Amparo Larrañaga: "Mis hermanos son mis mejores amigos"
Baluarte acoge este fin de semana 'El nombre', una comedia francesa en la que la actriz madrileña ejerce de pacificadora en medio de una tormenta familiar
pamplona - Repiten con autor francés, así como con Jordi Galcerán en la adaptación. ¿Qué tiene este humor del país galo que lo hace tan sofisticado a la par que cotidiano?
-Bueno, depende de las obras y de las películas que hagan. De todas las que estrenan al año, nos llegan tres o cuatro, así que no creo que tenga tanto que ver con que sea francesa o no, sino con el hecho de que hay algunas como esta que conectan muchísimo con el espectador. El nombre ha funcionado en todas partes. Tiene algo que toca a todo el mundo. Esto, junto con la dirección de Gabriel Olivares y la adaptación de Jordi Galcerán, ha hecho que sea una buena propuesta muy bien construida y con una dirección muy dinámica. Sin olvidar la buenísima elección del grupo actoral.
¿Qué cree que es ese algo?
-No sé, pero como habla de una familia y todo el mundo tiene una, seguramente la gente se siente identificada. Por un lado, la obra tiene un humor muy blanco y, a la vez, habla de escritores y pensadores que todo el mundo reconoce, lo que le da un toque culto, sin ser pretenciosa. Además, los personajes son muy reconocibles. Están el intelectual que pasa del dinero, el capitalista al que le encanta el dinero; mi personaje, que ha tenido que renunciar a muchas cosas para anteponer a su marido, pero que es feliz; la ejecutiva moderna que no se deja pisar y el muchacho al que todo el mundo adora como a una mascota y que guarda un gran secreto...
La obra debe su éxito en gran medida a la estructura.
-Es que es una estructura milagrosa. Lo del nombre es una excusa para que empiecen a salir un montón de demonios, de cosas con las que la gente se muere de la risa. A partir de esa anécdota, todo se va liando entre los personajes, que tenían muchas cosas que decirse. Y te va sorprendiendo, se va pasando de un tema a otro y cada uno es más divertido que el anterior... La obra pasa súper rápido y el público casi ni se da cuenta. Gusta a todo el mundo, a la gente joven, a las mujeres, a los mayores, a hijos y padres...
¿Qué me dice de su personaje?
-Pues es un personaje diferente a los que suelo hacer. Se enamoró muy joven y se casó con un hombre con el que es muy feliz, pero ha tenido que renunciar a cosas. Es una mujer buena, con un carácter muy afable, unidora, empeñada en que nadie discuta... Y, claro, yo estoy acostumbrada a ir siempre con el látigo (ríe), haciendo mujeres de carácter y esta es distinta, por eso me gusta también.
Seguro que muchas mujeres se identifican con ella, que parece ejercer de pegamento de la familia.
-Es el pegamento, la unidora. Si no fuera por ella, quizá estos dos amigos no tendría relación, porque no han podido tener vidas más diferentes.
Se le nota muy a gusto con la obra y con el equipo.
-Es que somos felices trabajando, nos lo pasamos muy bien, hemos creado un grupo no solo de compañeros, sino también de amigos, y la obra ha tenido mucho éxito. En una época como esta, llenamos un día sí y otro también en Madrid y es una gozada.
Acabarán las funciones agotados, porque es la escalada hilarante va in crescendo
-Sí (ríe), puede que si el monólogo de mi personaje fuera al principio me cansaría menos, pero la obra está muy bien construida y tiene que ser así. Me paso la obra sin parar, todo el rato entrando y saliendo, porque estoy cocinando, voy a ver a los niños, recibo a los que llegan... Y justo cuando ya estoy agotá (ríe), me toca el monólogo, que es una burrada, lo digo a toda velocidad y a la gente le encanta. Pero sarna con gusto no pica. Y es asombroso que, aunque estrenamos en abril, todavía nos lo pasemos tan bien y que sigan saliendo cosas nuevas. Es un gusto encontrar un grupo de gente tan solvente, con tan buenos actores, con esa vocación y esa ilusión. Son muy buenos trouperos (ríe).
Por lo que comenta, el texto nos habla de cómo somos, de cómo creemos que somos y de cómo nos ven los demás.
-Así es. Muchas veces son los otros los que nos cuenta quiénes somos, y lo mejor es que no nos reconocemos ahí. En este caso, los dos protagonistas son tan diferentes entre sí... Precisamente, esta obra habla también de la gente que tiene mucho sentido del humor y de quien no tiene ninguno. Me encanta cómo el personaje de Antonio Molero puede levantar unas carcajadas impresionantes con un cabreo monumental y sin intención de hacer reír.
