Semejante frase espetó un muchacho descerebrado y agitado en medio de una multitudinaria manifestación en la celebración del aniversario del 1-O catalán, a una periodista de Telecinco que hacía su trabajo como podía jugándose el tipo en una calle de la capital barcelonesa.

Y efectivamente la brava periodista cumpliendo simplemente con su deber, no abandonó la posición, no dejó la calle y siguió con el ejercicio de informar de lo que ocurre, les guste a tirios o les disguste a troyanos.

El bravucón callejero descubrió sus antidemocráticas intenciones e intentó amedrentar a la profesional de la información arrojándola de la calle en un intento por acallar a los medios para que la información no fluya libre y transparente y sin luces ni taquígrafos hacer el relato que interese a los personajes de mordaza y censura.

El joven aprendiz de brujo descubrió su talante fascistoide y liberticida con esa invitación a marcharse para quedarse sin testigos de los hechos que en la protesta rechazaban la presencia de los medios, fundamentales en las sociedades libres de nuestros días.

Tiempos complicados para el ejercicio de nuestras libertades ciudadanas, y cuando los medios sobran, la libertad desaparece y las verdades estallan rotas por la intolerancia y ataques a la libertad. Bravo por la joven periodista que supo mantener el tipo, y consciente de su papel, aguantar gritos, empujones e insultos de la mara desatada, buscando en la presencia de los medios la causa de sus desvelos y protestas. No se van los valientes periodistas, porque saben de su papel de cronistas, notarios y espejos de lo que ocurre en la actualidad real.