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“El mundo tiene que ser una ‘matria’, no una patria”

Manuel Rivas charlará sobre su último libro mañana (23.30 horas) en Civican, en el ciclo Diálogos de Medianoche, con entrada gratuita previa retirada de invitaciones

“El mundo tiene que ser una ‘matria’, no una patria”

pamplona - “La intención del libro es dar que hablar, provocar debate... es la necesidad de las palabras que se ponen en pie. A mí me hubiera gustado escribirlo en una pared, pero es que hubiera necesitado una muy larga (risas)”. Es una pena que las palabras escritas no se puedan escuchar con su marchamo original. Manuel Rivas deja sonoros silencios entre su reflexiones, no están medidos sino provocados por la reflexión. Un manifiesto rebelde contra todo esto, más que un libro, su nuevo libro, es casi un manual en el que, alejado de lo panfletario y ceñido al sentido común, el autor analiza con certeza desmedida esta sociedad decrépita en la que vivimos. Empujado por la vergüenza, Rivas, sin embargo, afirma, al final, sentir esperanza.

¿Siente esperanza... o quiere tener esperanza?

-Si lo escribo es porque tengo esperanza... Hay un aforismo de Sánchez Ferlosio que dice que la esperanza está escondida en la etimología de la desesperanza. Pero, realmente, el poso que deja el libro creo que es, también, una búsqueda de esos depósitos de esperanza. Y esos depósitos están ahí, lo que sucede es que, a veces, el paisaje parece, por momentos, un maldito sitio triste, que era como definía Dante al infierno. El manifiesto empieza con la palabra vergüenza y acaba con la palabra esperanza, ambas tienen una conexión. El sentir vergüenza de algo es tomar conciencia de que algo no te gusta; superar esa barrera de la indiferencia creo que activa el mecanismo de esperanza. Si no, no veríamos nada.

Efectivamente, en este alegato a favor de la vergüenza, afirma que ésta es la que abre paso a la esperanza, es la que nos enseña a ver y la que desenmascara a la injusticia. El problema, quizá, es que esa vergüenza todavía no se ha instalado en las conciencias, tanto de los que lideran como de los que sostienen a los que gobiernan.

-A veces utilizamos expresiones más teóricas o doctrinales para intentar interpretar... pero creo que es bueno emplear estos conceptos elementales, populares. Evidentemente, hay episodios como el de Cifuentes o los de corrupción sistémica que denotan una ausencia de vergüenza. En el caso de Cifuentes y el máster, la ausencia de vergüenza va unida a la desinteligencia, y esa suma es terrible. Pero es verdad que si estamos en esta situación es porque todavía no hay un sentimiento, una conciencia general de vergüenza, que por lo menos se sienta con tal intensidad que sacuda las conciencias y que permita un paso hacia delante, que llevaría a desactivar las causas de la vergüenza. Cuando se ovaciona la estafa tenemos la sensación de que flotamos sobre la inmoralidad, de que el suelo que tenemos actualmente es muy frágil, al que le falta la argamasa de una mínima moralidad.

El odio hacia el diferente es otra de las claves del libro. ¿Este sistema necesita crear enemigos porque así centra la mirada y la fuerza de la sociedad en ellos y no en sus tropelías o en desenmascarar esa evidente falta de moral?

-Sí, producir enemigos, producir odio... Vemos, además, que la desinteligencia con la que se está actuando en casos, claramente, como el de Cataluña, es como cavar en un agujero o multiplicar nudos donde hay que desatarlos. Entonces, uno llega a la conclusión de que, efectivamente, al margen de desinteligencia, hay como una intención de producir enemigos para, en correspondencia, generar miedo entre el resto de la gente y así una posición retrógrada, reaccionaria... Porque es reaccionario cuando se instala la opinión de que libertad y seguridad son como términos antónimos, cuando realmente no puede haber una verdadera seguridad si no hay libertad. También se instala la idea de que una crisis democrática se soluciona con menos democracia, y ahí tenemos todo el despliegue intimidatorio de la ley Mordaza. Y eso es peligrosísimo, porque una crisis democrática se soluciona con más democracia, no con menos, por que si no, se convierte en un proceso irreversible en el que, a medida que vas recortando, se produce esa excitación totalitaria.

