pamplona - “Tengo 52 años y cada vez más miedo de ser atropellado por la vida”, dice Félix Ortega en la videoproyección que data de 2008 y se mostró entonces en la Sala de Armas de la Ciudadela en el marco de su exposición Corazón de Tokio. Una frase en la que vuelca su preocupación por la deriva que han tomado las ciudades, las sociedades, en los últimos tiempos, y por la “verdadera crisis” de hoy, que, dice, “es la liquidación de nuestros espacios individuales y colectivos, sustituidos por la cultura de masas”.

Diez años después de dejar huella con estas reflexiones en aquella videoproyección que el artista recupera ahora para su actual exposición en Apaindu (calle Curia), el debate sigue vigente. “Sigo viéndolo igual. Siempre me ha interesado mucho la ciudad, cómo nos influye en nuestras relaciones, qué ciudad queremos, y la deriva en estos últimos 30 ó 40 años no me gusta mucho. Aparte de la especulación, de la burbuja inmobiliaria, creo que las ciudades se van desintegrando, perdiendo energía, y luego está el problema de rehabilitar el centro de la ciudad, de darle nueva vida, pero no lo conseguimos, es artificioso, cada ciudad pasea a sus deambulantes turistas... y es aburrido”. Cree Ortega que las ciudades han ido perdiendo personalidad. “Yo paseo por los barrios, que no tengo nada en contra de ellos, pero pienso que es una pena que la gente joven, que es la más enérgica, tenga que irse a la periferia a vivir y el centro de la ciudad envejezca, se debilite. Y luego, venga, el recurso del visitante, todo el mundo peleando por atraerle para llenar el centro, y es lo que ocurre en Pamplona, que tenemos un centro lleno de bares y poco más”, añade. De estas preocupaciones nació hace ya más de 20 años su proyecto Corazón de Tokio, en el que sigue trabajando hoy y del que muestra en Apaindu varias piezas de suelo -con vocación última de irrumpir en el espacio urbano, de ser transitadas, pisadas- y algunas maquetas. Los pasos de peatones protagonizan estas obras. “Digo con ironía que es lo único público que nos queda, así que cuidémoslos”, apunta el artista plástico, quien llama a este proyecto Corazón de Tokio, “otra ironía, porque Tokio no tiene corazón (centro de la ciudad), hay allí una plaza comercial de gran superficie y unos pasos de peatones que cruzan en diagonal, y esa ironía la convierto en estas piezas, en especies de teclados de piano musicales...”. Su “delirio”.

Junto a estas obras, dialogan en sintonía otras de la serie más reciente de Félix Ortega, un proyecto “abierto”, que irá creciendo -la intención es que los cuadros terminen siendo esculturas- y que, explica, “está entre Oteiza y Elena Asins”. Partiendo del cuadrado, el artista interviene creando incisiones, aperturas de espacios, investigando las distintas posibilidades estéticas de una misma figura. La exposición de Apaindu se completa con 4 sugerentes piezas de Transparencias (óleos sobre cartón), otra familia en la que trabaja Ortega. Poesía, con ausencia de color porque, dice el artista, no se lo pide el cuerpo, pero con mucho que decir.