La catedral de Santa María de Bayona ofrecía un aspecto espléndido: las vidrieras encendidas, los bancos llenos y la enorme satisfacción de ver y escuchar a más del centenar y medio de chicas -la mayoría-, y chicos abordar la cantata Per Agrum de Elberdin, que ensalza los paisajes y paisanajes de la peregrinación compostelana por tierras de Navarra. No me cansaré de ensalzar la labor de los directores de escolanías y coros de centros -públicos o concertados, es igual- que, en muchos casos gratuitamente, dedican sabiduría y tiempo, a buscar la excelencia -y vaya que sí lo es- de los alumnos. Enhorabuena a todos -Paz de Ziganda; Coro Rey Sancho, E. Música de Marcilla; E.M. de Noáin-, se merecen todo el apoyo del mundo.

Elberdin aborda el peregrinaje en diez etapas bien diferenciadas -incluso se interrumpen con aplausos cada una de ellas-, hilvanadas más por el texto -bonito y apropiado, de Josune López-, que por un leitmotiv común a toda la narración. Cada parte funciona por sí sola: desde la originaria Pelegria naiziela; hasta la deliciosa Paso a Paso el camino me lleva, que quedará en el repertorio de los coros para los conciertos. Comienza la obra con una introducción en el piano -muy bien Isabel Álvarez, tanto en los tramos a solo, como en todo el acompañamiento-, que da paso al arcaico Canto de los Peregrinos. La sonoridad del lugar eleva las voces blancas, sin que la reverberación estorbe la claridad. El tercer número busca la luz; comienzan los tramos, si no agudos, sí un poco tirantes; la obra no es complicada, pero, al ser para voces iguales -sopranos 1 y 2, y altos-, tienen que aportar empaque. El Firmamento me guía, propone un tempo marcial al bello texto. Al Bosque le corresponde un muy bien traído zortziko; el coro lo da con ritmo y alegría. El número 6, Paso a Paso, es calmo y muy lírico; con una melodía pegadiza que hace las delicias de los coralistas. Un intermedio instrumental da paso a Puente La Reina: otro número que se basa en el ritmo del caminante, un poco marcial. Y enlaza con el siguiente -la Aurora a Santiago- que recrea la unión de los principales caminos a Compostela; son unos compases solemnes, de luminosa plegaria. Cierra la cantata, con nostálgica calma, Dejo Navarra que, recorrida caminando, como todos los lugares, se quiere más.

Josu Elberdin ha optado por ir cogiendo lo que va viendo -escuchando- por el camino. Nos muestra sus sensaciones de caminante, lo que le inspiran los lugares -bosque, puente, iglesias, luces, peregrinos, noche-, y nos lo cuenta a través del sonido más limpio que hay: estos coros infantiles, que tan bien conoce. Recuerdo su Magnificat (DN 17-5-15), una obra de composición más compacta. Aquí, acorde con la narración, ha dividido la obra en etapas.

Una gran ovación -a la francesa, con palmas acompasadas- cerró la función. Muy bien organizada -por cierto- por el Festival de Coros de Bayona.