Habla de desinteligencia pero también de “domesticación intelectual”, conceptos que también están conectados. Pero en el caso del segundo, se da por hecho ese intelecto general, cuando estamos viendo que la potenciación del mismo cada vez brilla más por su ausencia, y me refiero a la educación, o al interés por educar.

-Lo que sucede es que la domesticación intelectual la enfoco más hacia la postura conformista de aquellos de los que se espera, por su trabajo o posición, que reflexionen, opinen, esclarezcan o aporten elementos que nos permitan salir del pozo. El inconformismo es fundamental y vital para una sociedad; creo que una sociedad inconformista es más sana y próspera; en cambio, una sociedad sumisa, domada, se encamina hacia atrás, hacia la distopía y hacia un tiempo muerto. Creo que no están a la altura los intelectuales... que hoy es un término muy amplio, ya que no podemos circunscribirlo a lo que tradicionalmente se entendía por intelectual, que es la figura del escritor o pensador comprometido. Hoy, en términos modernos, intelectual hace referencia a todas las personas que crean opinión, fundamentalmente a través de los mass media. Ahí es donde creo que se produce una acomodación; es decir, están más por defender el estado de cosas que por respaldar esta desinteligencia del poder, aunque sean conscientes de que se está tomando un rumbo equivocado. Pero creo que puede más esa comodidad de conformismo porque se está mejor en los camarotes del Titanic que en las lanchas de náufragos.

¿Es consciente Manuel Rivas de que si en lugar de escribir todo esto, hubiera optado por rapearlo, ahora el libro quizá estuviera secuestrado o su autor declarando en la Audiencia Nacional?

-No descarto nada ya, a estas alturas (risas). Estoy trabajando en poesía y también en un disco, así que en cualquier momento me veo en el banquillo. Parece humor surrealista decir esto, pero realmente veo que se está produciendo una degradación... Y qué sucede cuando se produce una degradación, que al igual que pasa con la naturaleza, llega un momento en el que perdemos la memoria ecológica porque ya no cantan los grillos o no se ven luciérnagas... Nos parece que fue algo del pasado y llega un momento en que no nos acordamos de que los grillos cantaban... Eso está pasando con la libertad de expresión. Este proceso de degradación e intimidación lo vamos incorporando a nuestro estado mental y puede llegar el momento, como sucede ahora, en el que se califique un corte de tráfico de unos manifestante en Cataluña como terrorismo, lo que es un auténtico disparate. Pero claro, si se repite durante los próximos días o meses, llegará un momento en el que perderemos la memoria de cuando eso era un disparate; y ahora estoy hablando colectivamente. Creo que el poder arbitrario se mueve mucho mejor con el silencio, con el secretismo y en la oscuridad. Y eso es el camino tan peligroso por el que están optando. Ahora mismo domina en las elites del Estado el pensamiento peligroso.

Al hilo de esa vuelta atrás de la libertad de expresión, a ésta también parece sucederle una cuestión muy curiosa, y es que hay una libertad de expresión condenada, la de los citados raperos, por poner un ejemplo, y otra, por ejemplo, la de personajes como Federico Jiménez Losantos, al que no solo no se le pasa por la misma vara de medir sino que casi se le alienta...

