Dos son los principales escritores americanos cuyos centenarios, los de sus nacimientos, pueden celebrarse el presente año: el ensayista y poeta Octavio Paz (de quien ya se ha hablado largo y tendido, aunque también con el cuidado suficiente para no meter la pata) y el poliédrico autor Julio Cortázar. Del mejicano, recordaremos siempre sus libros Libertad bajo palabra y El laberinto de la soledad, referencia (ésta) para los intelectuales hispanoamericanos del pasado siglo. Del autor de Rayuela, el 26 de agosto es el día de la bestia: el argentino nace en Bruselas.

Y en Bruselas nace el espigado escritor, sí, el que, según algunos, se trasladaría a París a mediados de la pasada centuria para adquirir fama, si bien muchos lo recuerdan (para quererlo, para odiarlo) como garante de la revolución (¡!) en el continente americano, donde llegaría a apoyar a quienes poco antes habían accedido al poder en algunos países, origen de libros como Nicaragua tan violentamente dulce (1984). Cortázar, para aquel entonces, ya se había labrado una merecida reputación de autor original gracias a obras poéticas como Los reyes, conjunto de relatos como Bestiario y novelas más que sorprendentes.

Su obra maestra (lo es para muchos estudiosos?) ya conoció su centenario el año pasado: reediciones y reimpresiones de Rayuela (1963) la dieron a conocer a quienes no sabían de la habilidad de Cortázar para crear historias alucinantes a partir de estructuras narrativas arriesgadas, como las de La vuelta al día en ochenta mun-dos. En unas, mandan las ganas de confundir al lector a través de relatos paralelos realmente sugestivos y en otras, lo que se hermana es un conjunto de géneros y estilos, con ironía e incluso una profunda melancolía.

Es el momento ideal (¿cuál no lo es?) para conocer la influyente literatura de un escritor del que Andrés Amorós aseguraba, a finales de los 70 del pasado siglo, que se “burla del principio de causalidad y de la exigencia de verosimilitud en las novelas”. Hombre, burlarse, burlarse, Cortázar, en vida, se burló de tantas cosas? Y todavía colea: Alfaguara y Alianza no se cansan de revisitarlo: haz tú lo propio con ellas? En la salud y en la enfermedad.