pamplona. Primera novela. ¿Cuándo supo que había llegado el momento de dar el salto a la ficción?

De algún modo me lancé después de ver el éxito que tuvieron dos obras mías, Pequeña historia del mundo y Pequeña historia de los exploradores, en las que ya introduje la ficción y diálogos. Es un poco insólito porque me ha ido muy bien en el ensayo, en la crónica histórica, en la historia y tengo miles de lectores.

Pero tenía esa inquietud.

Sí, como había tocado ya todos los palos de la historia -la de España, del mundo, del arte, de la literatura, para dummies-, me acordé del adagio latino que dice audaces fortuna iuvat (la fortuna ayuda a los audaces), y me lancé a ello. Además, yo creo que la historia es la ciencia del cambio, sin embargo, en su forma de transmitirse, de contarse, no ha cambiado mucho, de ahí que tenga esa fama de algo pesado y truñero, y yo, al igual que rompí con esa idea con mis libros de divulgación, quería buscar las posibilidades que te da la literatura para crear un relato que llegue a todos los públicos.

Alguna vez ha comentado que la literatura le ofrece más capacidad para expresar los arañazos del tiempo.

Sí. La literatura siempre ha tratado mejor a los perdedores que la historia, que siempre se dice que la hacen los ganadores. La ficción se ha metido en el corazón de los perdedores y ha tenido mucha más empatía con los arañazos del tiempo. En su día yo escribí una historia de los perdedores y ahora quería utilizar los recursos literarios para crear una novela que en buena medida es una narración sobre el tiempo, sobre el tiempo feliz que ha pasado y que se recuerda desde una situación de desgracia y de tristeza.

A pesar de haber publicado tanto, ha manifestado alguna vez que tuvo cierto miedo al fracaso con la ficción.

Mucho. Tuve miedo a la hora de crear la trama, por eso he tardado más de dos años en escribirla. Al principio me centré en crear los personajes, todos con grandes personalidades, y en construir un relato verosímil. Cuando lo tenía todo pensado y preparado, plasmarlo me costó menos porque ya estoy acostumbrado a escribir rápido. Además, como tengo esa sensibilidad histórica que se presume a cualquier historiador, contaba con que no iba a incurrir en los anacronismos en los que algunas novelas históricas incurren.

Pues habrá espantado rápido el miedo porque ha ganado el Premio Alfonso X de Novela Histórica y está funcionando muy bien con los lectores.

Y estoy emocionado. Mi expectativa era grande porque pensé que los miles de lectores que me habían seguido en la historia me podían seguir en la literatura y que también era posible incorporar gente que lee solo novela, que es mucha en España, sobre todo mujeres. Pensaba que podía ocurrir eso y así es.

¿Por qué el siglo XX y por qué ese período en concreto?

Pues porque el siglo XX probablemente es el que más pesa todavía sobre nosotros. Si Camus dijo que el siglo XX era el siglo del miedo, creo que había que dar respuesta a este sentimiento a través de la novela. Bueno, en realidad ya se ha hecho en innumerables ocasiones con textos maravillosos de los que yo me he nutrido a lo largo de los años. Obras como las de Joseph Roth, Günter Grass, Cesare Pavese y, por supuesto, Thomas Mann. Además, hay escritores españoles que toman vida en el texto, como Valle-Inclán y Galdós. En la novela quería explicar el cambio del mundo y plasmar la sensación un poco lampedusiana de cómo afectan los cambios a las personas. El relato habla del miedo a que el mundo que uno ha vivido ya no esté después de una guerra mundial y también de que las grandes pasiones humanas son independientes de la época.

De hecho, esta también es una novela de amor.

Sí, es que en tiempos revueltos y en años de llamas también se puede experimentar y buscar el amor, aunque seguramente con mayor complejidad que en una época de paz. Esto le sucede al protagonista, Ángel Bigas, que está enamorado de una mujer que escapa de la Rusia aun bolchevique y con el tiempo persigue su recuerdo.

El amor como gran fuerza motora.

Claro, nada se inventa en la literatura ni casi en la vida misma. Como se dice en un momento de La Divina Comedia de Dante, 'no hay mayor dolor que acordarse del tiempo feliz en la miseria'.

Pero olvidar es peor.

Sí, el olvido nos deja disminuidos. El olvido nos impide vivir el pasado, que en buena medida es el presente. San Agustín decía que el presente tiene tres lecturas: el presente para ver el pasado, el presente para vivirlo y el presente para preparar el futuro.

¿No somos a veces muy osados al obviar el pasado y al pensar que todo lo hacemos por primera vez?

Sí, y sobre todo disminuimos nuestra capacidad para hacer las cosas mejor, para vivir, para gozar... A veces, la fugacidad, las ganas de vivir con rapidez nos impiden tener una conciencia histórica que nos serviría para ver cómo en otros momentos se han resuelto problemas que tenemos ahora. Si olvidamos, nos encontramos castrados.

¿De dónde ha sacado a Ángel Bigas, a este diplomático, escritor, espía...?

Empecé inspirándome en un personaje que enseguida me desbordó, Ramón Basterra, que era diplomático y escritor, pero el protagonista al final no tiene nada que ver con él. Además, Ángel Bigas me servía también para describir la caída de la burguesía vasca en la Transición. Mediante su propia vida y la de su familia este personaje podía expresar la quiebra de una sociedad esplendorosa y dinámica. Además de eso, Bigas es un diplomático comprometido, que no es muy habitual, y no se muerde la lengua, lo que le trae graves problemas, sobre todo en la Italia de Mussolini, que es una de las partes centrales de la novela, que abarca hasta el primer franquismo.

¿Qué puede aportar este relato en el momento actual?

Esta época no tiene nada que ver con las anteriores, pero sí es cierto que hay cosas que no cambian, como el corazón y el pensamiento humano y hay momentos que nos deben servir como ejemplo. Esta novela nos hace ver que ese empacho de ideologías que vivimos en el siglo XX ha dado paso a la banalización, a pensar que cualquier persona con ideología y con deseo moralizante es un aguafiestas.