A golpes de timbal y de caza
ciclo de la orquesta sinfónica de navarra
Orquesta Sinfónica de Navarra. Coro Juvenil del Orfeón Pamplonés (Juan Gainza, director). Javier Eguillor, percusión. Cristóbal Soler, director. Programa: Concierto para percusión y orquesta de Andre Jolivet. Intermedio de La Leyenda del Beso, y coro de enamorados de La del Soto del Parral, de Soutullo y Vert. Coro de Románticos de Doña Francisquita, de Vives. Selección de La Tempranica, de G. Giménez. Programación: ciclo de la orquesta. Lugar: sala principal del Baluarte. Fecha: 31 de marzo de 2016. Público: tres cuartos de entrada.
Un concierto de muy fácil asimilación para todos los públicos es el propuesto por Soler para retomar la temporada de la orquesta después de la abundante programación de música religiosa de estos días: la siempre entretenida y visualmente gimnástica percusión, con su extenso campo de instrumentos; y la queridísima zarzuela -género que gusta a la mayoría de los habituales del abono- que, en el concierto que nos ocupa, viene de una batuta muy experta, y de la esplendorosa juventud del Coro Juvenil del Orfeón. Como solista de percusión, Javier Eguillor: uno de los mejores. En la larga entrevista que le dedica, este mes, la revista musical Scherzo, Eguillor muestra todo lo que debe tener un gran intérprete: pasión por los instrumentos que toca, aprendizaje perpetuo con los mejores, obsesión por la afinación -del sentido del ritmo ni hablamos- y buen entendimiento con los directores, ya que -recalca- el timbalero de una orquesta es el segundo director, el golpe aglutinador que, desde allá arriba, corrobora el tempo del maestro. El concierto del francés Jolivet -edición Salabert- para percusión y orquesta da protagonismo, en cada movimiento, a los timbales, al vibráfono, al xilófono y a la batería, con lo que además del fondo rítmico y de jazz que planea por la obra, tiene cabida una delicada y etérea melodía en el segundo y tercer movimientos, en éste, con contrastes de cencerros. El dominio de Eguillor en timbales es evidente, pero, es que, además, no busca la excesiva espectacularidad -facilona- sino la claridad y el matiz. En las láminas, muestra delicadeza, contención; y en la batería, expande su expresividad con una orquesta que le acompaña en sintonía hasta ese final exultante. De propina se permitió esbozar una melodía con los timbales, sobre la que hizo una variación; magnífico.
Soler, en los conocidísimos tramos de zarzuela que abordó, mostró un precioso rubato, llevado siempre a extraer el extraordinario lirismo del tema Amor de Hombre sin caer en la blandenguería; a poner un punto de elegancia en el coro de Románticos y en el de Enamorados; y a fortalecer, con un juego de dominio admirable, y sacar, para que se escuchen, los apoyos y segundas voces orquestales que subyacen en los temas principales. Consiguió, además, lo mejor del Coro Juvenil, que se presentó con un sonido muy homogéneo y bien cuadrado, con sopranos luminosas arriba y sin despuntes, suficiente apoyo grave -a pesar de su juventud-, y un excelente fraseo basado en ese rubato del maestro, pero, también, en la buena pronunciación y preparación técnica. La escena de caza de la Tempranica, fue de bravura y decisión -es para voces masculinas- y llena de matices, por poner un ejemplo. También las mujeres a solo se lucieron. Todos recibieron calurosos aplausos. Concierto sumamente agradable, con propina incluida.