, la novela gráfica o la ilustración; nos hemos cansado de la sobresaturación de imágenes diaria?

Siempre buscamos otro punto de vista; si no, nos acomodaríamos mucho. Además, el cómic es muy antiguo. Son distintas maneras de relatar y los formatos gráficos son atractivos. Es un poco un retorno, todo esto nos anima a mirar y a leer. Lo interesante es que el lector pueda leer un dibujo; yo no pongo textos en mis dibujos, pero intento provocar que la gente se detenga a leerlos, que no pase la página rápidamente, si no que se pare un poco.

¿Alguna persona se ha quejado porque no le gustan o no se reconoce en sus caricaturas?

Si no se reconocen, me da igual (ríe). Y si se quejan, también, porque es por algo; de algún modo le habré llegado... Recuerdo cuando hace unos años no dejaban entrar fotógrafos al juicio de Banesto y a Ekáizer se le ocurrió que podíamos hacer una cobertura ilustrada. Y me tocó ir a las sesiones, que eran un rollo tremendo, pero como estaban todos los imputados, podía tomar apuntes. Era curioso, porque al día siguiente me venía el acusado de turno a pedirme que le dibujara más flaco, más joven, mejor peinado... No, si alguien se queja, es lo que hay.