los verdaderos protagonistas son ellos, gente con historias reales de muerte, violaciones y abusos que tiene memoria y ganas de decir cosas”. Así se refirió el artista Abel Azcona a las cerca de cuarenta personas, familiares de fusilados y exiliados de la Guerra Civil, que ayer por la tarde se sumaron a su performance, dejando que les enterrara simbólicamente sobre el frío y mojado suelo del Monumento a los Caídos de Pamplona, “donde descansan plácidamente los restos de dos de los que ordenaron la muerte de sus seres queridos”. Arcadio Ibáñez, que perdió a su padre y a cuatro tíos, aportó la tierra.

Bajo una lluvia fina, pero constante, y un cielo gris plomizo, Azcona llevó a cabo su primera acción colectiva de clara intención política. Y lo hizo con la colaboración de la Asociación de Familiares de Fusilados de Navarra, que también invitó a participar a un grupo de una entidad hermana de Toulouse que acudió a la ciudad para celebrar el Primero de Mayo. Después de una intensa comida en la que muchos de los asistentes compartieron con el artista sus estremecedoras experiencias, todos se dirigieron a la plaza Conde de Rodezno, cuyo nombre hace alusión a otro franquista, para llevar a cabo esta iniciativa que forma parte del proyecto Enterrados, con el que el performer se acerca al activismo “con la seguridad de que sus reivindicaciones tienen ahora más poder y alcance que nunca”. Así lo explica Marisol Salanova, crítica de arte y comisaria de esta propuesta que emplea la tierra de hoy como metáfora de la que engulló los cadáveres de centenares de personas que todavía hoy permanecen desaparecidas, “y cuya trágica historia es rescatada desde el mundo del arte” a través de la intervención en directo, pero también de vídeos y fotografías que próximamente se exhibirán en Madrid, pero también en ciudades de Estados Unidos y Guatemala, trasladando a miles de kilómetros la “desmemoria” que aun existe en Navarra y en España. Un país donde, a juicio de Azcona, “no hay memoria histórica ni memoria personal ni memoria de ningún tipo; todo es tabú”.

Pues bien, ayer mucha gente que lleva décadas buscando a los suyos por las cunetas y los descampados compartió su dolor por la pérdida de abuelos, padres, hermanos, tíos... y su sed de justicia en la misma piedra con la que en su día se erigió “un monumento fascistoide” a mayor gloria de cruzados.

cinco desaparecidos “Llenando de gente esta explanada cercana a donde están enterrados quienes mandaron asesinar a sus familiares intentamos dar la vuelta a esa historia, cambiarla”, afirmó el artista, “muy agradecido” y “emocionado” al ver cómo personas de entre 80 y 90 años aguantaron durante alrededor de media hora el rigor pétreo del suelo, la lluvia y la tierra sumidos en el silencio y el recuerdo. Entre ellos, Arcadio Ibáñez, de Miranda de Arga, que no conoció a su padre porque lo fusilaron poco antes de que él naciera. También mataron a cuatro de sus tíos. “Y aun no sabemos dónde están, desde 1978 andamos buscándolos; al principio nadie nos ayudaba en los pueblos, no nos informaban lo suficiente, pero ahora eso ha cambiado y hay gente sensata que, incluso siendo de familias de derechas, quiere echarnos una mano, y eso es un triunfo, un reconocimiento”, comentó Ibáñez, que se mostró muy emocionado, “jodido” y abrumado ante la acumulación de recuerdos. “Lo que yo he pasado no se lo deseo a nadie”, dijo minutos antes de tenderse también él en el suelo y de ser cubierto con su propia tierra, “la mejor que tenemos”, que trajo de su huerta.

No muy lejos de allí deambulaba tomando fotos Isaac Casares, donostiarra de casi 94 años, que visitó Pamplona con el grupo de Toulouse. Vive cerca de la localidad francesa desde principios de los 40, cuando aun no había cumplido la 20. Llegó después de un largo periplo que comenzó a los 15 años tras alistarse en el batallón Azaña y participar en la batalla del Naranco, y de pasar por Bilbao, Cantabria y Cataluña antes de cruzar la frontera “el 6 de febrero de 1939”, recordó. Nada más pisar el país galo pasó por varios campos de concentración como el de Argelès y el de Bram; después comenzó a ganarse la vida como pudo y en 1942 se casó con una joven polaca con la que compartió 56 años de su vida. “Y entre tanto estuve en la Resistencia y el 1 de marzo de 1944 me marché al maqui francés”, contó ayer con una naturalidad pasmosa. En enero de 1945 desmovilizaron a la guerrilla “y formé parte de la liberación de Burdeos”, y tiene la medalla que lo acredita, así como la insignia de la ciudad de Argelès y otros reconocimientos como antiguo combatiente. En cuanto a la performance de ayer, dijo que le pareció “muy bonita” y tomó unas cuantas fotos con su cámara digital como recuerdo. La lucha y la memoria no caducan para Casares.

En nombre de la asociación navarra habló Joseba Eceolaza, muy emocionado al finalizar la acción. “Estamos en este lugar que está rodeado de todo el boato y nosotros seguimos sin tierra; es un agravio”, comentó. “Este edificio representa lo más tétrico y siniestro del franquismo y aquí está, mientras Josefina Lamberto sigue buscando a su padre y a su hermana; Áurea Jaso, de Mélida, a su padre y dos tíos desaparecidos -uno de ellos exjugador del Sporting de Gijón-; y Arcadio a cinco familiares”, subrayó.

‘Enterrados’. El proyecto de performance política derivará en un fotorreportaje, entre otros materiales, que Azcona exhibirá en Madrid, así como en EEUU, Guatemala y otros países. Y dialogará con los de otras de artistas como Regina José Galindo (Guatemala) o Tania Bruguera (Cuba), que también exploran la memoria de la violencia en sus países.

azcona “hemos hablado y el año que viene podría repetirse” “Yo, el año que viene no estaré, pero hemos estado hablando y es posible que se repita hasta que por fin en España se respete la memoria histórica y se levante lo que haya que levantar para obtener respuesta y enterrar con orgullo y con respeto”, dijo ayer el artista.