PAMPLONA- La sala principal de Baluarte acoge esta noche el espectáculo de La Veritá, un montaje dirigido y escrito por el coreógrafo y clown Daniele Finzi Pasca (Lugano, Suiza, 1964), con el que su compañía gira por todo el mundo desde hace ya tres años. El suizo, que también trabaja junto al Circo del Sol, suma a las espaldas más de 35 espectáculos en los que confluyen danza, música, clown y acrobacias. En cuanto a La Veritá, la obra tiene un origen particular: un telón de 15 metros de largo y 9 de ancho pintado por Salvador Dalí en la década de los 40 para un ballet del clásico de Tristán e Isolda. A partir de ahí, la vida del artista catalán se hará con el escenario, a través de tapas surrealistas, según el propio autor de la obra. Sobre el escenario, arropará a los actores una réplica del telón de Dalí, pero su figura estará más que presente y sobrevolará las butacas de Baluarte.

La Veritá traslada a Dalí al escenario partiendo de un trabajo en torno a un telón que pintó el artista español en Nueva York, en la década de los cuarenta, para su particular versión del Tristán e Isolda de Wagner. ¿Cómo surgió su montaje?

-El telón nos llegó cuando lo adquirió una fundación de arte y, tras un tiempo, decidió que tenía que dejar su museo ya que era un objeto muy bonito y pensaron que su lugar podía estar en el teatro. Contactaron con nosotros porque sabían que somos una compañía que viajamos mucho y trabajamos a nivel internacional y además conocían nuestro estilo, y por eso nos propusieron si estábamos interesados en crear un montaje en torno a este telón. Y cuando lo vimos por primera vez, nos dimos cuenta de que era una obra muy interesante. Está lleno de detalles, hay muchas historias, están Tristán e Isolda, que es una tragedia romántica, está también el choque con Dalí, que justamente está involucrado en un discurso del surrealismo que nos atrae... Todo esto nos enganchó mucho.

A partir de ahí, ¿en torno a qué temática gira la obra y qué papel juega Dalí en ella, presentados los números como tapas surrealistas?

-En la obra está el Dalí que nadie conoce y del que realmente se ha mostrado poco. Vamos a ver al Dalí de los últimos años, el Dalí que se vuelve más introspectivo, cuando pierde a su esposa Gala... Ese es el Dalí que vamos a descubrir un poco en esta obra, más allá del Dalí exuberante que todos conocemos. Pero además, La Verità es una obra abierta. Cuanto la estrenamos en Nueva York, en la rueda de prensa nos preguntaron qué pasaba si uno no conocía a Dalí, si se iba a perder con el montaje. Pero es que aunque no seas un experto en Dalí, o tal vez no conozcas su historia, vas a encontrar las razones de cada cosita, de cada vestuario... Te vas a dejar guiar por otros elementos. Esto, a fin de cuentas, es lo que pasa en los sueños y es lo que al fin y al cabo nos planteaba el surrealismo. Por todo ello, en ese sentido, este es también un espectáculo surrealista.

¿De qué manera se acercan a Salvador Dalí los once actores-acróbatas que protagonizan La Veritá?

-El teatro que nosotros hacemos es un teatro profundamente visual, se construye sobre imágenes que se superponen. Es también un teatro muy físico, en el que los actores, además, son músicos y son clowns, pero, sobre todo, son también acróbatas. Este lenguaje escénico encaja muy bien con el lenguaje del surrealismo de artistas como Dalí, donde el autor se posiciona en el lenguaje de los sueños y, en nuestro caso y en esta obra, de las pesadillas, como fueron las de Dalí. El lenguaje de los sueños está hecho de alusiones, se alude constantemente y el hilo que uno tiene en la obra de La Veritá todo el mundo sabe entenderlo y verlo, a su manera. No es un lenguaje lineal. Y entonces, sobre todo esto soñado, nuestro lenguaje escénico, basado en el teatro físico y acrobático, se acerca y se junta con ello con mucha facilidad.

¿Cómo dialogan sobre el escenario la acrobacia y el teatro físico con este mundo de los sueños, surrealismo y poesía?

-Se juega a crear posibles referencias, cosas que existen en este lenguaje artístico que tenemos. Es algo más poético, donde el hecho de narrar una historia no es sencillamente contar un periodo, en un lugar concreto, narrar algo que está pasando... Vamos a mostrar varios fragmentos, desde la vida de Dalí, y estos fragmentos se complementan con la fuerza del teatro físico, que más allá de formar las palabras, exploran el mundo de la sorpresa desde el gesto, desde una evolución del actor. La danza, el teatro, el circo... Nuestro trabajo es un teatro muy táctil y se concibe desde el trabajo del actor. En la compañía incidimos mucho en eso, pertenecemos a un teatro más táctil, donde no haya diferencias entre actores.

Menciona que las pinturas de Dalí no reflejaban exteriores de día o de noche, sino que pertenecían a otra dimensión, la de los sueños. ¿Cree que sobre el escenario, en el teatro, también hay mucho de esta otra dimensión, donde el interior de uno juega su propio papel?

-Creo que el teatro está basado en un proceso de empatía. A diferencia de otros artistas, nosotros necesitamos dialogar sin un medio: no tenemos una tela, no tenemos páginas, no tenemos un libro... Entonces, ¿cómo conectar con el público? Porque en el teatro necesitamos al público, lo tenemos ahí enfrente, y danzamos con él. Por ello el teatro es empatía y en nuestro caso esto nace porque en el escenario tenemos actores que tienen una capacidad de encontrar al público, de buscarlo, de tratar de moverlo y conmoverlo y, además, sorprenderlo. Este es el lenguaje que utilizamos y que nos permite conocer al público, a diferencia de otros géneros. El teatro permite retratar ciertos elementos de emoción, algo que, en cierta forma, Dalí trataba de pintar en sus cuadros. Cada obra de Dalí era un universo extraño, independiente, como unas ventanas abiertas hacia algo...

Hilando con el título, ¿cuál cree que es la verdad sobre el escenario, o cómo se recrea al menos?

-La verdad es aquello que tratamos de representar en el escenario, aunque descubrimos que no es así rápidamente. Cuando vas al teatro, tú sabes que no estás frente a algo verdadero, pero tratas de interpretar la realidad. El teatro es un juego, creo que desde niños aprendemos a jugar innatamente para explicarnos ciertas cosas, esa es la forma del ser humano de entender. Nosotros, con el teatro y desde el mundo de los adultos, ayudamos a mantener viva este juego. Es una manera de encontrar la explicación a las cosas: a través de las historias.

Desde 1984 ha creado 35 obras donde confluyen teatro, circo, danza y música. ¿Cómo ha crecido la compañía Finzi Pasca?

-Sobre el escenario hay lenguajes múltiples, seguramente uno de ellos sea el hecho de que actúan actores con los que hemos trabajado juntos desde hace tiempo y durante muchos años y esto es una particularidad. Siempre es bueno pasar tiempo en equipo y nosotros hemos trabajado tanto en Europa como fuera. El caso es que en nuestros espectáculos ves sobre el escenario una compañía de circo que esta acostumbrada a moverse como una tribu y que potencia ciertos lenguajes narrativos con elementos que sorprenden. Al final del espectáculo, te parece que hubo unas treinta personas sobre el escenario, pero son solo doce. Y parte de este lenguaje de sorpresa que a veces encontramos en el circo es lo que nosotros pretendemos llevar al teatro.