Si hay una manera de definir, de manera global, el legado pictórico de Patxi Buldain, esta podría ser la experimentación. La originalidad, la búsqueda de una renovación continua y la vitalidad impregnan sus obras. Desde aquellas que realizó durante su larga etapa en Francia hasta los últimos trabajos realizados sobre somieres, que Buldain pintó y adornó con diferentes elementos. Un recorrido por la primera planta del Palacio del Condestable permite dar buena cuenta de ello, gracias a la inauguración, ayer, de la exposición Ensoñaciones del maestro solitario. Se trata de una revisión organizada de forma cronológica de la faceta pictórica de este creador navarro que, compuesta por 74 obras, permanecerá abierta al público hasta el 18 de noviembre.

Esta es la primera vez que Condestable acoge la obra de Buldain y, para la ocasión, se han llevado piezas que abarcan desde el autorretrato firmado en 1954 hasta sus obras más recientes, en las que se puede apreciar su enorme eclecismo con sus muchas horas de experimentación técnica. Así, cada uno de los espacios en los que se articula la exposición presenta las diferentes reflexiones que el artista se ha formulado a lo largo de su trayectoria, donde se aprecian diferentes etapas creativas y un desarrollo muy marcado por la experimentación. Sus obras se van transformando y, aunque en todas las etapas es fácilmente apreciable el carácter de Buldain plasmado en cada pieza, los lienzos muestran cambios estilísticos, técnicos y formales de lo más evidentes. “Si nos movemos de una sala a otra, podría parecer que las obras pertenecen a autores diferentes, pero quien conoce el trabajo de Patxi sabe apreciar su esencia en cada pieza”, dijo ayer la comisaria de la exposición e hija del propio artista, Nuria Buldain, quien se mostró muy satisfecha por trasladar la obra de su padre a un lugar como Condestable por primera vez.

Nada más entrar en la primera de las salas, el visitante se encuentra con una fotografía del artista y su mujer, Sara Paternain, y un autorretrato de Buldain junto a un retrato de ella. “Es una forma de homenajear a los dos; a él ser el autor de todas las piezas, y a ella por ser quien más disfrutó del trabajo de mi padre y quien lo acompañó en todo momento”, destacó la comisaria. Seguidamente, las primeras obras que se aprecian son las correspondientes a su etapa parisina, en los años cincuenta. Las formas de los cuadros se aprecian más duras y combinan, en algunas ocasiones, referentes cubistas y expresionistas. Figuras solitarias y de apariencia melancólica protagonizan los primeros lienzos del artista, que poco a poco evolucionan en escenas más coloristas y pinceladas más cortas. En los setenta, Buldain regresó a Navarra, “algo que no le resultó nada fácil porque el público no sabía valorar su trabajo; al final, aquí era un artista desconocido”, contó la hija del creador, quien recordó cuando acompañaba a su padre en sus primeras exposiciones en Pamplona y “escuchaba a las mujeres decir lo feo que les parecía el trabajo” del artista. “Aunque contaba con una buenísima crítica, todavía tenía que hacerse un hueco entre el público de aquí”, añadió.

La evolución de su pintura se aprecia durante el recorrido de la exposición, donde puede notarse cómo la vuelta de Buldain a su tierra natal tiene una evidente repercusión en su obra. Las figuras empiezan a retorcerse y el artista comienza a indagar en el surrealismo. El creador oculta y distorsiona las figuras y entre sus pinceladas surgen retratos de rostros deformados o diferentes personajes. “Aquí empieza a utilizar la pintura acrílica y, especialmente, la jeringuilla como herramienta de trabajo”, subrayó Nuria Buldain. Después, contó la comisaria, resurge en el artista el lenguaje expresionista y “los colores se aclaran y las escenas se liberan. Las pinceladas se acortan y se trabaja en pequeños detalles, mientras que en las figuras el trazo se estira y retuerce, lo que dota a los cuadros de mayor fluidez”, explicó Buldain.

