pamplona - El 23 y 24 de agosto de 1933, el Teatro Gayarre de Pamplona acogió sendas funciones gratuitas de Fuenteovejuna de La Barraca, el grupo universitario, ambulante y de orientación popular fundado por Federico García Lorca, que dirigía y acompañaba a la troupe en sus viajes por España dentro del programa de Misiones Pedagógicas promovidas por el Gobierno de la Segunda República. Del paso del granadino por Navarra y otras ciudades del norte da cuenta Joseba Eceolaza en el libro Tras la pista de Federico García Lorca, editado por Cénlit.

“Muy poca gente” conoce aquella breve gira de Lorca por el territorio foral. Llegó a Pamplona invitado por el Ateneo Navarro en colaboración del Ayuntamiento, que mantuvo un intenso debate sobre si había que recibirle o no con carácter oficial. En su búsqueda, Eceolaza encontró el acta de aquella discusión, “que resulta muy interesante porque describe un contexto social y político previo a la Guerra Civil”. “Y aparecen claramente las dos Pamplonas; la Pamplona golpista, conservadora e intolerante de Arribillaga y los concejales carlistas, y la Pamplona abierta, moderna y republicana del catedrático García Fresca”. El autor también plasma en el volumen los lugares que visitó el escritor a su paso por la ciudad, como la Sociedad Lagunartea de la Magdalena, donde comió. “Le impresionaron los pelotaris y el río”, como señaló en la correspondencia que mantuvo con su familia. Precisamente, Eceolaza ha contado con la ayuda de los familiares del dramaturgo, que le han cedido algunas imágenes. Y también se ha documentado en las hemerotecas del Archivo de Navarra y del Archivo Municipal de Pamplona, así como en las de la revista El Distrito de Tudela y a través de testimonios que dejó el actor navarro José María Navaz.

Al margen de la capital navarra, la compañía también actuó en Tudela, donde todo fue bien, y en Estella, “donde los carlistas les apedrearon”. “Estaba tan nervioso por lo que había pasado que cuando salió al escenario de la plaza de toros a dar la bienvenida al público dijo Segovia en lugar de Estella, así que le gritaron aun más, pero al final logró encauzar el asunto y la obra fue un éxito”, indicó ayer el autor, que en la presentación estuvo acompañado de Unai Pascual, editor de Cénlit, y de Grego Navarro, directora gerente del Teatro Gayarre, para quien este trabajo “captura un momento” y subraya el “compromiso social” de Federico García Lorca. “Una no puede evitar ubicarse en el edificio, en el teatro que él visitó, que, además, solo llevaba un año aquí”, ya que fue en 1932 cuando se trasladó desde la plaza del Castillo hasta su lugar actual.

activista social “Es un lujo presentar el libro en el Gayarre”, indicó Eceolaza. No en vano, fue en el archivo del teatro donde, investigando para su libro anterior, Camino Oscoz y otras historias del 36, donde encontró un documento que detonó esta nueva publicación. El papel en cuestión era la factura del alquiler del Gayarre para las funciones del 23 y el 24 de agosto, a razón de 500 pesetas por día. “Lorca no solo fue un hombre sufriente, un hombre que vivió con angustia su orientación sexual, sino que fue sobre todo un activista social”. Esta es la idea principal que el autor quiere transmitir a través de esta publicación en la que presenta a un hombre que recorrió “64 pueblos y ciudades con su actores de La Barraca, intentando llevar el teatro clásico a la gente pobre. No fue solo un hombre genial que nació tocado por la magia poética, fue un trabajador y un estudioso”, comentó. Y añadió: “Él hizo una reflexión sobre el teatro clásico español y pensó que era el momento de adaptar esas obras y hacérselas llegar a la gente sencilla, porque creía que la cultura era una forma de liberar mentes y de cambiar las cosas”. Porque, aunque no militó en ningún partido político, “sí lo hizo en la causa de la República y en la de la cultura popular”. Por lo tanto, “su compromiso social y sus obras no se pueden separar, uno genera las otras”, con títulos como Mariana Pineda -el 20 de octubre en el Gayarre- o La casa de Bernarda Alba. “En ellas aparece una mirada transgresora del amor, del feminismo, de la igualdad, de la cultura y de la justicia social”.

Con este libro y con el anterior, Joseba Eceolaza pretende acabar con esa imagen de que Navarra “entonces solo era curas y militares”. “Me rebelo, el mundo republicano pamplonés era mucho más rico, si no habría sido imposible traer a Lorca o crear la red cultural que estaba creando la UGT del año 36. Yo tengo la obligación de rescatar toda esta memoria republicana que ha estado oculta y excluida de la historia oficial; porque a Lorca, como a 3.400 navarros también le asesinaron”.