se han desatado las siete plagas del Apocalipsis o algo así puede deducirse del espanto mediático que se ha desatado en internet y los medios de comunicación que no hacen más que hiperbolizar la realidad sanitaria de una posible pandemia de COVID-19, que de momento tiene mucho contagio pero escasas víctimas teniendo en cuenta otras cifras de epidemias, pandemias y modalidades varias para acabar con el humano ser, abatido en medio de la palinodia de enfermedades apocalípticas que nos amenazan desde radio, prensa, tele e internet, para gloria bendita de los periodistas amarillentos que tanto pululan por nuestros lares, de profetas atacados por neura destructiva, por falsos mensajeros de la mentira exagerada que sin tener ni puñetera idea se lanzan a pintarnos el horizonte de negro color, día a día, en un horizonte sin tregua ni descanso, machaca que machaca en un ejercicio cansino de virus con nombre y apellidos. Despertarse y acostarse con este dale que dale informativo, que tiene mucho de espectáculo y poco de serena calma informativa y no hay dios que pueda frenar esta avalancha de Armagedón y Valle de Josafat, que ya veremos cuando alcanza su zenit mareante y se calma la marea estúpida de mascarillas, fiebres corporales e historias para no dormir, donde cualquier pichipata se convierte en portavoz de la Organización Mundial de la Salud. Tiempos recios que escribiría el premio Nobel Mario Vargas Llosa, para definir el comportamientos y reacciones de una sociedad muy informada, muy concienciada, muy mimética pero sumida en un horizonte informativo saturado de bulos, mentiras, verdades, credibilidades perdidas y cacao mental de considerables dimensiones en el que los llamados ciudadanos de a pie, naufragamos agitados por el bamboleo de las fake news, comunicados oficiales y catarata de noticias mudables, sin contrastar, ni confirmar. Pura locura sofista en el ágora digital que nos ha tocado soportar.