BILBAO - 52 años después de su formación, Les Luthiers siguen de gira con su música y su humor ingenioso, abstracto y naíf. Viejos hazmerreíres se llama su gira actual, en la que presentan una antología de sus espectáculos. Tras actuar el fin de semana en Donostia, este viernes y sábado se pasarán por el Baluate de Pamplona antes de recalar en Bilbao, en Euskalduna Jauregia, los próximos días 16, 17 y 18. Las citas de Gasteiz se han suspendido. "El humor es un arte y la risa siempre es necesaria, aún más en estos tiempos de prisas", explica uno de sus integrantes, Martin O'Connor.

Vienen con 'Viejos hazmerreíres'.

-Hazmerreír es una bonita palabra, que apela al juego que siempre tenemos con el lenguaje. Jugamos entre lo viejo, ya que vamos a cumplir 53 años de vigencia, y con ese deseo nuestro de siempre: hacer reír.

Incluye una selección de sus mejores obras. Imagino que se han quedado con las que mejor funcionan en directo.

-La elección no es sencilla y lleva tiempo. Hay que recordar aquellas que más repercusión y respuesta han tenido, que ofrezcan un equilibrio musical y humorístico también, un protagonismo parejo entre todos los integrantes del grupo... Se barajan diversas variables para armar una antología que sea efectiva.

Se recuperan números de 'Todo por que rías', 'Luthierías', 'Unen canto con humor', 'El reír de los cantares', 'Los premios Mastropiero', 'Lutherapia' y 'Por humor al arte'. ¿Cúal sería el nexo de unión de ellos?

-No hay un nexo como tal entre los espectáculos, pero sí entre las obras que elegimos para las antologías. En este caso, una radiotertulia. Los diferentes números parten de ese programa de radio con dos de esos conductores típicos que hablan en los medios de todos los temas. Me refiero a esos que hablan por hablar.

Si alguien les ha visto en directo varias veces, ¿por qué debería volver?

-No es fácil responder a esa pregunta. Podríamos decir que porque somos geniales, pero sonaría muy soberbio. Creo que pasarán dos horas muy divertidas. La risa siempre es necesaria, más en estos tiempos de prisas. Detenerse dos horas a disfrutar de un espectáculo es muy válido, así que creo que es motivo suficiente.

Dicen hacer humor abstracto. Lo dijeron en su visita anterior a Bilbao. ¿En qué sentido?

-En principio me gustaría saber quién de mis compañeros lo dijo. ¡Está buenísimo! Quizás se refiera a que nos abstraemos de la actualidad, de los personajes políticos o religiosos. Es un humor sobre cosas cotidianas y que es casi naíf, de cuento e irreal. Eso sí, todas las cosas que nosotros denunciamos encubiertamente, suceden.

Y un humor que plantea juegos con las palabras, la sintaxis... Está en su ADN, ¿no?

-Es nuestro ADN. Y que nos otorgaran el premio Príncipe de Asturias tiene que ver con eso, con el uso del idioma y de las palabras, con su combinación y hasta con el invento de algunos términos absurdos que la gente debe interpretar. Más allá del juego musical con el que empezamos parodiando óperas, la tarea de jugar con las palabras es lo que más ha penetrado en el sentir del público. La palabra es un arma fundamental.

Dicen que su humor es inteligente.

-Puede resultar soberbio aunque sí lo es porque está hecho con mucha elaboración, pero prefiero la palabra ingenioso.

Imagino que, musicalmente, el espectáculo será variado, y habrá bossa, jazz, clásica, gregoriano, folk... hasta rap. ¿Abiertos a todos?

-Pues sí, tratamos de variar e intentamos introducir todos los posibles para tener un amplio abanico musical, pero siempre con respeto a los géneros, sea cual sea. Y como bien dices, incluimos un rap. Podríamos considerarlo un género menor, que no lo es, pero lo interpretamos de manera lo más fiel y respetuosa.

Más de un millón de personas se han reído con ustedes en el Estado, casi diez en todo el mundo. ¿Cómo lo consiguen?

-Es que llevamos muchos años, desde 1974 viniendo por aquí, viendo al público disfrutar. Para nosotros es un orgullo, ya hay un cariño y una comunión mutua, una amistad fraternal que nos hace redoblar la apuesta cada año. Antes veníamos dos veces al año y desde 2019 venimos ya tres. Es un orgullo y un desafío muy grande.

¿El público se ríe igual en todos los sitios?

-Podríamos decir que tiene que ver con la efusividad y la idiosincrasia de cada pueblo. El latino es más efervescente; el europeo y español, más respetuoso, aunque al final aplaude mucho. El argentino, por ejemplo, es muy cariñoso con nosotros. El efecto de la risa es el mismo para todos, la diferencia está en la forma de expresarlo, según los países.

Se dice que son cómicos. Son algo más, ¿no? Tienen mucho de músicos y también de actores.

-Es que más que cómicos somos humoristas; músicos y humoristas. Es más fácil hacer llorar que reír. Hacer reír es complejo y se necesita estar atento al público, pero el resultado final y la satisfacción resultan enormes.

En alusión a 'Por humor al arte', ¿le va bien el humor? Y no digamos a las personas. Lo necesitamos como el comer, más en estos días oscuros.

-El humor es necesario siempre y, ahora más incluso. El humor es un arte, hay que trabajar mucho para hacer reír. No basta con disparar cualquier ítem, requiere de todo un trabajo de pensar cómo se combinan determinadas cosas que causen la risa. Lleva un proceso. Uno puede tener espontaneidad y ser gracioso, pero montar un espectáculo de dos horas lleva mucho trabajo. Es mucho arte.

Hacen loas en el escenario al cuarto de baño, se ríen de las noticias, los deportes, la genética, el yoga, la gastronomía... ¿Hay algún tema con el que nunca buscarían la risa? ¿Debe haber límites?

-Sí, creo que debe haberlos. Hay cosas con las que no jugaríamos nunca, como las enfermedades, el Holocausto o situaciones que pueden herir la susceptibilidad de la gente. Eso queda fuera del humor aunque haya gente que lo hace. Por eso se le dice humor negro, pero el nuestro es blanco. Yo creo que debe haber límites hasta en el negro, aunque algunos no se lo ponen. Es el público el que juzga.

¿Cómo se logra transformar lo ya conocido en descubrimiento si no se opta por la improvisación?

-No hay fórmulas. Es cierto que hay poca improvisación porque las obras están escritas con mucha precisión, tanto en su lenguaje musical y textual. Pero sí hay espacios donde se permite. En este espectáculo, al ser dos personas mano a mano, sí hay cierta licencia, depende de los gestos del público. En general no, porque escribimos la música como una partitura y el humor, con puntos y comas.