donostia - ¿Cómo conoció a Javier Ortiz?

-Primero, porque le leía. Luego vi que abrió una página web. Yo acababa de llegar a internet; me pareció que era una persona que escribía muy bien y que había pocas personas que lo hiciesen como él. Creo que escribió algo de la Real Sociedad y deduje que era donostiarra y le envié un mensaje diciendo que era el puto amo. Me contestó y a partir de ese momento comenzamos a hablar y a tener relación.

Varios seguidores de Ortiz montaron un grupo de correo que se llamó La Patera.

-Éramos gente que estábamos en Donostia, Irun, Bilbao, Barcelona, Madrid, Zaragoza, Suecia? en un montón de sitios. Nos hacíamos llamar pateranos o compateros. Es interesante porque es una época previa a los blogs y pre Facebook. En aquellos tiempos que, para mí y para más gente, eran complicados, conseguimos que la gente fuese capaz de discutir y de charlar sobre temas y ver que no toda España era Vox, que diríamos ahora, o el PP.

¿Cuántos eran?

-No te sé decir exactamente, pero éramos varias docenas. En dos años, 25.000 mensajes son muchos y algunos muy extensos.

¿Reflexionaban sobre lo que escribía Ortiz?

-Sí. Sobre el aznarato en su potencia. Yo le llamo así. El felipismo es una cosa que ya ha quedado marcada pero el aznarato no. Salvo algunos como David Fernández, no se usa y es un concepto que me gusta mucho. Era una especie, no sé si de caudillo, de personaje muy peligroso. Eran los tiempos de la lucha antiglobalización, era la época del frente Redondo Terreros-Mayor Oreja contra Ibarretxe, era la Guerra de Irak? Se hablaba de esas cuestiones, también de música, pero sobre todo de política.

¿Cómo era Ortiz?

-Para mí era un maestro. Era un tío muy fácil. Conectamos muy rápido y tuvimos una relación cercana. Yo le llamaba cada dos por tres y él me cogía, estuviese donde estuviese. Pensaba que un periodista tenía que tener un teléfono siempre encendido. Era una persona cercana y con buen humor. Solía decir que él vivía en el exilio, porque no estaba en los círculos de poder. Él se definía como un resentido social pero tenía y mantenía muchos contactos. Fumaba como un carretero; la medida que utilizaba era la de ocho cigarros, una columna.

Creó la web en el 2000 cuando dejó su puesto fijo en El Mundo, medio en el que mantuvo su columna.

-No sé quién le ayudó, pero montó una web absolutamente rudimentaria. Si no recuerdo mal, lo que hacía era escribir dos columnas, el miércoles y el sábado. Además, todos los días publicaba algo en su web y, a veces, se adelantaba a la columna del día siguiente. Se esmeraba, sobre todo, en la columna, porque era su fuente de ingresos. Pero, además, era director de la colección Foca Ediciones y escribió la autobiografía oral de Arzalluz. Para una de las editoriales del grupo El Mundo hizo también un libro sobre Ibarretxe. También participó en el libro Repensar la prensa con otras dos personas que se dedicaban a la comunicación. Era colaborador de Radio Euskadi y de Pásalo en ETB.

Diferenciaba dos etapas de su carrera, la de periodista militante y la de periodista comercial.

-Hay varias conferencias suyas sobre periodismo. La que incluyo al principio del libro es muy buena, pero hay otra que también lo es que se llama 25 años de periodismo militante, y que habla en torno a los órganos de expresión y de información del Movimiento Comunista. Hay otro artículo en el que cuenta el despropósito que fue Liberación, una experiencia frustrante. Fue un periódico de izquierdas que se creó hacia 1983, pero que duró un suspiro porque se reunían en asambleas para decidir titulares. Eso les llevó al agujero; evidentemente, había gente que no tenía ni idea de periodismo. Ahí conoció a Sánchez Ferlosio, del que en el libro se recoge un perfil.

Usted coordina la web desde su fallecimiento en 2009. ¿Cómo la han alimentado desde entonces?

-Recogimos los textos de unas 200 personas que escribieron algo relevante sobre Javier tras su muerte. Abrimos un blog donde están recogidas todos. Luego, cada día iba poniendo un artículo suyo. Si estábamos en mayo, miraba los artículos de ese mes de años anteriores y los iba poniendo. Pedro García Cuartango, que luego fue director de El Mundo, nos pasó todas sus columnas y empezamos a subirlas a la web, y así mantuvimos el sitio vivo durante tres o cuatro años más. Había dos páginas, la antigua y la renovada por la empresa CodeSyntax, y empezamos a pasar las cosas. Llegó un momento en el que nos preguntamos y, ¿ahora qué hacemos?

¿De ahí viene el libro?

-De cara al décimo aniversario de su fallecimiento pensaba que había que hacer un libro, pero que lo tenía que hacer otro. Lo que pasó es que me di cuenta que, o lo hacía yo, o no lo hacía nadie, porque era el que estaba todos los días con ello. Hablé con la familia y les comenté que tenía claro cómo tenía que ser, cómo tenía que ser el esquema, que es el que he mantenido. Pensé que teníamos que ir a Foca Ediciones, porque él trabajó allí, y nos dijeron que sí desde el principio.

El libro incluye tres perfiles de Ortiz escritos por Garbiñe Biurrun, Isaac Rosa y David Fernández.

-Con ellos pasó lo mismo que con Foca, dijeron que sí desde el principio. Lo que he descubierto es que Javier, además de buen periodista, era buen cerrajero, porque abre muchas puertas. Llamas a cualquier sitio pidiendo algo por Javier y no tengo que echar mano del plan B, siempre sale el A. Ha dejado buen recuerdo.

¿Siguen vigentes sus artículos?-Lo dice David, vigencia, actualidad y espejo. El periodista Kike Martín me dijo que, tras leer el libro, los artículos parecían escritos ayer. Tuvo la capacidad de convertirse en un clásico. Buscas entre sus artículos y encuentras mucha información de lo que ha pasado los últimos años. Durante esta década, como dice Garbiñe Biurrun, lo que pasa es que Javier cada día escribe mejor. Por eso digo que es la cara B de la España oficial de los últimos 50 años porque durante estos diez últimos, él también ha seguido escribiendo desde Jamaica.

¿Cuánto le ha llevado revisar y seleccionar los artículos?

-Él asumió la paternidad de unos 5.000 artículos. Seguramente serán más. Para mí su época más madura es la de El Mundo. Diría que me he leído unos 3.000 o así, de los cuales 1.800 pueden ser columnas de El Mundo. De la época de Público, en torno a 500. No releí todos, pero sí mucho de lo que había escrito en sus Diarios de un resentido social y Apuntes del natural. Hay gente que lo devora y me ha dicho, que además de esta antología, espera que se publique la colección completa.