pamplona - El escenario La Cava concluye esta noche con los espectáculos programados en esta 20ª edición del Festival de Teatro de Olite y lo hace con una obra en la que el actor, director y dramaturgo Pep Tosar nos introduce en los episodios más importantes de la vida lorquiana, que abarca desde su infancia en Fuentevaqueros a su asesinato en 1936.

Llega hoy, por primera vez, al Festival de Teatro de Olite y con una obra que lleva ya una larga trayectoria sobre los escenarios. ¿Qué puede contar sobre este montaje?

-Creo que está bien señalar que no es una obra dramática. No se trata de ningún drama rural ni ninguno de los textos llamados imposibles, sino que se trata de una dramaturgia hecha explícitamente para configurar un espectáculo biográfico. Trata de hacer un retrato de Federico García Lorca lo más simple y humano posible y da a conocer al espectador la parte que no pertenece ni al mito ni al mártir, sino a la persona.

Ya el título de la obra, ‘Federico García’, es toda una declaración de intenciones...

-Sí, sin duda, porque queremos mostrar a la persona, no al genio. Bien es cierto que no hemos escondido ninguna de las circunstancias de su vida que lo han internacionalizado; el hecho de que sea uno de los asesinados más conocidos de la Guerra Civil española no se puede obviar en un espectáculo biográfico sobre Federico, pero no es este el motor narrativo. Queríamos un espectáculo que se iniciara en Fuentevaqueros en 1989 y viajara a través de Granada, Madrid, Nueva York, Cuba... Se trata de un montaje estrictamente cronológico que procura vincular los textos de Federico que hemos estimado oportunos para ilustrar cada uno de sus episodios vitales.

Lo hacen, además, a través de la música, el baile o la interpretación.

-Y el lenguaje documental, también. Este es un espectáculo que conjuga todos estos lenguajes, construyendo así una voz unitaria. En la parte de delante del escenario está un tul en el que se proyectan imágenes de recurso y diferentes entrevistas que filmamos, que parecen imágenes flotando en el aire y se mezclan en el espectáculo como si todo tuviera lugar en un mismo plano, lo cual resulta muy atractivo.

‘Federico García’ no es el primer texto biográfico sobre poetas que realiza, ¿de dónde le vino esta afición por llevar a escena la vida de diversos poetas?

-A partir del primer espectáculo que hice de este estilo. Fue en 2003 sobre Damià Huguet. Huguet fue un poeta que no solo se dedicó a la poesía; también había realizado vídeos, era pintor, editor... Un personaje muy poliédrico. Y surgió en mí la necesidad de hacer uso de diversos lenguajes para hacer un retrato más o menos fidedigno de alguien que también había utilizado diversos lenguajes. Ahí me di cuenta de que podía usar este mismo lenguaje para acercarme a otros poetas que me habían acompañado durante toda mi vida. Los cinco anteriores fueron poetas que escribieron toda su obra en catalán y esta, con Federico García, es la primera vez que he biografiado a un poeta en lengua castellana. Me siento muy cómodo trabajando con los músicos, con un realizador, rodando las imágenes y montándolas... Creo que me he construido un refugio profesional en el que me muevo como en mi casa.

Hacer una obra sobre la vida de Lorca puede resultar arriesgado en cuanto a originalidad, puesto que está todo más que contado. ¿Qué aporta este montaje como novedoso?

-Es verdad que está todo muy contado, pero yo diría que no está todo igual de popularizado. En la selección de los textos, sin pretender obviar las grandes cimas poéticas de Federico, nuestro guión incluye textos que han sido poco popularizados y que, por ello, son poco conocidos. Hablo de textos como Mi pueblo, Impresiones y paisajes o muy particularmente su maravilloso ensayo Teoría y juego del duende, que muchos expertos sobre su obra no dudan en señalar este como su trabajo maestro, su credo artístico. No obstante, aparecen también en el texto Un poeta en Nueva York, Llanto por Ignacio Sánchez Mejías y muchos otros. No es que demos la espalda a todo esto, sino que la prosa en la biografía de un poeta curiosamente tiene un peso bastante notable.

Cuentan para el documental que se proyecta sobre el tul con un testimonio muy especial, el de Vicenta Fernández-Montesinos, sobrina del poeta...

