la aparición de periodistas, ellas y ellos, protegidos con cascos de la más variada naturaleza, colores y formas, no dejó de llamar la atención de los espectadores que seguían los sucesos del viernes negro de Catalunya, que contemplaban sorprendidos los atuendos de guerra de los informadores metidos en un infernal fregado de pelotazos, fuegos, materiales pétreos abundantes por los suelos, y todo ello como consecuencia de las violentas protestas por la sentencia desproporcionada y agitadora del procés catalán.

En la noche de autos se pudo contemplar una galería de secuencias más propias de una película de guerra, que de manifestaciones habituales en el corazón noble de la capital catalana. No dejaba de sorprender la visión esperpéntica de informadores armados de cámara, micro y casco para protegerse de la agresividad violenta de los manifestantes, que en auténtica batalla campal salieron a la caza del Policía, fuese del cuerpo que fuese.

Los medios, y fundamentalmente la tele, han hecho de los reporteros o enviados a las variadas guerras que la actualidad nos suministra a diario, escena cotidiana y reconocida por los telespectadores que asocian chaleco antibalas, y casco, a situaciones de peligro extremo para los periodistas en medio de una auténtica guerrilla urbana.

Los periodistas en situaciones de conflicto son los primeros paganos de las iras de las masas cabreadas, violentas y extremas. Informar con casco es una necesidad que une la necesidad de contar la actualidad y la imperiosa necesidad de proteger la integridad física de los periodistas metidos en el conflicto, que tratan de contar lo que ven, en medio de una lluvia de agresores objetos con el fin de amilanar a los profesionales de los medios. Se conocía el riesgo de esta profesión, que ahora se agita en calles catalanas en medio de la agitación y el rifirrafe político, y por ello la necesidad del casco protector es manifiesta.