El concierto a cuatro manos (o dos pianos) es, hoy día, una rareza, pero en el siglo romántico fue el pan de cada día; se hacía mucha música de salón y la adaptación a dos teclados de obras sinfónicas tenía una doble función: mayor desarrollo dinámico que uno solo, y, sobre todo, un medio accesible a la literatura orquestal, en su apogeo compositivo, y más difícil de escuchar para muchos. Recuerdo un memorable concierto de las hermanas Labéque dedicado a Tschaikowski, ya hace 31 años (14-2-1994), que nos descubrió ese magnífico ambiente de los salones decimonónicos. A partir de ahí, las queridas vecinas francesas nos han visitado en varias ocasiones (2012-2014-2018), siempre mostrando una vitalidad contagiosa. Y así, siguen. El concierto para dos pianos de Dessner (para nosotros estreno) es una obra que colma ese deseo de las intérpretes de sacar a los dos pianos las entrañas rítmicas (también tocan jazz), el sosegado lirismo, y un moderno minimalismo de rotunda percusión.
Orquesta Sinfónica de Navarra
Katia y Marielle Labéque, pianos. Perry So, dirección. Despedida de Wotan, de la Valquiria de Wagner. Concierto para dos pianos de Bryce Dessner. El Pájaro de fuego, suite de 1945, de Stravinsky. Fecha y hora: Baluarte. 18 de diciembre de 2025. Incidencias: casi lleno.
La compenetración sigue siendo, por supuesto, impecable, y los dos pianos se funden sin solución de continuidad: ambas lo interpretan todo. El comienzo es de una obstinada percusión, se hacen con la atención del público y éste ya no se despegará de una sonoridad rica, entretenida de timbres, que se sigue bien en una primera audición, aunque derive en frenéticos cambios de compás, y nos sumerja en un estrés (apetecible) que siempre produce ese fondo minimal de repetición de una nota. Esa base sólida -la orquesta también se mete en esa vorágine- es por lo que gustó tanto la obra. Perry So, (yo creo que del mismo carácter que las pianistas) y la orquesta, se unieron a la compenetración de las pianistas en el mismo ambiente rítmico, vital y brillante. De propina una maravillosa versión de las hadas de Mi Madre la Oca de Ravel.
El Pájaro de Fuego de Stravinsky es una prueba de ídem para la orquesta. Y salió bien. Tanto en conjunto, como en los primeros atriles (flauta, oboe, concertino, trompa, fagot…) a los que se les pide asistencias comprometidas. Perry So lleva la versión de 1945 (la más completa) a un brillo exuberante. Por ejemplo la danza infernal no puede ser más desasosegante. Magnífica. Ya desde el comienzo, con una cuerda grave pastosa, inquietante y profunda, intuimos una buena versión. El scherzo algo más tranquilo se suele hacer. Después de la nana, el contraste del esplendoroso final, grandioso.
Comenzó el concierto con un fragmento de la Valquiria de Wagner. Esperanzador, para los que somos wagnerianos. Es verdad que sacar un fragmento de tan extensa obra es arriesgado y se nos queda corto; pero hubo densidad wagneriana y programando con algo más frecuencia (es difícil por el orgánico de nuestra orquesta) al oceánico compositor, quizás podamos llegar, la próxima temporada, a un programa Wagner, por ejemplo el Der Ring ohne Worte (el Anillo sin palabras), de Lorin Maazel. Sería un buen regalo para conmemorar el 150 aniversario del estreno del Anillo del Nibelungo (16-8-1876). Feliz Navidad y armonioso 2026.