-Porque pertenece a esa acomodación intelectual que comentábamos, al margen de ser un pensamiento peligroso porque rompen lo que podíamos denominar como una confianza básica, ya que juegan un papel de mamporreros del sistema, de todo esto. No podemos olvidar que en la inquisición, los que dirigían las quemas de libros eran gente con bastante cultura, incluso coleccionistas de libros. Y entre los censores, durante el franquismo, también había gente con notable cultura. Por eso es importante recordar la figura del intelectual o escritor comprometido que tiene como referencia histórica más destacada a Emile Zola y su Yo acuso. Él, justamente, se pronuncia en un momento, en cierta medida, similar a este, en el que se da una expansión del antisemitismo en Francia, una regresión y una distopía... Nos parece que al existir Emile Zola la gran resistencia la ejercía el librepensamiento, los librepensadores, y no, eran una absoluta minoría. Él, de hecho, fue procesado, como si le aplicaran aquí la ley Mordaza, y tuvo que exiliarse, mientras que la mayoría de los opinantes del estilo de la escuela de Jiménez Losantos arremetían contra él, lo vejaban... Más que periodistas eran vejaministas que le hacían la vida imposible a los inconformistas que pensaban libremente. Y eran mayoría, al igual que también eran mayoría en la Alemania nazi una serie de intelectuales, empezando por Heidegger, que fue rector, y algunos más que suscribieron un manifiesto a favor de la guerra y provocaron, por ejemplo, el exilio de Thomas Mann.

Aunque su trayectoria no ha estado exenta de compromiso, como bien apunta en el libro, ¿hasta dónde han tenido que subir las oleadas de mierda sobre su torre de marfil para lanzarse abiertamente a la rebeldía?

-Es un proceso... Procuré no acomodarme nunca y defenderme contra el virus de la indiferencia. De joven vivía con entusiasmo y optimismo el periodismo y la literatura, luego pasé mis momentos críticos, otros de compromiso, con las crisis ecológicas de los cementerios de residuos en el mar en 1981, luego el Nunca mais... Siempre procuramos mantener medios alternativos, ya en los noventa hicimos la revista Luces de Galicia y ahora hacemos otra más comprometida, Luzes, con la que llevamos cuatro años y pico... Creo que es la segunda mejor revista del mundo...

¿Cuál es la primera?

-Dejamos ahí el enigma de cuál es la primera (risas), el hueco. Publicamos reportajes y entrevistas de todo el mundo, con voces alternativas. He tratado, por lo menos, de evitar la anestesia retrógrada porque es fácil acomodarse y mirar hacia otro lado. Yo no me considero un líder, no creo que sirva para eso, pero sí he procurado no mirar para otro lado ante la injusticia. Y para eso hay que mantenerse en una continua revolución óptica. Por eso este libro expresa para mí una recuperación de confianza, de energía alternativa en el periodismo, de activismo periodístico. Creo que es bueno unir la palabra activismo con periodismo, aunque sé que hay colegas a los que les molesta, pero no es un activismo asociado a ninguna sigla o que entra en directamente en la competición política, en absoluto; es un activismo de la libertad. Poner la libertad en el cuerpo del lenguaje, y eso es una tarea periodística. Y también creo que es un buen momento para el periodismo, aunque vivimos en una crisis existencial del mismo, pero la respuesta no es rendición sino más periodismo.

Pero, ¿cómo se puede hacer más periodismo si muchos periodistas ya tienen tatuado INEM en su futuro inmediato o los periódicos de papel, esos en los que se da cabida a informaciones que van más a allá de un tuit, ven como mensualmente decrecen sus ventas y lectores?

-Por supuesto. Se ha bombardeado, se ha castigado mucho el periodismo. Al margen de la crisis económica y el cambio tecnológico ha sido una crisis existencial bastante provocada porque al poder no le interesan testigos, al menos a este tipo de poder que representa el capitalismo impaciente, el de los intereses de los más poderosos y el de una nueva mentalidad supremacista. Por eso creo que la respuesta es más periodismo. ¿Cómo? Creando espacios como se pueda, desde las paredes hasta radios comunitarias, pequeñas revistas... Así, hasta que esas islas de resistencia formen un archipiélago. Y creo que se está dando, hay mucha gente que está en esa tarea. Yo me encuentro con jóvenes que no pueden acceder a grandes medios pero está creando los suyos propios.

El mundo, ¿será feminista o no será?

-Evidentemente, el mundo tiene que ser una matria no una patria.