la sociedad contemporánea está penetrada por la publicidad en diversas formas y grados, y no podría explicarse el funcionamiento de nuestro mundo sin la presencia de la publi, que anima, dinamiza y construye esta aldea global del consumo, que quiere ser sociedad del bienestar y que a duras penas lo logra. Tras la Segunda Guerra Mundial (1945), en EEUU se afanaron por encontrar mecanismos para potenciar la sociedad desarrollada, que apoyándose en la tele, dispondrán modelos de análisis de las necesidades de consumo pegadas a la publicidad y la correspondiente satisfacción de abastecerlos, articulando el mercado como palanca del avance social y económico. Nuestra sociedad es heredera directa de estos planteamientos de avance material, de la mano de su gran aliada, la tele y los estudios de marketing y psicología aplicada. Las teles privadas tienen que vender tiempo para colocar los spots correspondientes, y estrujar el cacumen para colocar los productos a vender, y para ello, en la tele, todo es maravilloso, lujoso y con poder de atracción sin igual. Los creativos de nuestra industria audiovisual han adquirido una potencia de construcción de mensajes comerciales que no tienen nada que envidiar a los pioneros norteamericanos. La venta de automóviles, por poner un claro ejemplo de atractivo y perfección técnica, se lleva la palma a la hora de diseñar y producir historias que enmascaran la necesidad de comprar en un ejercicio de birlibirloque publicitario.

Publicidad lujosa y eficaz; único medio de financiación de las teles privadas, convertidas en tractores de este negocio que maneja cantidades millonarias de euros, en nuestra mediática sociedad. Sencilla y simple realidad de unas empresas que facturan pingües cifras, más allá del valor social de estos medios de comunicación.