-Vicenta es probablemente la única persona viva que lo conoció en vida y su testimonio es absolutamente epidérmico, existencial, experimental. Vicenta habla de su tío y padrino como nadie en el mundo en este momento puede referirse a Federico: desde un clima absolutamente familiar, emocional y real. Eso le permite contar cosas que ella ha contado también en su libro de memorias, detalles y puntos de vista sobre situaciones de Federico que son menos populares. No es que hagamos en el espectáculo un gran descubrimiento sobre nada, pero se trata de dar estos detalles humanos de su día a día, de su personalidad a un nivel de proximidad, de ternura y de verdad. Y, en este sentido, contar con Vicenta ha resultado todo un lujo, pero no solo por su aportación al espectáculo sino porque es un lujo haberla conocido, haber pasado horas con ella hablando sobre los libros de Federico y el suyo propio.

Aparecen también otras personas que conocen muy bien la figura de Federico, como Mario Hernández, Antonina Rodrigo, Juan de Loxa o Allen Josephs, entre otros.

-Son gente que ha pasado buena parte de su vida investigando y averiguando cosas sobre la persona de Lorca, así que también ellos parece que hablan de un familiar o alguien cercano. De hecho, hablan de alguien al que, en muchos casos, conocen mejor que a su propia familia. Es muy bonito.

Como hemos hablado antes, de Lorca es todo ya conocido. Todo, excepto el paradero de sus huesos. ¿Diría que la muerte de este poeta es una muerte que no cesa?

-(Ríe). Precisamente esta es una frase que dice el propio Allen Josephs en el documental. Sí, digamos que ser una muerte que no cesa ha sido probablemente su mayor pesar. Como decía al principio, no hemos puesto en ninguna parte del espectáculo el acento en este tipo de cosas que puedan conllevar cierta morbosidad. Tenemos la obra y el paradero de sus huesos es importante en tanto que, desde mi punto de vista, Federico representa, por ser un personaje internacionalmente conocido, a todos los cientos y miles de muertos que están todavía olvidados en las cunetas. Él es su portavoz en el mundo y por ello creo que es importante. Pero no deberíamos sepultar solo a Lorca debidamente. Sepultar sus restos, por supuesto, sería un gesto, pero eso no iba a cerrar la herida todavía abierta y sin cicatrizar que dejó la maldita Guerra Civil. Me importa que esto acabe porque es importante, pero no por el morbo de descubrir si el cuerpo de Lorca está en Viznar o en otro sitio.

Volviendo al espectáculo en sí, se estrenó en 2015 y, tras un breve parón, no ha parado de rodar. ¿Esperaba dedicarle tanto tiempo?

-No, si lo comparo con los cinco anteriores que había hecho, la verdad es que no. Era completamente consciente de que, en este caso, se trataba de un autor cuya historia y obra tenían una proyección mucho más potente. Y no hablo de la calidad de la obra, sino de las circunstancias. Pero la verdad es que en este caso llevamos un ritmo bastante bueno porque estrenamos la obra en 2015 y, después de un año con el montaje parado, a finales de 2016 se puso en marcha de nuevo. Y aún nos queda mucho por recorrer. Incluso está por concretarse una gira internacional. Vaya, que tenemos Federico para rato.

Y mientras tanto sigue trabajando en otros proyectos. Uno de ellos es, según comentó una vez, escribir sus propias memorias. ¿Cómo va con esto?

-Me arrepentiré toda la vida de haberlo comentado (ríe). A mí me gusta mucho escribir. De hecho, es lo que más me gusta y, en cambio, no tengo una gran opinión de mí mismo como escritor. Así que puestos a escribir algo, uno trata de escribir lo que realmente conoce y lo que mejor puede explicar, que es su propia experiencia. Es algo que me divierte. Vamos a ver, no me río a carcajadas mientras escribo pero sí me motivo mucho y lo paso muy bien. Suceden cosas muy curiosas si uno quiere escribir su historia, digamos, con cierto rigor. Y es que cuando te pones a detallar algunos momentos te das cuenta de que, aunque tú pensabas que los conocías muy bien, resulta que no, que te falta un montón de información. Y, claro, empiezas a martirizar a todos tus familiares para ver quién se acuerda de las cosas... Resulta que nos acordamos de lo que hemos vivido de forma general pero nos falta mucha información de detalle. Ah, y no tiene nada que ver cómo recuerdes tú algo a cómo lo recuerda tu primo el de Argentina, y menos a cómo se transmiten las cosas de generación en generación. Estos días previos a venir a Olite he estado escribiendo mucho; espero no perder la buena marcha que había cogido.