Uso y abuso de la ‘performance’
gustavia
Matilde Monnier y La Robot, bailarinas.
Programa: Gustavia.
Programación: Festival de Danza del Gobierno de Navarra.
Lugar: Teatro Gayarre de Pamplona.
Fecha: 11 de mayo de 2018.
Público: menos de media entrada (15, 7,50 euros).
la Performance, que nace en los años 70, es un espectáculo en el que se combinan diversas artes: música, danza, teatro, etc. Tuvo indudable auge, por lo novedoso de descubrir y conjugar las diversas habilidades de actores-bailarines, pero, yo creo que, a día de hoy, se abusa del concepto, y muchas cosas malas que vemos, se camuflan en el ecléctico término. No considero performance la irrupción de las nuevas tecnologías -drones, manipulaciones con ordenador, etc.- en algunas de las grandes coreografías que hoy sustentan la danza y que ofrecen espectáculos fascinantes. Monnier y la Ribot se apuntan a la performance, y, desde luego, tienen autoridad y conocimientos para realizarla, pero, en esta ocasión, a mí, su propuesta no me ha terminado de convencer. Esperaba mucho más de estas dos grandes bailarinas.
Gustavia es el nombre del espectáculo y de una mujer, digamos bicéfala, encarnada por ambas. Se presentan en escena francamente atractivas -en su edad- con una esbeltez, presencia, y ocupación de la escena de poso dancístico; en cada movimiento de brazos, e incluso en el paso encima de agudos tacones se adivina su pasado, portan una elegancia que no abandonan ni en los momentos mas estrafalarios. Es un espectáculo radical; o se acepta -y tuvo sus aplausos entusiastas-, o se rechaza -hubo quien abandonó la sala sin terminar-.
A menudo, la performance somete al espectador -lo decíamos el otro día-, a esperas y expectativas que tensan su paciencia; pero que, al final, compensan con agudos desenlaces. No es el caso, salvo, quizás, en el último número del espectáculo, que no logró su plenitud, al no estar traducido al castellano, algo que, por cierto, se podía haber hecho sin problemas por la bailarina española. Y no es que no se entendiera el resultado global; pero hubiera sido más rotundo. Francés y castellano.
Se presenta el espectáculo como dúo burlesco en diversos cuadros. El primero parte de unos bien realizados sollozos que van a más, y que se resuelven con cierto matiz cómico con un juego de silla. Me resulta algo cansino y sin una resolución más rotunda. El número de la tabla al hombro que golpea a la pareja distraíada, -al fondo el cine cómico mudo-, es repetitivo, no tiene gracia, ni tampoco deriva -como quiere parecer- al drama. Hubiera esperado algo más de danza en el pasaje rítmico. Yo creo que tienen, estas dos bailarinas, muchas más posibilidades de ofrecer más danza, por lo menos en sus, sin duda, preciosos rescoldos. Y el último número, sin duda el más potente -reivindicativo feminista y de ponderación de la mujer-, en un formato que a mí me recordaba al surrealismo de Tip y Coll, hubiera resultado mejor, como va dicho, traducido.
Estas dos bailarinas, que rondan la cincuentena -por arriba o por abajo-, y de grato recuerdo para los balletómanos, estiran las costuras de la danza hacia el teatro, pero, reitero, creo que podrían quedarse algo más en la danza. Una danza reinventada a sus posibilidades.