Madurez artística

Experimentación con materiales y soportes

En los años ochenta, “la pintura de Patxi muestra cierta madurez” y, entonces, aparece una nueva vertiente creativa en su obra: la utilización de planchas de zinc. “Comienza a experimentar con diferentes procedimientos, materiales, soportes y modos de hacer diferentes”, destacó la comisaria, para quien las obras de esta época “tienen muchísima fuerza y son muy singulares. Utiliza una técnica que sigue el proceso de grabado pero con un resultado diferente, porque la imagen no se estampa sobre un papel, sino que Patxi retiene la matriz como pieza única, pintando sobre ella con óleo”, subrayó la hija del creador. Sobre estas planchas, se parecían aspectos característicos de la obra de Buldain, como el color rotundo, plano y vibrante o pequeñas formas amorfas que decoran y agitan la escena, que evolucionan hacia una temática de gran interés para el artista: la figura humana.

En la exposición que recoge el palacio del Condestable, son llamativos los cuadros que el artista realizó utilizando la técnica de puntos, para la que el artista utiliza una jeringuilla como herramienta. En las primeras obras, los puntos acompañan a los trazos, que siguen siendo los que construyen la escena y, en un lenguaje expresionista, el artista busca la sensación de encerramiento de sus imágenes. Poco a poco, se aprecia el afianzamiento de la técnica y estos puntos crean efectos ópticos y de engaño visual. “Si nos acercamos a estos cuadros, solo vemos un juego de puntos y líneas, pero conforme nos alejamos se van formando las imágenes”, describió Buldain, haciendo alusión a uno de los cuadros de la muestra, titulado Mujer sentada.

El artista afianza la aplicación del acrílico con puntos y se permite nuevas variantes en cuanto a los soportes y las técnicas. Es entonces, a principios de los años noventa, cuando Buldain incorpora a su trabajo el somier, que más tarde utilizará de manera recurrente. “Patxi comienza a indagar y a reciclar materiales, dándoles una condición artística, tales como el somier, que en un primer momento utiliza como bastidor y más adelante como una pieza más de su obra”, comentó la comisaria. De hecho, en la muestra se aprecian trabajos en los que el somier funciona únicamente como soporte sobre el que el creador tensa una gran tela y otros trabajos en los que las figuras humanas surgen a partir de estos somieres, “que en ocasiones las encierran o las liberan, como reflejo del estado anímico de Patxi”.

Época reciente

Completa libertad creativa

“Patxi es un autor que no pertenece a ningún estilo concreto, y él mismo dice que, si tuviera que identificarse con algún estilo, sería el suyo propio, el que exprese su personalidad”, dijo la comisaria. Buena muestra de ello son las obras más recientes del artista, donde es más que visible la completa libertad creativa que Buldain se permite a sí mismo en sus obras. “Él siente que ya domina la técnica, bien sea pintura acrílica, el trabajo sobre somieres o la pintura de óleo, y comienza a indagar sobre nuevos soportes, como ruedas de bicicletas, puertas de armarios o cualquier objeto inesperado”, destacó Buldain. Precisamente, en esta última etapa creativa se advierte la convivencia de numerosos estilos y lenguajes, algunos de los cuales han ido apareciendo a lo largo de su trayectoria y otros son fruto de una innovación continua en su trabajo.

“Él dice que ya ha pintado todo lo que tiene que pintar”, apuntó la hija del artista, quien espera que “a pesar de que ya no pueda manejar algunos soportes debido a su edad -91 años- siga creando, porque esa inquietud artística nunca le ha abandonado”.

La exposición. Bajo el nombre de Ensoñaciones del maestro solitario, la muestra recorre la trayectoria artística de Patxi Buldain, desde sus inicios en Francia hasta la actualidad. La exposición, que contiene un total de 74 obras comisariadas por la hija del artista, Nuria Buldain, permanecerá en la primera planta del Palacio del Condestable hasta el 18 de noviembre.