la empatía es aquella condición de los seres humanos, que nos hace más fácil la comunicación, interrelación y aceptación de la realidad y forma de ser de los demás. Lo que se dice tener buen rollo, condición necesaria en algunos programas de televisión tipo concurso, competición o demostración de conocimientos en grupo.

El programa competitivo de Atresmedia La Voz camina a su final en medio de resultados de audiencia gozosos, con una media de casi tres millones de espectadores cada noche de lunes y martes. El programa tiene una clave de éxito meridiana, reconocible y eficaz: el talento de los coaches que han sabido entender el programar, desplazar el interés de la audiencia hacia ellos y hacer de su participación el catalizador de un buen programa de entretenimiento. La Voz se encamina a su más importante momento de expectación, la decisión final del jurado que proclamará al vencedor en una pelea que se adivina intensa, peleada y competida.

Tras las fases de audiciones a ciegas y asaltos, llega la gran final y en ella López, Orozco, Rubio y Fonsi deberán construir unas actuaciones potentes, interactivas y casi circenses para poner broche de oro a un programa que ha funcionado a la perfección. El buen rollo entre los responsables de cada equipo ha sido fundamental para hacer de La Voz un espacio esperado, aclamado y aplaudido. Los abrazos, achuchones, y carantoñas entre los cuatro coaches han sido tan naturales que han terminado transmitiendo buen rollo humano con la audiencia cada noche, que esperaba más las actuaciones de estos cuatro profesionales de la canción, que las canciones y sus intérpretes aspirantes al triunfo. Coleguismo, frescura, calor humano, lloros, risotadas, abrazos, puyas, cariños, todo mezclado con una dinámica realización que ha convertido a este espacio en puro ejercicio televisivo. Lo dicho, buen rollo en el fantástico plató.