Este año, en la selección de lo mejor del Festival de Birmingham (Best of Be Festival 2019), que nos viene ofreciendo el Gayarre, estos últimos años, ha prevalecido la acción teatral, sobre la danza. Tres monólogos, de 30 minutos cada uno, que implican de lleno a los espectadores, hasta hacerlos partícipes de los sueños y problemas de sus creadores: Anna Biczók, que sueña con ser actriz, pero tiene que ver el teatro desde fuera; Romain Teule, que recrea, un tanto cómica y exageradamente, el mundo de las traducciones -internet, por ejemplo-; y Paul O’Donnell, que se monta un show, él solito, como si estuviera en Broadway, y consigue que el público se lo crea. Tres propuestas que, creo yo, sin apabullar, resultan interesantes, en el sentido de saber sacar de lo menos, lo más.

La intérprete y coreógrafa húngara Anna Biczok, desde una simple mesa de conferenciante, explica su “teatro más allá, o fuera, del teatro”; hace teatro con su puesta en escena, sus pasos de danza, sus explicaciones verbales, pero no conoce el teatro y ha de verlo desde fuera, pidiendo a un espectador que suba y, simplemente, esté en el escenario. Es curioso ese juego de sueño, deseo, y realidad; aunque, ya que marca unos pasos, y unos movimientos corporales de bailarina, muy convincentes, la coreografía se me quedó un poco corta.

El luso-francés Ramain Teule nos ofrece una estupenda recreación de las traducciones que, en muchos casos, desbaratan el significado de las frases, e incluso lo cambian radicalmente. Me recuerda lo que dice Ricardo Mutti -director de orquesta, muchos años titular de la Scala de Milán-, : “Si no nos entendemos mejor en el mundo, es porque nos comunicamos con cuatro palabras conocidas, en inglés, con las que es imposible matizar nada?”. Teule, que sale a escena con unos movimientos córvidos, cuyo semblante ya arranca sonrisas, recrea traducciones disparatadas, pero verosímiles al oído, “deconstruyendo” el castellano hasta extremos de incomprensión, pero que nos recuerdan la vacuidad que, en muchas ocasiones, escuchamos a locutores, políticos, etc.

Es una vuelta de tuerca más al mundo éste de las traducciones, que se presta a comicidad sin fin, si nos metemos en la red. Antes, magistralmente expuesto por Tip y Coll, por ejemplo; o aquí, más concretamente, por La Trova.

El inglés Paul O’Donnell, la verdad es que ni canta ni baila especialmente bien, y sin embargo, se cree tanto lo que hace, transmite tanto entusiasmo y fuerza en el papel de showman de galas musicales, que acaba metiéndose al público en el bolsillo, y lo convence de que, realmente, se encuentra ante el montaje más espectacular del mundo. Con su verborrea, con su desparpajo. Y el público palmea, y se lo cree. En la tradición de los clásicos contadores callejeros de historias que, con cuatro dibujos, embobaban a la gente.

Son tres ejercicios de seguridad personal y valentía, al subir, en solitario, al escenario, con elementos textuales sin grandes dramatismos, ni grandilocuentes frases; pero aderezados con una teatralidad muy personal.