Zarautz vivió el domingo 14 de diciembre una jornada cargada de emoción, tradición y simbolismo con la presentación de Laxaro Joalduna y Sorgiña, los dos nuevos gigantes que se incorporan a la familia festiva de la villa. El acto, celebrado en la plaza y rodeado de un ambiente festivo y navideño, congregó a numerosos vecinos y visitantes que no quisieron perderse un acontecimiento muy especial para la historia cultural del municipio.

Las figuras, encargadas por el Ayuntamiento de Zarautz y creadas por el artista navarro, Rubén Platero, de Gigantes Platero, fueron presentadas en un acto público que despertó una gran expectación. Sin embargo, el verdadero protagonista de la jornada fue Laxaro Erregerena, joaldun de Ituren, que acudió como invitado sin conocer el alcance real del homenaje que le aguardaba.

Experto joaldun

Erregerena ha participado en 51 ediciones de las Euskal Jaiak de Zarautz, convirtiéndose en una figura imprescindible de esta celebración centenaria. Aunque natural de Ituren, vive desde hace años en Donostia, pero su vínculo con Zarautz se ha mantenido firme desde que, con apenas 15 años, comenzó a acudir a la villa para hacer sonar los cencerros. Este mismo año, ya con 72, volvió a vestirse de joaldun, demostrando que la pasión por la tradición no entiende de edades. “La tradición del joaldun viene de muy atrás. En Ituren se hacía en carnavales y las Euskal Jaiak de Zarautz tienen más de cien años”, explica Erregerena. Su llegada a la villa se produjo cuando desde Zarautz llamaron a Ituren para buscar personas que pudieran participar como joaldunak. Desde entonces, su presencia se convirtió en habitual y esperada.

Laxaro Erregerena en el barrio Lasaga de Ituren en los carnavales Ondikol

A lo largo de su vida, Laxaro ha llevado el sonido del cencerro mucho más allá de Gipuzkoa. Ha participado en actos y celebraciones por toda Navarra, La Rioja, Cantabria, Asturias, Valencia, Cataluña, Madrid, Galicia, Tenerife e incluso fuera del Estado, en ciudades como París o Washington, donde formó parte de una fiesta vasca junto a músicos como Kepa Junkera, aizkolaris y otros representantes de la cultura tradicional.

Lejos de considerar dura la labor del joaldun, Erregerena asegura que la clave está en la constancia y la preparación. Su rutina diaria incluye bicicleta, gimnasio, pesas, largos paseos por la playa y baños diarios en el mar. También cuida especialmente su alimentación y estilo de vida, hábitos que mantiene desde que se jubiló tras 36 años de trabajo en el Hospital de Arantzazu, no solo por la tradición, sino por convicción personal.

El sonido del cencerro, explica, es mucho más que música o espectáculo. “Antes, cuando no había teléfonos, era el medio de comunicación entre los caseríos. Según los golpes, se sabía si había parido una vaca o si alguien estaba enfermo. Era el teléfono de los caseríos”. Ese conocimiento, transmitido oralmente por su abuelo, es el que hoy comparte con las nuevas generaciones, especialmente con los niños, a quienes el joaldun sigue fascinando.

Homenaje

El día del homenaje, Erregerena acudió a la cita acompañado de su familia. Aunque el alcalde, Xabier Txurruka, le había adelantado meses atrás que “le iban a hacer algo”, nunca imaginó la magnitud del reconocimiento. Al llegar a la plaza vio un gigante cubierto, pero ni siquiera entonces sospechó que la figura representara su propio rostro.

El momento culminante llegó al descubrirse el gigante. Rodeado de amigos, músicos y nietos, la emoción fue inmediata. “Pensaba que sería un homenaje, pero nunca imaginé que sería un gigante con mi cara. Cuando lo destaparon, fue impresionante. Se me saltaron las lágrimas”, reconoció.

Laxaro Erregerena, Rubén Platero (autor) y Xabier Txurruka (alcalde de Zarautz) Zarauzko Udala

Aún emocionado, Laxaro insiste en que el homenaje trasciende su figura personal. “Estaré yo en la imagen, pero representa a todos los que tocan los cencerros y a todo el pueblo de Ituren”, subraya. El parecido con el gigante le arranca una sonrisa y lo toma como un estímulo para seguir activo. Incluso bromea con la idea de que algún día podría acompañar a la comparsa: “Sería bonito y gracioso salir yo mismo de mi gigante”.

El pasado 29 de enero de 2024, Erregerena se despidió del Carnaval de Ituren encabezando por última vez la comitiva de joaldunak y haciendo sonar su cuerno de buey. Tras una vida de viajes y actuaciones por numerosos lugares, se queda con una espina clavada: “Me habría gustado tocar en Sevilla, en la final de la Copa del Rey”.

Ahora, su legado queda inmortalizado en Zarautz, convertido en gigante y símbolo vivo de una tradición que sigue resonando con fuerza generación tras generación.