José Hierro le dedicó un poema incluido en Cuaderno de Nueva York. El poeta madrileño, aunque afincado en Santander desde los dos años, hace un perfil biográfico a través de una caricatura histórica y algo cómica, de su amiga Gloria Fuertes. Ella aparece en el mundo de la poesía en los años 50, cuando está en auge la poesía social con Gabriel Celaya, Blas de Otero y el propio Hierro. Era una poeta antiacadémica que no había hecho estudios universitarios y por ello rompía los moldes académicos. Pero deslumbraba a aquellos que tenían una formación universitaria. Decía Gerardo Diego que “ella hacía la poesía de la tonta”. Fue en el mundo de la poesía lo que Mihura en el teatro, por su candidez y simplicidad.

Así la veía José Hierro en su poema, que transcribimos en forma de prosa, por razones de espacio y porque no pierde su tono coloquial y descriptivo:

HABLO CON GLORIA FUERTES FRENTE AL WASHINGTON BRIDGE

Pasea con el luto de viuda de sí misma, payasa, miliciana, entre los arces plateados de New Jersey (o tal vez sean pinos, encinas, jaras y retamas de Chozas de Sierra... Yo ya no sé). La navaja del río corta pan y tomate de la tarde que se evapora. Don Gil, Jilguero de las calzas verdes, asado con madera del cajón de la portería, miraba compasivo cómo acunan tus brazos esqueléticos, mientras dan de mamar a la guerra de nunca, teta arrugada, guerra guerreada, y todo lo demás. Y todo blanco y negro. Y desvaído. Un hombre levantaba su cabeza de ortiga en el menesteroso anochecer. Mendigos con fusiles (que yo los vi pasar porque tú los mirabas). Y niños muertos que esquivabas para no pisarlos en la calle de Atocha (nunca los vi ni quise verlos), y aquel puente estrechísimo que no es el más con más de Nueva York, sino de nieve y de cellisca, (yo lo he visto, y lo veo, y seguiré viéndolo, con las mujeres de ébano y marfil arrugado, porque era entonces todo blanco y negro). Y ahora vuelve sin Filis, cabalgando su cáncer, ¡hasta mañana, Filis!

Más tarde, en tu memoria cristalizaban sombras, entre los rascacielos de acero y miel: sombras de mondas de patatas que has olvidado, pues no quieres morir, no queremos morir, y fachadas de catedrales bordadas de palomas, y que mañana no será otro día, y otra sombra resbalando sobre una lágrima, enhebrando una aguja, zurciendo una bufanda a la sombra de una lenteja.

Gloria Fuertes recuerda a Charles Chaplin, quien a pesar de hacer reír, en el fondo inspiraba ternura. Es una poesía clara en su complejidad y en sus paradojas. Decía: “Todo el mundo puede escribir versos y no ser poeta. Muchos son poetas sin escribir”. O el poema “La gente corre tanto”:

“La gente corre tanto porque no sabe dónde va, el que sabe dónde va, va despacio, para paladear el “ir llegando”.

Dice ella misma: “Fui surrealista sin haber leído nunca a los surrealistas y postista a posta”. Y su poética la describe ella misma así:

La poesía no debe ser un arma, debe ser un abrazo, un invento, un descubrir a los demás lo que les pasa por dentro, eso, un descubrimiento, un aliento, un aditamento, un estremecimiento. La poesía debe ser obligatoria.

Es una poesía de tono oral, a base de ironía, juegos de palabras, ripios, sentido común y festivo de la vida, que no puede ocultar tanto amor y tanto dolor. Rechaza la guerra, la injusticia, la miseria de tantos y quiere que su poesía sea un canto a la vida en la sencillez de la existencia y que nos haga reír. La forma es sencilla, el fondo un canto a la vida y el amor a todo ser humano, la técnica los juegos de palabras y la sorpresa, el tono coloquial y multicolor, la música rítmica de fondo, el destino la humanidad. Sus mejores receptores fueron y son los niños a quienes dejó en su testamento su fortuna, pero su poesía de adultos no recibió el reconocimiento que ella hubiera deseado.

Su autobiografía aparece en una de sus múltiples Autobios

Gloria Fuertes nació en Madrid

a los dos días de edad,

pues fue muy laborioso el parto de mi madre

que si se descuida muere por vivirme.

A los tres años ya sabía leer

y a los seis ya sabía mis labores.

Yo era buena y delgada,

alta y algo enferma.

A los nueve años me pilló un carro

y a los catorce me pilló la guerra;

A los quince se murió mi madre, se fue cuando más falta me hacía.

Aprendí a regatear en las tiendas

y a ir a los pueblos por zanahorias.

Por entonces empecé con los amores,

-no digo nombres-,

gracias a eso, pude sobrellevar

mi juventud de barrio.

Quise ir a la guerra, para pararla,

pero me detuvieron a mitad del camino.

Luego me salió una oficina,

donde trabajo como si fuera tonta,

-pero Dios y el botones saben que no lo soy-.

Escribo por las noches

y voy al campo mucho.

Todos los míos han muerto hace años

y estoy más sola que yo misma.

He publicado versos en todos los calendarios,

escribo en un periódico de niños,

y quiero comprarme a plazos una flor natural

como las que le dan a Pemán algunas veces.

Pero quizá el más certero en estos momentos de guerras enconadas en tantos lugares del planeta sea este poema, que es un canto a la ecología esencial que pide cuidar primero al ser humano y por él la naturaleza que es su entorno vital. Nos parece muy adecuado en torno a la fecha de ayer 22 de abril, “Día de la tierra”, así declarado en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro en 1992. Todos somos guardianes del ser humano y de la casa común: el planeta.

ECOLOGÍA ESENCIAL

La tierra no es un regalo de nuestros padres,

es un préstamo de nuestros hijos.

Curar la tierra sí -esta enferma-

pero antes,curar la pobreza

curar al hombre.

Ecología sí

pero antes el niño que el árbol.

el niño antes que el río,

el hombre antes que el mar.

Cometemos falta,

si muere un árbol sin agua.

Cometemos crimen,

si muere un niño sin pan.

No hay hielo sin agua.

no hay hielo sin frío.

No hay trigo sin agua.

No hay trigo sin campesino.

No hay mar sin agua.

No hay mar sin marinero en faena.

no hay llanto sin agua.

ni hay llanto sin pena.La autora es doctora en Literatura española