a pocos minutos de las ocho de la tarde, Bob Dylan, capucha y gafas de sol de por medio, entró en el Navarra Arena. Lo hizo sin bullicio y sin gritos de “un selfie” por parte de los contados fans que aguardaban su salida, que se limitaron a jalear algún “¡Bob!” desde las vallas. Un ambiente tranquilo que se extendió a toda la previa del concierto, que contó con dylanitas de todas las edades, aunque con predominio de veteranos. Era lo esperado.

De esperar era también encontrar a gente foránea, ya que la cita de Pamplona abría la lata de la gira de Dylan en España. Una gira que los italianos Renzo y Manuela tenían intención de seguir de principio a fin. De Pamplona a Bilbao, Gijón, Santiago de Compostela, Sevilla... Todo por Dylan, que “es vida”, como lo definió Renzo, quien incluso ha escrito un libro sobre el músico, titulado con uno de sus frases, Cuando no tienes nada, no tienes nada que perder.

Tablas aparte, muchos de los asistentes ayer recordaban el concierto de Dylan en Anaitasuna en 2008. Una cita a la que otros, por juventud, no acudieron, pero que ayer no fallaron. Era el caso de la cuadrilla de Paula Flamarique, que se desplazaron desde Tafalla y quien aseguraba, entre risas, que eran “las más jóvenes, seguro”. Y muchas de esas caras jóvenes se dejaron ver en familia: muchos padres e hijos acudieron ayer a ver al músico de Duluth, como Jon, que asistió junto a sus padres Antonio y Ana.

Una reunión intergeneracional que compartieron cuadrillas. Así, era el caso del grupo de Santi, debutante, que acudió con otros repetidores como Bruno, quien definió a Dylan como “una leyenda viva cuyas canciones son eternas”. Y con ganas de ver a esa leyenda en casa, muchos llegaron con tiempo de antelación, como Conchi Cofrales y Mari Carmen Azagra. “Es toda mi juventud”, dijo esta última. Y es que no todos los días un histórico de la canción popular puede verse en el Arena. - D.N.