¿Qué papel juega el sentido del humor en la vida de Amparo Larrañaga?
-Pues es fundamental, lo he mamado de mi familia; tenemos una gran capacidad de reírnos de nosotros mismos y de hablar muy claro, pero nunca desde el drama, a no ser, por supuesto, que la cosa sea realmente dramática. La persona que escogí para estar a mi lado tiene un gran sentido del humor y se lo inculco a la gente que tengo alrededor, porque no deja de ser algo que relativiza cosas que muchas veces convertimos en muy importantes cuando no lo son y nos perdemos momentos felices.
¿Y qué le enfada?
-Las injusticias sociales me sacan de quicio, más que la política, que también me enfada bastante. Cuando veo situaciones como las que suceden hoy en nuestra sociedad, me pongo mal. Los que podemos deberíamos poner nuestro granito de arena para luchar contra ellas.
El Nombre plantea una reunión familiar, las citas de los Larrañaga-Merlo tienen que ser memorables.El Nombre
-Nos reunimos poco, no te creas.
Igual es que ya se ven demasiado.
-Y tanto que sí. Llegó un momento en que las Navidades eran insoportables. Imagínate a un montón de gente hablando de lo mismo (ríe). Además, unos se separaban, algunos iban, otros venían... Y ahora que ya por la edad estamos muy estables, celebramos cada uno en nuestra casa. Es que hablamos todo el rato, nos vemos constantemente... Siempre digo que teniendo a mis hermanos para qué quiero amigos. De hecho, son mis mejores amigos. Cuando hace falta, ahí están, al pie del cañón. Nuestra relación es continua, nos llevamos muy bien y no tenemos problemas. Fíjate que mi hermano Pedro y yo, que nos llevamos 17 meses, ya montamos nuestra primera compañía cuando teníamos 24 y 22 años.
Será que saben a la perfección qué lugar ocupa cada uno en el negocio.
-Claro. Él dice que tiene a sus ases, que somos sus hermanos y su mujer, y con eso salimos adelante. Y nosotros sabemos que tenemos que respetar su visión. Somos conscientes que eso conlleva una servidumbre y que a veces tenemos que hacer cosas que igual no nos apetecen mucho, pero las haces encantada porque hacerlo con ellos significa un mundo. Trabajamos pensando no solo lo que necesita nuestra familia, sino todas las familias que viven de lo que hacemos.
Gestionar el Teatro Maravillas será mucha responsabilidad, pero también una actividad bonita.
-Es muy bonita y te da muchas alegrías. Hoy en día la producción está más parada y no solo por el IVA, sino por otras cosas como que no te puedes permitir estar fuera de los servidores de Internet, con lo cual te encuentras con un 40% de impuestos. Además, hay que montar espectáculos, pagar nóminas fijas, igual tienes a diez o doce personas girando y un total de 70 entre todo lo que hacemos... Así que es lógico que las producciones se limiten. Por lo menos nos tenemos a nosotros, ahora estamos montando solo para Maribel (Verdú), para mi hermano Luis y para mí, además de algún que otro compromiso. Y es una pena, porque así hay más técnicos, más carpinteros o más transportistas parados. Y quiero insistir en que lo duro de la gestión de teatro se lo lleva mi hermano Pedro. Claro que seguro que él diría que sin nosotros tampoco es nada,
Son un equipo.
-Somos un equipo, así que teniendo claro qué lugar ocupamos cada uno, todo va bien. Y el hecho de que todos tengamos una relación tan estrecha ha provocado que la experiencia teatral también vaya más allá. Trabajar con gente a la que quieres, con la que te llevas fenomenal y con la que llegas al éxito es una labor de equipo total.
El conflicto de esta obra se desata por la elección de un nombre, en el caso de los hermanos Larrañaga/Merlo, llevan los de ilustres miembros de la saga, ¿le ha pesado el suyo alguna vez?
-A mí no, nací con él, así que lo tenía asumido desde el principio. Respecto a la profesión, es verdad que hubo una facilidad de entrada, no tuve que tocar la puerta porque ya estaba dentro del sitio en el que quería estar. Pero esto no garantiza ninguna continuidad, eso te lo tienes que ganar. Y luego, sí que es cierto que cuando empecé sentía una necesidad constante de demostrar lo que valía, y está bien porque eso me hizo crecer. Pero estoy hablando de hace mucho, porque entonces tenía 15 años y voy a cumplir 52...