pamplona - Los actores Gema Matarranz y Alejandro Vera, de Histrión Teatro, dirigidos por Juan Carlos Rubio, realizan esta noche un recorrido poético, alegre y triste, vital y desesperado, amargo y dulce por la vida de Federico García Lorca con las cartas que él mismo envió a sus seres queridos como hilo conductor.

Con muchas funciones a cuestas, Lorca. La correspondencia personal aterriza hoy en Olite, una obra que muestra el valor incuestionable de la correspondencia íntima del dramaturgo. Cuando accedió a estas cartas, ¿qué vio en ellas que le hizo llevar su contenido a escena?

-Lo que más me fascinó, porque la palabra es fascinar, es ese puente que se tiende entre el Federico García Lorca hombre y el Federico García Lorca creador. Sus cartas son ejercicios literarios y son también un reflejo de toda la variedad cromática que él tiene a la hora de escribir y de sentir. Me pareció un material inédito que me acercaba a su figura, al hombre tras el mito, a ese joven de 37 años que fue asesinado en el momento en el que empezaba a caminar artística y personalmente. Estas cartas hablan del hijo, del amante, del amigo...

No habrá sido tarea fácil escenificar esta unión entre el genio y el hombre...

-No sé cómo lo he hecho (ríe). Ha sido un milagro que se ha hecho posible gracias a una compañía como Histrión Teatro. Ir de la mano de gente con tanto talento ha permitido que surja este viaje que ha sido difícil, sobre todo en cuanto a seleccionar el material que quería utilizar en el espectáculo. Todo era brillante, interesante y fascinante y ese primer filtro fue bastante complicado. Pero levantar este proyecto de la mano de estos profesionales ha sido un placer. Y ahí está la obra, que lleva representándose desde enero de 2017 por diversos escenarios de España y de otros lugares.

Gema Matarranz y Alejandro Vera se convierten en las dos mitades de Lorca para esta ocasión. ¿Por qué esa selección de una mujer y un hombre?

-Siempre arrastramos esta distinción entre hombre y mujer y creo que la etiqueta global de seres humanos es la que verdaderamente vale a fin de cuentas. Y yo quería hablar del ser humano Lorca que, como casi todos los seres humanos, aunque él quizás más, tenía dos facetas muy marcadas. Una muy brillante, en la que era el alma de las fiestas, muy inteligente, irónico y festivo; y otra faceta mucho más oscura, melancólica y atrapada por el dolor. Ahí ya había dos Federicos. Luego, el hecho de ser homosexual en el momento en el que él vivió no tiene nada que ver con ser homosexual hoy en día; la sociedad los percibía como seres distintos que no se sabía a dónde pertenecían. Un hombre no era un hombre si era homosexual. Dentro de toda esta amalgama de sensaciones vino la decisión de contar con un hombre y una mujer para navegar juntos por ese alma de Federico y creo que la conjunción de los dos ha resultado fantástica. Ambos dan vida a un ser que fue muchos seres, porque Federico García Lorca era mucho, era un talento y un genio desmedido.

¿Descubrió en esta correspondencia personal facetas de Lorca que desconocía?

-Lo más maravilloso fue descubrir el hombre tras el genio. Se ve un Federico con problemas de joven, adolescente y adulto que pueden ser iguales a los de cualquier persona de hoy en día. La falta de trabajo, la angustia ante el triunfo, las dudas artísticas, las críticas, los amantes... Ahí está todo, aunque a veces hay que leer entre líneas porque en aquellos tiempos no se podía decir todo lo que uno quería. Y así, leyendo entre líneas, vas rescatando retazos de su personalidad. Fue un trabajo apasionante hasta un cierto punto de locura al final.

Apasionante, seguro. ¿Y duro?

