paMPLONA - “Siento que he desperdiciado los mejores años de mi vida“, afirma uno de los protagonistas de Young & Beautiful, el documental que hoy estrena Marina Lameiro. Y es que en su primer largo, la navarra presenta el retrato poliédrico de una generación acusada de no querer crecer, dice. Una generación, que es la suya.

En solo cuestión de horas, Young & Beautiful afrontará su estreno comercial en salas, ¿nervios?

-Tengo ilusión porque hay mucha gente que me dijo que quería ver el documental y para mí, que mi primera película esté en los Golem, que es donde empecé a ver películas, que son los cines de mi vida... De todos los cines que hay en el mundo, el que más ilusión me podía hacer era este.

¿Cuál fue el punto de partida de Young & Beautiful, con el Máster de Documental de Creación de la Universidad Pompeu Fabra (Barcelona) como telón de fondo?

-Al principio tenía otra idea, pero en el taller de escritura me empezaron a cuestionar mucho y vi que lo que realmente me interesaba era la construcción de la identidad desde la infancia. A partir ahí, encontré en qué momento de mi construcción de identidad estaba yo, que pasaba de joven a adulta pero me resistía, entonces me aferraba a mi infancia... Así que decidí pararlo y miré a mi alrededor para ver cómo lo hacía mi gente más cercana que también estaba en ese momento.

Al final fueron cuatro protagonistas, con quienes dialogas a lo largo del documental. ¿Por qué decidió contar con Ione, Nais, Poti y Das, y no con otros?

-Han sido una especie de álter ego, cada uno de ellos contiene una parte de mi personalidad y además forman parte de un momento específico de mi vida. Ione es mi hermana y es casi la única persona que me ha acompañado siempre; a Nais la conocí en el instituto, cuando pasas de ser niño a ser adolescente; a Poti lo conocí con 20 años, que ya no eres adolescente, sino joven; y a Das lo conocí a través de la película. Otra cosa importante de la película es el cómo nosotros siempre somos la misma persona, pero depende de a quién tengamos delante, sacas una parte de ti que no sacas con otro. Quería explorar cómo esa persona que tienes delante es una especie de espejo tuyo.

Son personas diferentes, pero a todas ellas les atrapa el miedo, las dudas hacia lo que está por llegar y el desencanto, como si de un retrato generacional se tratase.

-Es nuestro momento vital que quería mostrar, lo cual no quiere decir que estuviésemos todo el tiempo así. He querido poner en valor cosas que normalmente no se muestran. Hoy en día, te metes al Instagram y la mayoría de la gente comparte sus momentos felices, las vacaciones, la playa... Y tú te sientes, como: ¿qué coño estoy haciendo con mi vida, que yo no estoy así? Quería hacer una película que nos hiciera sentir menos solos, ya que a la gente también le pasa eso. El documental no muestra los momentos cumbre, sino todo lo demás. Al final es lo importante de la vida, porque tú vas a tener muchos más momentos no-cumbre... También suponía poner en valor la vulnerabilidad, porque hoy en día tenemos que ser muy fuertes, tenemos que mostrar seguridad... Y yo no me siento así, ni tenemos por qué ser así. La fortaleza es buena, pero también es muy bueno ser vulnerable, dejar que te afecten las cosas y no tener una coraza.

“Nos han engañado con todo”, dispara Poti en una escena. ¿Hay cierta crítica hacia el momento actual y ese ritmo de “estudia, trabaja y llega a fin de mes”?

-Sí, para mí esa es una de las claves. Desde pequeño creces pensando que lo que tienes que hacer en esta vida es estudiar para tener un trabajo, para comprarte una casa... y te vas dando cuenta de que no tiene por qué ser así -que yo respeto a la gente que lo quiera hacer así-. Entonces claro, tienes que buscar tu manera... Porque no te han programado para vivir de esa forma y tienes que ir desprogramándote, poco a poco: ni tienes que trabajar de lo que habías estudiado en la universidad, ni tienes que decidir qué vas a ser el resto de tu vida, ni tienes que comprarte una casa, ni tienes por qué vivir siempre en el mismo sitio... Y aunque eso al final te genera una ruptura con las expectativas que ya tenías y, en cierta medida, un sufrimiento, al final es bastante liberador.

¿Planea la nostalgia sobre esa juventud e infancia casi ya pasadas?

-Hay mucha gente que me ha dicho que la película es melancólica. No la veo así, pero creo que porque yo soy así. Si hay melancolía, no creo que sea negativa, sino algo más emocional que te agarra. Me parece curioso que las reacciones a la película son muy diferentes: hay gente a la que le parece triste, a otros alegre, hay gente que le parece melancólica, a otros dura... Creo que depende del momento en que se encuentra cada persona. Para mí es una pasada, eso quiere decir que el largometraje está haciendo de espejo y que hace pensar al público en su propia vida... Tal y como entiendo el arte, sirve para que le hable a tu alma, y haber hecho una obra que hable a otras personas de su propia vida es lo máximo a lo que podría llegar.

En cuanto a proyectos futuros, ¿en qué se encuentra trabajando ahora Marina Lameiro?

-Después de hacer la película, Ione estudió cine y junto a ella y Garazi Erburu, la ayudante de producción de Young & Beautiful, decidimos hacer una productora aquí, en Navarra. Se llama Hiruki Filmak y estamos produciendo dos películas de Ione -Enero y La casa del artista-, y también 918 Gau, el primer filme de Arantza Santesteban. Después de hacer la película, quería seguir en el cine, pero tenía que vaciarme un poco y me he dedicado más a la producción, que me parece algo bonito: es estar en el cine, pero desde otra distancia.