bilbao - Miguel Zugaza, director del Museo de Bellas Artes de Bilbao, no tiene ninguna duda de que la retrospectiva que presenta el centro dedicada a Vicente Ameztoy es uno de los acontecimientos artísticos más importantes de este año. Tras recalar con éxito en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, llega ampliada a la capital vizcaina una completa retrospectiva, que pone en el lugar que le corresponde al creador donostiarra, que transformó el arte vasco en la década de los 60, apostando por un lenguaje figurativo frente a la abstracción de la generación del Grupo Gaur de Oteiza y Chillida.

No ha sido fácil reunir las 53 pinturas, treinta dibujos, doce carteles y seis cajas collage realizados por el artista entre 1968 y 2001, cuando falleció, y en los que están presentes su visión surrealista e irónica, en la que combina figuras humanas, paisajes y narrativas insólitas e inquietantes. Ameztoy no aspiró nunca a estar dentro de los circuitos comerciales ni tampoco movió un dedo por convertirse en un pintor de éxito porque le aterraban las prisas. "Tardaba mucho en terminar un cuadro, era muy minucioso. Recuerdo una vez que después de ocho meses de pintar uno de los cuadros de la ermita de Remelluri, decidió borrarlo. ¡Llegué por la mañana y no quedaba nada! Lo había borrado, no le gustó cómo le había quedado y volvió a empezar", recordó su viuda y musa, Virginia López Montenegro.

Por eso, a los comisarios de la exposición, Miriam Alzuri y Javier Viar, no les ha resultado nada fácil reunir las obras para esta retrospectiva, ya que pertenecen a coleccionistas privados que nunca han querido desprenderse de ellas. El resultado de esta aventura, que comenzó en 2001, unos meses después de la muerte de Ameztoy, es una completa revisión de su trabajo que abarca desde su obra de juventud de finales de los años 60 del pasado siglo hasta sus últimos trabajos, de poco antes de su fallecimiento. Incluye, además, el Santoral de la ermita de las Bodegas Remelluri, en Labastida, en el que retrató a seis santos martirizados, encarnados por él mismo, su hija, amigos e hijos de los propietarios de la citada bodega.

La exposición está patrocinada por la Fundación BBK y va acompañada de un catálogo con textos de los escritores Joseba Sarrionandia, Bernardo Atxaga y Fernando Golvano. Y de un libro del exdirector del Bellas Artes, Javier Viar, sobre el creador guipuzcoano.

inquietante e insólito La exposición fue visitada la pasada semana por el pintor Antonio López, quien en su primera etapa, en los años 60, fue una de las principales influencias del pintor donostiarra, junto con el surrealismo de Magritte. Pero Ameztoy es un artista difícilmente clasificable. Los comisarios de la muestra describen su trabajo creativo como "complejo, irónico y único en su estilo, con presencia de la subjetividad, el misterio y la ironía y también de lo inquietante y de lo insólito", algo que fue una constante en toda su producción, en la que destaca su capacidad para convertir elementos aparentemente tan cotidianos como el paisaje o la propia figura humana, en perturbadores o imágenes fantasmagóricas.

En sus cuadros, Ameztoy plantea narraciones y relaciona la figura humana con el paisaje, además de incluir elementos como "la sombra, el doble, el espejo, el vacío interior, lo siniestro o lo inquietante, aspectos que, pese a la complejidad de su arte, el artista los presenta de manera nítida", añadió Viar.

En su opinión, todos estos elementos aparecen en sus cuadros "tamizados por un estilo sofisticado y de técnica minuciosa, donde incluye sus propios intereses, como la ecología, el universo extraterrestre o el mundo de la fotografía y el cine", en el que incluso hizo una incursión en 1992 al hacerse cargo del diseño artístico de la película Vacas, de Julio Medem.

paisajes vascos La relación con el paisaje vasco -"unas veces mágico, otras maldito, pero siempre amado", según palabras del propio autor- se puede observar también durante el recorrido por la muestra. Ese paisaje está a veces habitado por figuras, pero no se tratan de seres humanos al uso. Ameztoy los convertía en seres grotescos, que acababan mutándose en vegetación o naturaleza. Seres turbadores que provocan en el espectador un sentimiento inquietante.

El artista vasco no rehuyó tampoco la situación política imperante en los años 70 y 80 del pasado siglo, que aborda con ironía. Prueba de ello, son algunos cuadros como el retrato de su hermana, en el que incluye un símbolo de amnistía y un pendiente, convertido en bomba; un retrato de perfil en el que la cabeza echa humo, una metáfora de la situación que se vivía entonces en Euskadi, o en la creación de ikurriñas con puerros.

La jefa de Colecciones del museo, Miriam Alzuri, por su parte, explicó que en el montaje de la exposición no han hecho concesiones a lo escenográfico y han optado por "mostrar claro y de forma sobria su trabajo en una revisión cronológica de toda su trayectoria artística".

Por ello, la retrospectiva finaliza con uno de los proyectos más ambiciosos en los que se embarcó el artista, cuando en 1993 la familia Rodríguez Salís-Hernandorena, propietaria de la Bodega Remelluri, le encargó que pintara un San Vicente de Huesca, patrón de los vendimiadores, en la ermita ubicada en Labastida. A partir de ese encargo siguió pintando santos. Ameztoy pasó largas estancias en ese lugar, creando su gran obra maestra en los últimos años de su vida y luchando contra su delicado estado de salud. El proyecto se prolongó hasta 2000 y su trabajo fue finalmente presentado a principios de 2001, poco antes de su muerte.