PAMPLONA. Lo importante para Teo Valls es ser nombrado en masculino. Importa porque es como si le conocieran y reconocieran por primera vez. Lo de menos es el cuerpo, lo de más las vivencias experimentadas durante el tránsito, que, en su caso, ha contado con la compañía y el apoyo de familia y amigos. De todo esto habla el documental que Irene Navascués presentó ayer en la Muestra Internacional de Cine y Mujeres.
Creo que la idea de la película surgió directamente de Teo.
-Fue un encargo suyo. Teo estaba haciendo un curso para ser terapeuta Gestalt y, a la vez, estaba viviendo el tránsito, así que para finalizar sus tres años de formación decidió hacer un vídeo contando el proceso. Y pidió a gente de su contexto más cercano que se grabase a sí misma. Entonces yo estaba fuera, estudiando cine en Argentina, y a la vuelta me pidió que le grabara a él hablando de su experiencia y que luego lo editara todo. Y cuando ya teníamos todo acabado y en principio iba a ser solo para su proyecto, vimos que el resultado era bastante potente y que merecía la pena sacarlo hacia fuera.
¿Por eso hay materiales tan diversos en cuanto a calidad en el documental final?
-Sí, hay algunos que tienen una calidad muy baja, pero decidimos usarlos porque en ellos la gente habla con absoluta sinceridad, en parte seguramente porque pensaba que esas imágenes eran para un contexto cerrado. Las personas que aparecen en esos vídeos se exponen totalmente, son capaces de ser críticas consigo mismas, muestran sus inseguridades, las dificultades que han atravesado en el proceso de acompañamiento de Teo... Y eso tiene mucho valor.
En ese sentido, el filme nos muestra el punto de vista de Teo, pero también de las personas que le han conocido como Berta y a las que no siempre les ha resultado fácil afrontar este proceso.
-Así es, y eso a mí también me ha tocado, porque yo soy una de esas personas. Teo ha estado muy acompañado, pero no de forma individual, sino por colectivos, como su familia y por el grupo de personas que vivíamos con él. Lo hemos acompañado durante todo el camino, y nos ha servido para cuestionarnos, para trabajar nuestras fobias... Todo el mundo tenemos un montón de transfobias y hasta que no tenemos contacto con el mundo de la transexualidad no se ponen en juego.
En ese sentido, resulta muy interesante mostrar cómo Berta se consideraba una lesbiana radical hasta que comprendió lo que quería realmente y cómo esa decisión generó inicialmente un shock entre sus compañeras de militancia.
-Claro, la gente que estábamos militando juntas en un colectivo feminista en el que solo participaban mujeres y lesbianas de repente nos topamos con alguien que formaba parte del grupo y que iba a girar hacia la masculinidad. Y desde nuestro rechazo a la masculinidad hegemónica teníamos que saber qué tipo de masculinidad iba a habitar Teo. De hecho, al principio ejercimos una especie de defensa, estábamos trabajando mucho el tema de agresiones machistas y todo esto nos genero un cierto rechazo. Fue complicado, pero también ha sido todo un aprendizaje. Hemos visto que hay que otras masculinidades.
De hecho, Teo trabaja con hombres en ese ámbito.
-Últimamente está haciendo talleres con hombres que no son trans y es muy interesante analizar la masculinidad con alguien que no la ha vivido desde el nacimiento, que se ha cuestionado mucho esa condición y ha luchado contra el machismo. Claro, no va a construir una masculinidad contra la que ha peleado y es interesante que trabaje desde ahí con otros chicos.
Es curioso cuando cuenta que el trato social hacia Berta era de una manera y hacia Teo es de otra. Resulta evidente lo condicionados que estamos por los paradigmas establecidos y que existe una cierta impostura a la hora de comportarnos como mujeres o como hombres.
-De hecho, él cuenta cómo engañaba a la gente cuando era pequeño y se hacía pasar por un chico. Estaba actuando. Siempre ha habido transexuales, pero ahora se habla mucho más de niños y niñas trans, y es maravilloso porque de pronto se cuestiona directamente ese binomio de género. Igual que los casos de personas XXY, que cuestionan la construcción de género e incluso de los sexos. Es que si son categorías que hemos creado socialmente por qué no vamos a poder generar otras. De repente, vemos que las de siempre no solo no nos sirven sino que provocan demasiada opresión y desigualdad. Por ejemplo, es interesante que haya transexuales que no quieren ser ni hombres ni mujeres, solo trans.
Aceptar todas estas categorías nuevas exige un gran esfuerzo individual y colectivo, ¿estamos preparados?
-Se necesita un cambio social. No podemos olvidar que llevamos encima la opresión de género, que vivimos en una sociedad patriarcal y que todo esto es una lucha. No se trata de borrar el pasado, sino de transformar lo que viene, teniendo en cuenta que este es un sistema desigual, que todos estamos educados en las categorías de hombre o de mujer y que hay que romperlas. Pero, en el fondo, lo más interesante del documental es que pasa de todo este ámbito tan teórico a las vivencias de las personas, que no son tan dicotómicas. Puedes tener vagina y querer que se te nombre en masculino y quizá esto rompa esquemas, pero es así. Los cambios llegan a través de las vivencias, de los hechos. Lo importante es saber cómo la gente es feliz o no.
¿Qué puede aportar el medio audiovisual a esta lucha?
-El medio audiovisual tiene una gran potencia para transmitir y para transformar. Es un medio muy directo y que permite empatizar fácilmente. Me gusta haber hecho este documental con Teo porque es una persona cercana a mí y con la que tengo un vínculo muy fuerte. Esto no significa que todas las películas tengan que ser así, pero en este caso ha tenido muchas ventajas, porque cuando él hablaba a la cámara era como si estuviera hablando conmigo. Y con la gente que se grabó a sí misma pasa lo mismo, que resulta muy cercana. También el hecho de hablar desde las vivencias y las emociones contribuye a que el público se ponga en la piel de la persona que le habla en ese tono.
Como cineasta, como militante feminista y como educadora su foco está claramente del lado de los movimientos sociales.
-Me interesa difundir causas que veo que están un poco en la sombra. Estoy en el movimiento feminista porque formo parte de esa lucha, en el colectivo de personas con diversidad funcional porque tengo amigas y porque trabajo con adultos y adultas en esa situación, y también milito en el movimiento ecologista. Y me preocupa mostrar la complejidad de los conflictos de los que hablo. Por ejemplo, la minería a cielo abierto es compleja porque por un lado destruye el medio ambiente y genera un montón de enfermedades en el entorno, pero, por otro, hay trabajadores que viven de ella. No se trata de mostrar a héroes y a villanos, sino de analizar desde la sociedad lo complejas que son estas situaciones y sobre todo visibilizarlas.