madrid - El cineasta Félix Sabroso estrena mañana El tiempo de los monstruos la primera cinta sin su pareja en la vida y en el cine, Dunia Ayaso, que ambos crearon antes de que ella falleciera y que devuelve al espectador la capacidad de pensar; un cine que llega, opina Sabroso, “en el momento necesario”. “Vamos muy deprisa, el modelo de vida que se nos plantea hoy va a muchísima velocidad y no le damos ninguna importancia a pensar”, explica el director.

La película comienza cuando Víctor, un director de cine enfermo (Javier Cámara), que dice haber rodado algunas películas pero que no ha logrado estrenar, convoca a sus amigos a su casa para despedirse de ellos y mostrarles su obra póstuma. Allí se reúnen la primera actriz, Andrea (Candela Peña), que acude con un amigo protésico dental (Jorge Monje); su guionista habitual, Raúl, incapaz de terminar un guion (Julián López), y la esposa de éste, una dibujante que tampoco acaba sus dibujos (Yael Barnatán). Y Clara (Pilar Castro), la esposa de Víctor, que aún no ha encontrado su hueco en la vida; con ellos, una pareja de extraños sirvientes, Carmen Machi y Secun de la Rosa, que ayudan a los invitados a moverse por la casa o, mejor, a no salirse del guion. “En todos los personajes hay elementos que tienen que ver con Dunia y conmigo: en unos, cómo miramos la creación artística; en otros, las relaciones de pareja; en otros, la diatriba existencial”, apunta el director. “Todos, en colectivo, representan el desconcierto actual y el miedo a lo nuevo, el miedo a cambiar y romper los moldes de algo que se está desmoronando pero que lo apuntalamos por miedo a no saber qué viene después”, añade.

Porque este es, dice el director, El tiempo de los monstruos, el momento del claroscuro entre el mundo que se muere y el nuevo, que tarda en aparecer, célebre frase de Antonio Gramsci con la que Sabroso (o quizá fue Dunia) da la bienvenida al espectador. Con un elenco de actores “en estado de gracia”, que “se prestaron al juego y se dejaron llevar”, dice Sabroso. La estructura de la película es “como una muñeca rusa donde la realidad va concatenada con ironía y sentido del humor; a veces, un thriller, con sus giros, y no es sesuda ni aburrida, sino muy coral: casi siempre están todos los actores juntos”. “Era el viaje más personal de Félix y nos ató bastante corto, algo que, a veces, se agradece. Nos dejamos llevar por la emoción, no por el texto”, comenta Candela Peña. “Él remaba, y nosotros nos dejábamos llevar”, abunda Carmen Machi. “Hemos pasado cuatro semanas en un sueño, rodando esta peli tan bizarra, sin respuestas, y que te deja hueco para pensar. No siempre -dice Javier Cámara- necesitas tener todas las respuestas para trabajar: te van contando las cosas los personajes”.

Cine, metacine y metametacine, si se quiere, con preguntas que saltan de los personajes al espectador, sin artificios ni excusas narrativas; cine “difícil” de un director que confiesa que no tiene referentes claros porque se fía más de su instinto. La cinta se podrá ver en salas de todo el Estado, aunque habrá que buscarla: sólo treinta copias, que el equipo se siente muy orgulloso de estrenar. Un homenaje para Dunia Ayaso.