-Desde luego; ver cómo un genio que tenía todo un camino por recorrer no pudo hacerlo porque fue asesinado... Es brutal y a veces se nos olvida que tras la figura de Federico hay un ser humano asesinado por su condición política, personal y sexual. Es una víctima más de los millones de víctimas que ha habido en la historia y que sigue habiendo de la barbarie de las guerras y la intolerancia. No podemos olvidarlo. Bien que su muerte le mitificó, pero creo que no es un peaje que podamos considerar hacia la gloria. Menos, la muerte de esa manera, sin elección. A mí Federico me sigue recordando a todos los españoles, españolas y extranjeros que siguen enterrados en las cunetas de nuestro país y no han sido identificados. Creo que, desde que el hombre es hombre y la mujer es mujer, enterrar a tus muertos es una de las necesidades vitales y es terrible que esto aún no haya terminado.

En la obra no podrán faltar algunos momentos clave de la historia de España para contextualizar la época en la que él vivió...

-Claro. Él nace en un imperio que no veía el sol y poco a poco todo se va desmoronando. Su vida pasa por la República, por el golpe de Primero de Rivera, el último momento del alzamiento nacional... Es una época muy convulsa y no solo en el ámbito político. Lo pienso y me río de lo que estamos viviendo ahora, porque no es nada si echamos la vista atrás y lo comparamos con aquellos años. Todo es cíclico y las cosas que ahora están ocurriendo se pueden complicar muchísimo más. Federico vive en un momento muy especial en todos los sentidos, también el artístico, con la Generación del 98, la del 27, una cantidad de creadores que convierten a España en una potencia creativa... Que, claro, fue cercenada por la Guerra Civil.

Siguiendo con el contexto, ¿la obra se sitúa en algún momento concreto o va viajando por diferentes planos temporales?

-Esta obra se sitúa en tres planos con los que jugamos. El primero, que es la llegada de los actores al teatro. Después, hay un primer salto temporal en el cual estos dos actores se sitúan en el Molino de Viznar, justamente una hora antes de que Federico muera. Y, por último, hay un tercer salto temporal a sus recuerdos. Creo que, gracias a la escenografía, estos cambios quedan muy claros, aunque en el fondo todo el espectáculo es un gran poema y yo lo que aconsejo al público es que se abandone a la música de Federico, al poder de sus palabras.

Ha mencionado la entrada de los dos actores a escena, de la cual me gustaría rescatar una frase que mencionan: “Por qué tenemos que venir al teatro a ver qué pasa y no qué nos pasa”. Una definición muy lorquiana del papel del teatro.

-Esta es una de las frases maravillosas de Federico García Lorca. Todo son pequeñas personas y, de hecho, todo el texto está construido a raíz de sus palabras. Y es muy cierta. A veces vamos al teatro para lucrarnos y eso está bien porque también es su cometido divertir al público. Pero lo más importante es ir al teatro para saber lo que nos pasa, que se convierta en un espejo en el que el público pueda verse reflejado. Y creo que en este espectáculo hay muchas cosas que nos devuelven imágenes del ser humano que hay que tener en cuarentena, analizarlas y darnos cuenta de lo que podemos llegar a ser, para lo bueno y para lo malo. Por eso creo que esta función es para ir y ver lo que nos pasa, lo que sentimos. Muchísimo público ha salido del espectáculo verdaderamente conmocionado y, sobre todo, con muchas ganas de leer los textos de Federico García Lorca porque aunque todo el mundo crea que sabe lo que es Federico hay mucho desconocimiento en su obra.

Esta no es la primera vez que viene a Olite. ¿Qué le parece como escenario?

-Me parece un regalo absoluto. Es un espacio emblemático y maravilloso. Estuve con El Príncipe de Maquiavelo y la verdad es que es un espacio mágico. Además hay un público deseoso de ir a ver lo que le pasa. Es un público precisamente de ese tipo que Federico describe, que va a ver lo que le pasa y no lo que pasa, y desde luego Olite es un pueblo mágico, bellísimo y un espacio fabuloso para trabajar.

“Le recomiendo al público que se abandone a la música de Federico, al poder de sus palabras”

juan carlos rubio

Director de ‘Lorca. La correspondencia...’