PAMPLONA. La exposición inaugurada ayer por el Museo de Navarra es un regalo y una visita obligada que devuelve la fe en el poder expresivo y comunicativo fotografía.

Fotografía como documento de identidad. Puro arte y pura acción social. Así es la obra de Koldo Chamorro (Vitoria, 1949 - Pamplona, 2009), un legado auténtico como pocos en el que el visitante tiene la oportunidad de sumergirse a través de la exposición El Santo Christo Ibérico; un recorrido por el proyecto monográfico homónimo en que el autor invirtió 25 años de su vida recorriendo el país en busca de las huellas de la cruz en un momento histórico decisivo, como fueron los últimos años del franquismo y los primeros de la Transición.

Aquella obsesión experimental y comunicativa se despliega aquí en 104 fotografías distribuidas en quince estaciones de un Vía Crucis misterioso e inquietante, rotundo y contundente. Lleno de sombras, de riesgos y de preguntas sin respuestas. Con estos calificativos describió ayer Clemente Bernad, fotógrafo y comisario de la exposición, la obra de Koldo Chamorro. "Nuestro fotógrafo decisivo, y me atrevo a decir el fotógrafo más atractivo de su generación en este país", aseguró Bernad, quien ha buceado en el ingente archivo del autor y se ha basado en una selección de fotografías realizada por el propio Chamorro -quien en su momento tenía idea de hacer una exposición y un libro en torno a su monográfico El Santo Christo Ibérico- a la hora de elegir las obras que ahora se muestran al público.

Las 104 fotografías de Chamorro -a las que se suma un retrato del autor realizado por el fotógrafo José Antonio Tejero Lanzarote- componen en su conjunto mucho más que un paisaje social en torno a la liturgia y el costumbrismo cristianos en una Península Ibérica en transformación. Son documento de identidad del propio autor, que en palabras de Clemente Bernad "vuelca en este proyecto sus querencias, sus problemas y sus fantasmas; todas sus luchas". "Él mismo es protagonista de su propia obra. Para Koldo la fotografía era sobre todo documentación; y la esencia de la documentación es la identidad, y la esencia de la identidad es la propia identidad", reflexiona el comisario de la exposición, que es fruto de un convenio con Oihane Chamorro, hija y heredera de la obra del artista, y que de Pamplona viajará a Madrid, donde se podrá ver en las salas de la Fundación Lázaro Galdiano, en el marco de PHotoEspaña 2020.

el ensayo más profundo

Un "salto definitivo"

En 1974, Chamorro comenzó El Santo Christo Ibérico, planteándolo como un gran proyecto monográfico; una reflexión visual sobre los distintos aspectos de las liturgias y manifestaciones cristianas de la Península Ibérica, así como sobre la presencia de la cruz cristiana -y su huella- en nuestro paisaje social. Este proyecto, que el autor dio por finalizado al celebrarse el Jubileo católico del año 2000, es "el trabajo en el que Koldo Chamorro realizó la mayor labor de introspección y reflexión, y en el que se enfrentó con todos sus fantasmas", comentó ayer Clemente Bernad, quien opina que "aún habría otras dos monografías del autor por abordar": Sanfermines y España Mágica.

La mayor riqueza del ensayo El Santo Christo Ibérico reside, según Bernad, en la capacidad de Koldo Chamorro para "ir alejándose física y éticamente del núcleo de lo que en un principio se planteó retratar, aquellos rituales, ceremonias, costumbres religiosas en los distintos pueblos que iba recorriendo, para abordar la periferia y terminar dando un salto definitivo, inmortalizando esos rastros de la religión católica y de la cruz en lugares donde uno no espera encontrarlos". En este sentido, apunta como un hito la fotografía bautizada por el propio autor como El Cristo donante que Koldo Chamorro realizó en un quirófano de la Clínica Universitaria de Navarra a un joven muerto en accidente de motocicleta al que acababan de extraer los órganos para su donación. "El joven está con los brazos extendidos, e inmediatamente Koldo ve un Cristo allí", cuenta el comisario de la exposición, quien asegura que esta fotografía "es un salto definitivo que marca una calidad de mirada absolutamente diferente".

La exposición inaugurada ayer en Pamplona es, destaca Bernad, "la ocasión magnífica para reivindicar a Koldo Chamorro y conjurar el silencio injusto que ha habido sobre su obra desde su muerte. Merece la pena trabajar e invertir dinero en la catalogación de su archivo, que está en un estado precario y si se saca a la luz nos puede dar muchísimas satisfacciones", dijo dirigiéndose a la consejera de Cultura del Gobierno de Navarra, Rebeca Esnaola, quien participó en la presentación de la muestra.

Las fotografías de la exposición se enriquecen con la proyección del audiovisual Totum revolutum, de 7 horas de duración, realizado por Clemente Bernad y Carolina Martínez y en el que 72 personas entrevistadas hablan de Chamorro, de su relación con él, de su obra y del contexto fotográfico y social que le tocó vivir.

Además, con ocasión de la exposición, La Fábrica y el Gobierno de Navarra han editado un libro -la primera publicación digna que se dedica a Chamorro- que recoge la totalidad de la obra expuesta acompañada de varios textos.

Koldo Chamorro, el fotógrafo callejero y a la vez director de escena que mantuvo su independencia contra viento y marea, que decía sentirse "un negro de piel blanca" -pasó los 16 primeros años de su vida en Guinea Ecuatorial-, siempre fiel a sus principios y dispuesto a asumir riesgos en todos los sentidos -en temas y en formas, en comercialización o precisamente no comercialización de obra-; el artista que retrató en los últimos años del franquismo las contradicciones de un país lastrado por el atraso y el oscurantismo, pero que se veía arrastrado hacia la modernidad, nos interpela y desestabiliza desde el blanco y negro colocándonos frente a mundos llenos de posibilidades. Su obra es imaginación y realidad como fuentes inagotables de creación.

Koldo es, al fin y al cabo, autenticidad, tan cara de ver hoy.