los teóricos explican que el exceso de exposición de un personaje de actualidad en los medios, termina provocando distorsiones, rechazos y hartazgo por parte de la audiencia. La noche del pasado lunes, Pablo Motos en El hormiguero de Atresmedia dedicó la totalidad del tiempo a una entrevista/conversación con el actual presidente de Cantabria, excelente vendedor de sobados y anchoas cántabras con inusitada habilidad.

Está claro que este tipo es del sumo agrado del responsable del programa, que no ha dudado en el comienzo de la nueva temporada televisiva en llevarlo al plató y agotar la paciencia de los telespectadores a base de intervenciones repetitivas, argumentos conocidos y explicaciones sobadas y propias de un personaje que se ha hecho hueco importante en el escenario mediático.

Pablo Motos tiene debilidad por Miguel Ángel Revilla y busca y rebusca preguntar para escuchar encandilado a un tipo capaz de hacerse cinco mil selfies en unos días en una nueva estrategia populista. La Sexta y Antena 3 se prestan gozosas a este ejercicio de funambulismo, capaz de pasearse por la actualidad con soltura y sonsonete repetitivo.

Así que ya vale de presidente titiritero, asomándose a las pantallas amigas en un ejercicio de comunicación repetitiva y escasa de frescura e interés.

Pablo Motos, responsable de éxitos y fracasos de este muñeco mediático, debe medir la frecuencia de las presencias de un personaje público que no se calla ni debajo del agua. Los denunciados manoseos del monarca emérito a Pilar Rahola, el choque con el camarero insultador o el autobombo de popularidad del presidente cántabro, no consiguieron animar una conversación televisiva sin gracia, interés, ni estilo.