concierto de rocío márquez y jorge drexler

Fecha: 23/08/2019. Lugar: Baluarte. Incidencias: Lleno absoluto. Escenario sobrio, con solo tres mesas en las que se sentaron los músicos para interpretar las canciones. Público entusiasmado

El viernes se vivió otro de los momentos importantes de este Flamenco On Fire, que, como dijeron en la presentación del concierto, más que un festival es un encuentro en el que artistas, periodistas, gente de la industria, aficionados y curiosos se dan cita e interactúan en Pamplona. Aprovechando la coyuntura geopolítica, lo comparó con la cumbre del G7 que se está celebrando en Biarriz, concluyendo que el Flamenco On Fire es la cumbre mundial del flamenco, en la que los mandatarios no son Vladimir Putin o Donald Trump, sino José Mercé, Rancapino, Tomatito o Pepe Habicuela, lo que provocó los aplausos del público que abarrotaba la sala. Sobre la actuación que estábamos a punto de presenciar, se dijo que la onubense Rocío Márquez y el uruguayo Jorge Drexler eran dos artistas condenados a encontrarse, dos caras de la misma moneda que, al conocerse, habían descubierto las muchas similitudes que existían entre las tradiciones de ambos lados del Atlántico.

Sin más preámbulos, salieron ambos al escenario para interpretar la Milonga del moro judío con el único acompañamiento de la guitarra acústica de Jorge. Hablaron bastante entre las canciones y se agradeció mucho que explicasen aspectos que quizás se otra forma hubieran pasado inadvertidos. Como por ejemplo, algo en lo que no se suele reparar, la métrica de los textos que forman las canciones. Cuando se pusieron a estudiar los temas de sus respectivos folclores, repararon en que en ambas latitudes abundaban las décimas (tipo de estrofa creando en Andalucía durante el Siglo de Oro formada por diez versos octosílabos). Un ejemplo de esa métrica común fue Y nunca te dije nada, del argentino Omar Moreno Palacios. Después, Jorge se retiró del escenario para dejar que Rocío se luciera (y de paso, estremeciera al auditorio) con su portentosa voz con varias canciones. La primera, con una interpretación a capela en la que el público no se pudo reprimir y la interrumpió con un largo aplauso mientras ella seguía extrayendo oro de su garganta. La segunda, acompañada por las percusiones de los músicos. La tercera, la cuarta y la quinta, acompañada por Miguel Ángel Cortés a la guitarra en un romance, una copla (ni más ni menos que Se nos rompió el amor) y un tema de su anterior trabajo, Firmamento.

Volvió Jorge Drexler y explicó la génesis de su proyecto conjunto. Por ejemplo, las mesas que constituían la única escenografía, adaptadas como elementos de percusión sobre los que golpear o arrastrar objetos (las manos de los músicos, palos, escobillas, trapos...). Todo valía para conseguir sonidos sorprendentes que se fundían con los de la guitarra y el cajón flamenco. Tras mostrar un buen elenco de ellos, se lanzaron con una inédita de Jorge, Cuando cantaba Morente, inspirada, claro, en Enrique Morente, fusionada con una alegría con alusión a la tierra “Qué bien te queda la gorra, navarrico. ¿De qué regimiento eres? De Navarra soy, señora”. Por cierto, que esta misma inclusión también la hicieron en sus últimos conciertos de Pamplona Estrella y Soleá, las dos hijas de Enrique Morente.

Se quedó Jorge solo, y le vino al pelo para interpretar la samba Soledad, de su magnífico 12 segundos de oscuridad y la oscarizada Al otro lado del río, a capela, como hizo tras recibir la estatuilla, aunque ensaya ocasión al otro lado tenía un coro improvisado que le acompañó desde las butacas. Ya con músicos, y dedicada a Open Arms, Movimiento, una de las mejores canciones que se han escrito jamás sobre el fenómeno de la emigración (“somos una especie en viaje, no tenemos pertenencias sino equipaje... yo no soy de aquí, pero tú tampoco. De ningún lado del todo y de todos un poco... Si quieres que algo se muera, déjalo quieto”). Tras el monumental aplauso, la emocionante Zamba por vos, del maestro uruguayo Alfredo Citarrosa, sonó maravillosa en la voz de Rocío.

Anunció Jorge que estábamos llegando al desenlace de la trama, que fue una mezcla de Pepe Marchena (Por las trenzas de tu pelo) con Enrique Morente, Leonard Cohen y por extensión, Lorca (Dance me to the end of love y Primero tomaremos Manhattan). Saludaron y se retiraron, pero los aplausos del público les obligaron a regresar para marcarse un Ay pena, penita, pena estremecedor y una postrera El venadito. Maravilloso concierto, tanto en las formas como en el contenido. Esperemos que el encuentro no se limite solo a un puñado de actuaciones, sino que se animen a grabar un disco y/o documental donde expliquen todo. Lo que han conseguido bien lo merece.