Ethan Hawke se rebela contra los ‘drones’ en ‘Good Kill’
Andrei Konchalovsky presentó ayer un delicioso docudrama sobre la vida rural en Rusia
venecia - Ethan Hawke abre el debate moral sobre el uso de drones en las guerras con Good Kill, de Andrew Niccol, en la que interpreta a un esquizofrénico piloto estadounidense que se pasa doce horas al día matando talibanes desde un cuarto oscuro en Las Vegas.
La película, su reencuentro con el director de Gattaca y El señor de la guerra, cerró ayer la competición oficial por el León de Oro en el 71º Festival de Venecia, entre débiles aplausos y algún abucheo por un desenlace que parece pensado para la taquilla. “Creo que la historia se limita a mostrar la complejidad del asunto, sin decantarse por ningún lado”, dijo Hawke en rueda de prensa, acompañado por Niccol y sus compañeros de reparto, January Jones (su esposa en la ficción) y Zoe Kravitz. “Se trata de toda una generación de soldados que se tienen que plantear preguntas que nadie se ha hecho antes, que se pasan el día combatiendo a los talibanes y luego van a recoger a sus hijos al colegio, con el caos mental que eso supone”, explicó el actor, padre de cuatro hijos en la vida real.
Aunque el Departamento estadounidense de Defensa se negó a colaborar en el filme, Hawke y Zoe Kravitz mantuvieron entrevistas con expilotos de drones para preparar sus personajes. “Lo que descubrimos es que es increíblemente aburrido, se pasan horas metidos en una caja y muy a menudo sin hacer nada”, apuntó la hija del músico Lenny Kravitz. En un momento dado, el guión lanza una pulla al presidente de EEUU, Barack Obama, ironizando con la concesión que le fue hecha del Premio Nobel de la Paz, pero Niccol, el director, cree que la eventual crítica puede ser extensiva a los republicanos. “El programa de drones es completamente bipartidista. Empezó con George W. Bush tras los ataques del 11-S y se extendió con Obama. Es de las pocas cosas en las que todo el Congreso norteamericano ha estado de acuerdo”, afirmó. Hay más latigazos evidentes, como cuando el personaje de Kravitz se pregunta “desde cuándo nos hemos convertido en Hamás”, pero Niccol insistió en que su idea era no tomar partido. “En todo caso, es una fábula de advertencia”, dijo.
También en la sección oficial, el director ruso Andrei Konchalovsky presentó ayer un delicioso docudrama sobre la vida rural en Rusia. Basado en una investigación real y protagonizada por actores no profesionales, The Postman White Nights cuenta la historia de los habitantes del entorno del lago Kenozero (norte de Rusia), una pequeña comunidad aislada que mantiene los hábitos de vida de sus ancestros. El cartero del pueblo, Aleksey Tryaptisyn, es la única conexión que tienen con el mundo exterior, hasta que un día alguien le roba el motor de su barca y la mujer de la que está enamorado se va del pueblo en busca de una nueva vida.
A Konchalovsky le vino la idea al leer en la prensa una terrible estadística según la cual, en los últimos cinco años, el número de pueblos ha disminuido de 51.000 a 34.000, y que la mayoría no tiene más de 10 habitantes. La paradoja, cómicamente reflejada en la película, es que, mientras esas personas viven sin servicios básicos como médicos, electricidad o policía, no muy lejos de ahí la poderosa maquinaria del gobierno es capaz de lanzar cohetes al espacio.
Laurent Cantet, Premio de Venice Days El realizador francés Laurent Cantet ha ganado el premio de la sección paralela Venice Days Jornadas de los Autores con su visión del exilio cubano en Retorno a Ítaca. “En condiciones muy limitadas de tiempo y espacio, el cineasta logra un trabajo complejo y emocional sobre los secretos del pasado”, dijo ayer el jurado de este premio (trofeo y 20.000 euros a repartir entre el director y el distribuidor internacional, que deberá usar su parte para promocionar el filme).