El maravilloso y estupidizante mundo de la tele genera de vez en cuando personajes que alcanzan altas cotas de popularidad y notoriedad que les colocan en el centro de la opinión mediática y pasan a engrosar una larga nómina de hombres y mujeres, sometidos al dictado de los medios, básicamente la tele de nuestros días, y convertidos en celebridades exprés que como asoman y brillan en la plaza pública, se desvanecen, se apagan y se olvidan.

Nuestra sociedad construye estos muñecos de pim, pam, pum, nacidos al amparo, sobre todo, de los programas de telerrealidad que convierten la basura en productos luminosos en apariencia y falsos en esencia.

La tele es el ágora natural en estos tiempos de agitación y falta de orientación y destino. En la tele se pelea por el poder, todos los días y en especial en los tiempos pre y electorales, como los que ocupan nuestros calendarios.

Hay personajes públicos que se han creado al calor de programas televisivos, y otros que se han hundido por no saber manejar los mecanismos mediáticos. La próxima cita electoral 28-A, donde se dirime la gobernabilidad del Estado, está aflorando un fenómeno nuevo: el descubrimiento del poder electoral de famosos en varios campos de humana actividad, convertidos en caballos electorales lanzados a la pelea de la dialéctica, el ataque y la propuesta. Y son los nuevos candidatos importantes de las listas para salir elegidos, y que posteriormente, ya se verá, serán políticos de primera referencia en la actividad del Congreso de los Diputados. Periodistas, toreros, entrenadores deportivos, hijos de famosos del pasado, militares de alta graduación son cantera de neopolíticos, dispuestos a saltar a la arena y batirse el cobre para resultar elegidos. Nueva cantera para una democracia en ocasiones agotada por los manejos de políticos profesionales, que pueden ser refrescados con este enriquecedor sistema, que busca la notoriedad más que la excelencia política para hacerse con el voto ciudadano.