pamplona - Entrar, orientarse, decidir qué dirección tomar, dejarse sorprender, arriesgar, descubrir, fracasar, volver a empezar... Todas estas acciones son propias de la espeleología, y también de la búsqueda artística, tal y como dejó de manifiesto ayer Edurne Rubio Barredo con su película Ojo Guareña, una historia gestada en torno al complejo de cuevas situado en la provincia de Burgos. Un proyecto con el que compitió en la Sección Oficial de Punto de Vista y que también es un homenaje a su familia, en concreto a su padre y a sus tíos, que a finales de los 60 del pasado siglo se adentraron en las profundidades de la tierra, convirtiéndose en exploradores en una España que no permitía ni grandes aventuras ni libertad.

Edurne Rubio es artista visual. Se licenció en Bellas Artes en la Universidad del País Vasco, en la especialidad de Escultura, “y después empecé a trabajar con otros formatos”, como la performance, el audio y el vídeo, entre otros. “Cuando comienzo un nuevo proyecto no sé qué medios voy a usar, lo voy descubriendo, el proyecto mismo me lo dice”, comentó ayer la realizadora en su comparecencia ante los medios tras la proyección de su trabajo. De hecho, antes de realizar la película, ya había abordado este tema en una obra de teatro que ha representado en varios países y en la que proyectaba algunas de las imágenes que integran el filme, en el que su vínculo personal, incluso emocional, con Ojo Guareña está muy presente. “He trabajado mucho en torno a la relación que creamos con los espacios. Algunos de ellos son puntos en común que tenemos con personas que ni siquiera conocemos”, como las casas en las que han vivido distintas familias, los lugares públicos, institucionales, fábricas, escuelas... Y un día, al volver a entrar en este gigantesco complejo kárstico de 110 kilómetros de galerías, “que de alguna manera fue un hogar de infancia para mí”, se dio cuenta de que “ese lugar había influido mucho en mi trabajo”, al igual que “la forma en la que mi padre y sus compañeros exploraban”. Esa idea de exploración “tiene mucho que ver con la manera en la que veo la cultura y la creación artística. Te tienes que adentrar en lugares que no sabes adónde te van a llevar, debes aceptar el fracaso, afrontas riesgos que a veces te conducen a cosas maravillosas y otras te obligan a regresar atrás con las manos vacías”, indicó la artista, a la que, en efecto, le interesaba “superponer mi manera de entender el arte con la forma en la que mi padre exploraba la oscuridad de la cueva”.

Pero ese solo fue el punto de partida, ya que la cueva “resultó ser una caja de Pandora increíble, con muchos temas escondidos”, como sus usos durante la guerra civil o la dictadura, y también mucho más atrás en el tiempo, llegando hasta los restos encontrados en su interior y que se remontan al Paleolítico Superior. “Me sentí identificada con los arqueólogos en ese intento de crear imágenes que no existen porque pertenecen al pasado”.

julio verne tiene la culpa Técnicamente, la realización de Ojo Guareña fue muy exigente. Su primera intención fue realizar un trabajo exclusivamente de audio, “que contara historias sobre la cueva con el ambiente sonoro grabado dentro de ella”, pero como reside en Bélgica y esos relatos iban a ser en castellano, “me tuve que plantear la traducción y eso, el subtítulo, implicaba ya una imagen”, así que se decidió por grabar la película. Esa decisión también implicó otras: “El primer día grabamos con iluminación led y al llegar a casa las imágenes me horrorizaron; esa no es la cueva que yo conocía”, se perdía su esencia, de modo que optó por filmarla únicamente con las lámparas de los cascos de los espeleólogos”. Así, “la cueva aparece solamente a través de la presencia humana; cuando esta desaparece, la cueva desaparece”, y entra en juego la imaginación. El sonido es, indudablemente, otra de las claves de Ojo Guareña. “Grabé todas las entrevistas dentro de la cueva, también mucho sonido ambiente, y luego pedí a la artista Charo Calvo que hiciera todo el diseño sonoro; la película es muy sensorial y para mí era importante que el público sintiera lo que se siente al estar dentro de una cueva”. Además, como contó la directora, estos elementos sirve también “para unir la parte de testimonios con la parte más abstracta que genera la cueva en sí misma”, continúa Rubio, que reconoce que grabar tantas horas en oscuridad no fue sencillo. “Menos mal que conté con un equipo al que le gustó estar dentro”, afirmó Rubio, que con esta obra también quiere rendir tributo a su padre y al grupo de amigos que a finales de los 60 comenzó a reunirse cada viernes para realizar estas expediciones. “Vivían en una ciudad de provincias en plena dictadura; trabajaban en fábricas y en oficinas, leían a Julio Verne y soñaban con hacer viajes exóticos y estar en otro lugar, pero el momento en que les tocó vivir no se lo permitía. Sin embargo, encontraron una forma de escaparse y viajar a los confines de la tierra. Para ellos la cueva se convirtió en un lugar de libertad, de conocimiento, y me interesaba mucho esa idea esperanzadora”.

últimas décadas de la vida También participó ayer en la rueda de prensa el veterano cineasta estadounidense Robert Beavers, que hoy, jueves, proyectará Der Klang, Die Welt en la sesión de las 12.30 de la Sección Oficial. “Esta película surgió de un impulso espontáneo”, como un regalo a Dieter y Cécile Staehelin, los propietarios de la casa de Suiza donde el realizador se alojó durante un tiempo. Dieter “era una persona muy reservada, y me conmovió cuando tocando el Arabesco -de Bohuslav Martinu- me dijo que era así como quería que terminara su vida”, indicó Beavers, que en sus películas trata de indagar en torno a una pregunta: “¿Cómo nos renovamos en general y como artistas en particular?”. En este sentido, en sus últimas películas se ha centrado en retratar a personas “que están en las últimas décadas de su vida”, y, en concreto, en la que mostrará esta mañana se subraya cómo una persona nonagenaria “mantiene viva su conexión con el arte. Sospecho que tiene que ver con que estas personas no son profesionales de ese ámbito”, concluyó Beavers.

‘Black Pond’. De Jessica Sarah Rinland (Inglaterra, EEUU, 2018). Una odisea a través de unas tierras comunales en el sur de Inglaterra contada a través de los miembros de la sociedad de historia natural que actualmente las ocupan. 10.00 y 17.00 horas.

‘Jatiwangi’. De George Clark (Indonesia, Inglaterra, 2018). Retrato cooperativo de la comunidad artística Art Factory de la localidad de Jatiwangi, en Java Occidental. 10.00 y 17.00 horas.

‘Der Klang, Die Welt...’ De Robert Beavers (EEUU, Holanda, 2018). 12.30 y 20.00 horas.

‘Rushing with green horses’. De Ute Aurand (Alemania, 2019). Montaje de breves momentos vividos en viajes, en casa, con amigos y en solitario. 12.30 y 20.00 horas.